La entrevista de Sedov con Piatakov
El jefe de esta misión comercial que había venido de Rusia era T. Yuri Leonodovich Piatakov, antiguo adepto y admirador de Trotsky. Alto, delgado, bien vestido, con alta frente inclinada, tez pálida y perilla rojiza y bien recortada, este individuo parecia un profesor y no el conspirador veterano que realmente era. En 1927, después del proyectado putsch, Piatakov había sido el primer cabecilla trotskista que rompiera con su jefe y solicitara la readmisión en el Partido bolchevique. Hombre de reconocida habilidad para la organización y manejo de los negocios, logró conseguir varios empleos excelentes en las industrias soviéticas que se expandían rápidamente, inclusive cuando aún se hallaba deportado en Siberia. A fines de 1929 fue readmitido a prueba, luego ocupó sucesivas presidencias de juntas directivas para los proyectos de planes de industrias químicas y de transporte, y en 1931 ganó un escaño en el Supremo consejo económico, la principal institución soviética de planificación, siendo ese mismo año enviado a Berlín como jefe de una misión comercial especial para la compra de equipos industriales alemanes destinados al gobierno de su país.
De acuerdo con las indicaciones de Sedov, Iván Smirnov localizó a Piatakov en su oficina de la capital alemana, comunicándole que el primero también estaba en Berlín y tenía para él un mensaje particular de su padre. Días más tarde se reunieron los dos individuos, y he aquí cómo Piatakov relata el encuentro:
No lejos del jardin zoológico de la plaza, hay un café que llaman Am Zoo. Me dirigí allí y vi a León Sedov sentado delante de una pequeña mesa; nos habíamos conocido muy bien en el pasado. Dijo que no me hablaba en nombre suyo sino en el de su padre, y que éste, sabiendo que yo me encontraba en Berlín, le había dado órdenes categóricas de buscarme, verme y hablar conmigo personalmente. Afirmó que Trotsky no había desechado por un momento la idea de reanudar la lucha contra el mando de Stalin, que si bien reinaba una calma temporal, era debido en parte a los repetidos viajes del líder de un pais a otro, pero que ya las hostilidades habían comenzado, lo cual quería hacerme saber éste por mediación de Sedov... Después me preguntó lisa y llanamente: Mi padre quiere saber si usted, Piatakov, intenta tomar parte en esta lucha. ¿Qué decide? Di mi consentimiento.
Sedov pasó entonces a instruirle sobre las líneas que Trotsky se proponía seguir para reorganizar la oposición:
Pasó a bosquejar la índole de los nuevos métodos de lucha; no podía pensarse ni por un instante en desarrollar una lucha de masas, cualquiera que ésta fuese, en organizar ningún movimiento de masas, pues si así lo hacíamos lo íbamos a lamentar inmediatamente. Trotsky se pronunciaba firmemente por el derrocamiento forzoso del régimen de Stalin a través de procedimientos de terrorismo y sabotaje. Más adelante añadió que el jefe llamaba la atención sobre el hecho de que una lucha confinada en una sola nación resultaría absurda, y que no había posibilidad de evadir la cuestión internacional. Que en esta lucha debíamos preparar también la solución necesaria al problema internacional, o mejor dicho, de los problemas entre los Estados. Cualquiera que relegue a lugar secundario estas cuestiones, concluyó Sedov repitiendo las mismas palabras de su padre, firma su propio certificado de indigencia.
Pronto tuvo lugar una segunda entrevista entre ambos, y esta vez declaró Sedov: Tiene que comprender, Yuri Leodonovich, que a pesar de que la lucha ya haya sido reanudada, se necesita dinero, y usted es el que puede proporcionar los fondos necesarios. Después aclaró cómo podía hacerse semejante cosa. En su condición oficial de representante comercial del Gobierno soviético en Alemania, Piatakov podía situar tantas órdenes de compra como fuese posible a las dos firmas alemanas Borsig y Demag. No tenía que ser particularmente exacto en cuanto a los precios al tratar estos asuntos, y además Trotsky ya tenía hecho un trato con Borsig y Demag. Usted les pagará a ellos los precios más elevados, explicó Sedov, pero ese dinero servirá para nuestra labor (2).
En 1931 también había otros dos oposicionistas secretos en Berlín a los que Sedov puso a trabajar en el nuevo aparato trotskista. Eran Alexei Shestov, ingeniero de la misión comercial que encabezaba Piatakov y Serguei Bessonov, miembro de la representación comercial de la U.R.S.S. en esa ciudad.
Bessonov, antiguo social-revolucionario, era un individuo rechoncho, de apariencia suave y trigueña, en la plenitud de los cuarenta. La representación comercial en Berlín, de la cual formaba parte, era la agencia comercial soviética más centralizada en Europa, ya que mantenía negociaciones de esta clase con diez naciones diferentes. Bessonov mismo se hallaba establecido permanentemente en la capital alemana, por lo que resultaba la persona indicada para servir de punto de enlace entre los trotskistas rusos y su desterrado líder. Se dispuso, que las comunicaciones secretas de aquéllos desde Rusia serían enviadas a Bessonov a Berlín, y que éste, a su vez las trasladaría a Sedov o a Trotsky.
La entrevista de Sedov con Shestov
Alexei Shestov tenía una personalidad diferente, y el trabajo que le fue encomendado se avenía idealmente a su temperamento. Estaba llamado a ser uno de los principales organizadores de las células de espionaje y sabotaje alemán trotskista en Siberia, donde era miembro de la junta directiva del Trust del carbón oriental y siberiano. Apenas había cumplido los treinta años. En 1923, siendo alumno en el instituto de minas de Moscú, se había sumado a la oposición trotskista, y en 1927 había dirigido una de las imprentas secretas de esa misma ciudad. Era delgado, de ojos claros y de disposición intensa y violenta, no obstante su juventud. Había seguido a Trotsky con verdadero fanatismo, y le agradaba jactarse de haberse encontrado con él personalmente en varias oportunidades. Lo consideraba el líder, y en esta forma era como invariablemente se refería a Trotsky.
