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Basta de mofarse de nuestra historia
La falsificación de la historia soviética se ha convertido en uno de los principales instrumentos de lucha ideológica, que se lleva a cabo de forma continuada contra los pueblos de Rusia, tanto por fuerzas hostiles extranjeras, como internas. Se producen intentos abiertamente descarados de revisar los resultados de la Segunda guerra mundial y el papel de la Unión Soviética en la victoria sobre la Alemania fascista y sus satélites. Al país que hiciera el aporte principal en la salvación de la humanidad de la peste parda, se le intenta poner a la par del agresor. Insisten en equipar al comunismo con el fascismo, poniendo el signo de igualdad entre ellos y entre el proceder de Stalin y Hitler.
Para llevar a la práctica tan deshonestos fines se recurre a la inclusión en los fondos archivísticos de Rusia de una enorme cantidad de documentos falsificados y adulterados, que tergiversan el papel de la Unión Soviética y de Stalin en la historia del s.XX.
Son documentos que son puestos en circulación para su estudio, que se citan en los libros de texto escolares, y que sirven de base para crear obras literarias y documentales. Se están haciendo ingentes esfuerzos para convertir los archivos rusos en instrumental para la lucha ideológica, en lugar de ser “depósitos de historia”. Al mismo tiempo, valiosísimos documentos históricos están siendo dilapidados, convertidos en mercancía a precio de saldo.
Aprovechando el desenfreno y la permisividad del gobierno de Yeltsin, el entorno del primer presidente ruso sacó del país y malbarató miles de importantes archivos, incluidos los que tenían los sellos de “secreto”, “altamente secreto” y “muy importante”. No hay en la historia contemporánea nacional y universal, análogos para semejante barbarie. Este comportamiento antirruso de esa recién surgida “élite” del país, ocasionó un enorme perjuicio a la autoridad del servicio nacional de archivos, poniendo en duda la autenticidad de los documentos que se guardan en sus depósitos.
Los sucesos que precedieron a la Segunda guerra mundial y a la Gran Guerra patria, se han convertido en principal objetivo de ataque y falsificación. Y entre ellos un lugar destacado ocupa el así llamado “caso Katyn”, sobre el fusilamiento de oficiales del ejército polaco en otoño de 1941, en las afueras de Smolensk. Se ha convertido en uno de los principales temas de la propaganda antisoviética y ahora antirrusa, que está siendo activamente utilizada contra nuestro país por los más agresivos círculos, incluyendo a los círculos gobernantes de la actual Polonia.
El “caso Katyn” ha pasado a ser uno de los principales mitos políticos del siglo XX. A los rusos se nos presenta casi siempre como culpables, mientras que los polacos aparecen como las “víctimas del régimen totalitario”, recibiendo la comprensión y el apoyo incondicional, moral y político, por parte de los EE.UU., los países de la Europa occidental, y ahora de los estados de Europa del Este.
Un documento fundamental, en la que se ampara el gobierno polaco para defender la versión de Goebbels sobre el fusilamiento de los polacos a manos de los órganos del NKVD de la URSS, está compuesto por una “troika” de documentos, que fue descubierta inesperadamente en otoño de 1992. Entre ellos destaca la llamada “Nota de Beria” dirigida a I.V.Stalin, fechada en marzo de 1940, en la que se propone fusilar a los 27 mil oficiales polacos. Hay que decir que tanto la conservación de la “nota”, así como las circunstancias de su aparición, despiertan fundadas dudas de su autenticidad. Lo mismo puede decirse respecto de los otros dos documentos “probatorios”: extracto de una resolución del Politburó del CC del 5 de marzo de 1940 y una nota del presidente del KGB, Shelepin, dirigida a Jrushov en 1959. En todas ellas abundan los errores semánticos y ortográficos, intolerables para documentos de ese nivel. Hay base suficiente para afirmar, que fueron preparados a comienzos de los años 90, a iniciativa del entorno de Yeltsin.
Existen testimonios y hechos incontestables y documentalmente demostrados, así como pruebas materiales directas, que indican que el fusilamiento no fue obra del NKVD de la URSS en la primavera de 1940, sino de las tropas de ocupación alemanas en otoño de 1941, tras la ocupación de Smolensk por tropas de la Wermacht. Sin embargo estás circunstancias son intencionadamente ignoradas y abiertamente silenciadas por las estructuras presidenciales y gubernamentales de Rusia.
Con el paso del tiempo muchos de esos mitos históricos y falsificaciones han sido desenmascarados y refutados. Entre ellos las leyendas sobre Lenin como espía alemán, de Stalin como agente de la policía secreta zarista, o los acuerdos secretos entre la NKVD soviética y la Gestapo alemana. Pero a pesar de todo, los intentos de falsificación y tergiversación de la historia nacional no cesan.
Debemos constatar a nuestro pesar, que la creación en 2009 de una comisión dependiente de la presidencia de la Federación de Rusia para contrarrestar las falsificaciones que dañan los intereses rusos, no ha servido para mejorar la situación. Los falsificadores continúan trabajando a pleno rendimiento.
El PCFR está decidido a continuar enfrentando los intentos de tergiversar la verdad histórica. Con ese fin seguirá utilizando las escrupulosas investigaciones de los historiadores, las publicaciones en nuestros órganos de prensa, las posibilidades de la tribuna parlamentaria y la labor de propaganda entre la población.
El Presidium del CC del PCFR considera imprescindible someter a consideración del presidente de la Federación de Rusia la necesidad de efectuar un control exhaustivo del estado de conservación de los archivos. Insistimos en que a instancias del jefe del estado le sea encomendada a la Fiscalía general de la Federación de Rusia y a los órganos de instrucción, la labor de investigar minuciosamente las circunstancias en que se produjo la falsificación de documentos relacionados con el fusilamiento de los oficiales polacos.
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