[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] escribió: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] escribió:Gagarín por reformista, Pérez se refiere a que no basta sólo con la revolución, es decir, va más allá que la dicotomía reforma o revolución.
Perdona pero hoy ando un poco "espeso" ¿A qué se refiere exactamente con ir más allá de "revolución ó reformismo"?
Desde luego hoy la revolución es necesaria, en primer lugar, también
por las razones básicas que Marx pensó, es decir, por los efectos objetivos de
pobreza extrema e inhumana que el sistema produce intrínsecamente, en virtud
de la dinámica de su crecimiento. Pero hoy este problema es doble, y
doblemente grave, respecto de los tiempos de Marx. Es doble porque frente a
la extrema pobreza, y a la marginación radical, está el consumo masivo y la
integración cómoda, mientras se alza cada día una barrera más grande entre
ambos. No es esperablc que los marginados sean progresivamente integrados
a un sistema que requiere cada vez menos trabajadores, aunque rec]uiera cada
vez de más consumidores. En los cálculos de crecimiento del capital regulado
por el poder burocrático fácilmente sobran unos dos mil millones de pobres. Y
la política hacia ellos se irá tornando cada día simplemente más criminal. Los
pobres extremos serán simplemente exterminados. La guerra fratricida, las
políticas compulsivas de control de la natalidad, las pestes, terminarán poco a
poco, pero siempre con más rapidez de la que los filántropos quisieran, con
un tercio o más de la población del planeta. Y esta política, objetivamente homicida,
sólo puede ser revertida por el intento humanista radical do una
revolución. Los reformistas que aspiren a ampliar la base del consumo, a integrar
a los excluidos, llegarán tarde, ya están llegando tarde: el crimen masivo
ya está en curso.
Pero, en segundo lugar, no es claro que los reformistas puedan llegar a
tiempo siquiera para salvarse ellos mismos de la catástrofe ecológica en que el
crecimiento compulsivo e inorgánico ha sumido al planeta. El armamentismo
no disminuye, la discriminación no disminuye, los derechos humanos son cada
vez más sólo parte del espectáculo.
Sin embargo una perspectiva reformista radical es perfectamente posible,
y verosímil. Ante el exterminio de pobres siempre se puede aspirar a
ampliar los bienes del consumo, a llevar la abundancia a sectores postergados.
E incluso podría ser un buen negocio hacerlo, después de todo, justamente
lo que siempre escasea en un sistema de tan alta productividad son consumidores.
Quizás un Plan Marshall para toda la humanidad. Quizás una conversión
masiva de la industria armamentista a industrias de paz. Quizás una campaña
que muestre que es del propio interés del capital, y de la administración,
salvar el ecosistema en el que ellos mismos viven. Quizás tomar en serio la
capacidad tecnológica para producir diversidad y fomentar la tolerancia creando
mercados diversos, llenando el mundo de colores y formas de vida
diferenciadas, que coexisten, que no necesitan aniquilarse mutuamente.
Todo esto es posible. Todo esto está dentro, completamente, de las posibilidades
del sistema de producción altamente tecnológico, que es el actual sistema de dominación^. Y todo esto es deseable y mínimo. No se puede plantear
una perspectiva revolucionaria sin compartir al menos, como mínimo, las políticas
y las esperanzas reformistas. La cuestión, sin embargo, es que todo esto es
perfectamente posible aún dentro del sistema de dominación, es decir, en el ejercicio
pleno, y ahora llevado al extremo, de la enajenación humana. Esta es la
diferencia crucial entre una política reformista y una política revolucionaria: el
reformismo se limita a pedir lo que el sistema puede dar, pero no ha dado aún.
Una política revolucionaria consiste en pedir justamente lo que el sistema no puede
dar. La política reformista es el arte de lo posible. La política revolucionaria es
el arte de hacer posible lo imposible. Y ante la enajenación cómoda, con posibilidades
de ampliación del horizonte del consumo, e incluso de ampliación de la
razonabilidad de la vida en general, la exigencia radical', aquella que la dominación
no logra nunca satisfacer es, simplemente, que queremos ser libres y felices.
Carlos Pérez Soto, Para Una Crítica del Poder Burocrático - Comunistas Otra Vez