No vale la pena ponerse a esperar tiempos mejores, le dijo Sedov al encontrarlo en Berlín. Tenemos que actuar con todas nuestras fuerzas, emplear todos los procedimientos de que disponemos, en una política activa para desacreditar el gobierno y la política de Stalin. Trotsky sostenía que la única vía correcta, difícil pero segura, era eliminar por la fuerza, o sea, por el terrorismo, a Stalin, y a sus jefes del gobierno.
Verdaderamente nos hemos metido en un callejón sin salida, convino Shetov enseguida. ¡Hay que deponer las armas o planear un nuevo camino de lucha!
Sedov le preguntó si conocía a un industrial alemán llamado H. Dehlmann, contestando Shestov que sí lo conocía de referencias. Se trataba de uno de los directores de la casa Frolich-Klüpfel-Dehlmann, y muchos de los ingenieros de la firma estaban empleados en las minas del oeste de Siberia, donde el propio Shestov trabajaba. Continuó informándole que debía ponerse en contacto con Dehlmann antes de regresar a la Rusia soviética. La empresa Dehlmann, explicó Sedov, pudiera ser de gran utilidad a la organización trotskista para su propósito de minar la economía del Soviet en Siberia. Delhmann ya estaba ayudando a pasar la propaganda y los agentes trotskistas a la U.R.S.S. En cambio, Shestov podía proporcionarle determinados informes referentes a las nuevas minas e industrias siberianas en las cuales estaba especialmente interesado el director alemán.
— ¿Me está usted aconsejando tratar con la empresa?— preguntó Shestov.
— ¿Y qué hay de terrible en ello? -repuso el otro- Si ellos nos hacen un favor, ¿por qué no habríamos nosotros de hacérsela a ellos suministrándoles dichos informes?
— ¡Usted me está proponiendo sencillamente que me convierta en espía! - exclamó Shestov.
Su interlocutor se encogió de hombros.
— Es absurdo emplear esas palabras— replicó. En una lucha como ésta no es razonable tener tantos escrúpulos. Si acepta el terrorismo, si acepta el sabotaje en la industria, no puedo comprender en absoluto por qué usted no puede estar de acuerdo con ésta que le propongo.
Transcurridos pocos días Shestov habló con Smirnov y le contó la conversación que había tenido con el hijo de Trotsky.
— Me ordenó entablar relaciones con la firma Frolich-Klüpfel-Dehlmann -le dijo-. Abiertamente me propuso entrar en relaciones con una empresa dedicada al espionaje y también al sabotaje en el Kuzbas, en cuyo caso yo tendría que convertirme en un espía y un saboteador.
— No siga lanzando palabras tan gruesas como esas de espía y saboteador -exclamó Smirnov-. El tiempo vuela y es necesario actuar... ¿Qué es lo que le sorprende en esa posibilidad, tenida en cuenta por nosotros, de derribar el gobierno de Stalin movilizando todas las fuerzas contrarrevolucionarias en el Kuzbas? ¿Qué halla de terrible en reclutar agentes alemanes para este trabajo? No hay otro camino, y tenemos que aceptarlo.
Shestov quedó en silencio hasta que su interlocutor le preguntó:
— Bueno, ¿cuál es su parecer?
— No tengo parecer personal -contestó-. Hago lo que nuestro líder nos ha señalado, prestar atención y esperar órdenes.
Antes de abandonar Berlín, Shestov se entrevistó con Dehlmann, director de la casa alemana que financiaba a Trotsky, y fue enganchado en el Servicio secreto militar alemán con el seudónimo de Aloysha. A propósito de esto, escribió: Me entrevisté con el director de esta firma, Dehlmann, y con su ayudante Koch, y cuanto conversamos allí se puede resumir como sigue: en primer lugar, había que continuar suministrándoles informes secretos por medio de los representantes de la firma Frolich-Klüpfel-Dehlmann que trabajaban en la presa de Kuznetsk, los cuales colaborarían junto con los trotskistas en la organización de diversas labores de destrucción. También se habló de que la empresa a su vez nos ayudaría y nos enviaría más gente para las necesidades de nuestro movimiento... nos ayudarían en todos sentidos, a llevar a los partidarios de Trotsky al poder (3).
Al volver a la Rusia soviética Shestov trajo una misiva que Sedov le había dado para Piatakov, quien había ya regresado a Moscú. Shestov la había escondido en la suela de uno de sus zapatos, y la entregó al interesado en la comisaría de Industrias pesadas. Era del propio Trotsky, escrita desde Prinkipo, y delineaba las tareas inmediatas que debía realizar la oposición en la Unión Soviética.
La primera de esas tareas consistía en utilizar todos los medios posibles para hacer caer a Stalin y sus asociados. Quería decir terrorismo.
La segunda consistía en unificar todas las fuerzas anti-stalinistas. Quería decir colaboración con el Servicio secreto militar alemán y con cualquier otra fuerza antisoviética capaz de trabajar con la oposición.
La tercera tarea era contrarrestar todas las medidas que tomaran el Gobierno soviético y el Partido, especialmente en el terreno económico. Quería decir sabotaje.
Piatakov sería el primer lugarteniente de Trotsky, encargado de toda la maquinaria conspirativa dentro de la Rusia soviética.