Sobre rechazos y arrepentimientos
Por Pablo Zárate - Militante de Iniciativa Comunista
Miércoles 9 de febrero de 2011
El anuncio efectuado por la izquierda abertzale sobre la constitución de una organización política cuyos estatutos se ajustan milimétricamente a la legislación vigente, ley de partidos incluida, ha levantado, pese a ser una noticia esperada, un enrome revuelo. Tanto los representantes de las organizaciones políticas que sustentan el sistema emanado de la reforma como sus medios oficiosos, columnistas y tertulianos de la llamada “brunete mediática”, se han apresurado a verter al respecto sus delirantes invectivas.
El frente de las filas gubernamentales, el “galoso” Rubalcaba, disimulando la satisfacción que le produce poder presentar el virtual fin del llamado conflicto vasco como uno de los escasos éxitos del ejecutivo, anuncia que someterá a la nueva formación a la investigación de los Tribunales, con especial énfasis en detectar la posible presencia en el nuevo partido de personas condenadas por pertenencia y/o colaboración con banda armada, sin que nos conste que, en coherencia con ese criterio, haya hasta la fecha solicitado a sus compañeros de partido José Barrionuevo y Rafael Vera, condenados en firme por pertenencia a banda armada y huéspedes durante un (corto) periodo de tiempo de la Prisión de Guadalajara, al menos la devolución del carnet, ni por supuesto de lo cobrado con cargo a los fondos reservados, ni que haya sometido a los Tribunales la investigación de las declaraciones efectuadas en un diario de gran tirada por su ex jefe Felipe González (a quien en otro tiempo algunos medios señalaban como el Señor X de los GAL), en el sentido de que tuvo que decidir si volaba o no la cúpula de ETA.
En las filas del PP y adláteres se ha recibido la noticia con pública hostilidad, dividiéndose la hora entre quienes exigen un periodo de “cuarentena”, como si las personas de la izquierda abertzale estuvieran infectadas de un virus, a ver si después de cuarenta semanas, o meses, o años (no se especifica), terminan dando unos goras a la Guardia Civil, prueba evidente de su curación; y, por otro lado, quienes imbuidos de espíritu vaticanista postulan poner como condición de legalización el arrepentimiento de los pecados por parte de las gentes independentistas. Deben pues, en opinión de dichos pontífices, seguir el preclaro ejemplo de Franco y Carrero que, tras la confesión (estos si, en privado ante un sacerdote), se arrepentían y comulgaban para volver a pecar al día siguientes. Es esta la fórmula ideal, en suma, para quienes ni han condenado, ni rechazado, ni tan siquiera lamentado el franquismo (periodo de extraordinaria placidez, para Mayor Oreja), y entienden los fusilamientos en cunetas, los consejos de guerra y los niños robados por los franquistas (alguno de ellos podría ser hoy en día, ignorante de su origen, tertuliano de intereconomía o de libertad digital ¿Quién sabe?) todo lo más como pecadillos excusables en aras de la reconciliación.
Sociatas y peperos coinciden en lo fundamental; ninguno rechaza toda la violencia, no rechazan la tortura que sistemáticamente se practica en cuarteles y comisarías, no rechaza la represión de las movilizaciones populares, ni los desahucios de las personas hipotecadas sin recursos, ni los despidos masivos… Violencias todas ellas emanadas del Estado cuyo monopolio aspiran a consagrar.
La propuesta de la izquiera abertzale es en este sentido mas clara que la de tantos “profesores de democracia” que guardan en su fondo de armario el vinilo con el himno falangista “Cara al sol”. Tras un amplio debate, han decidido tomar una iniciativa para intentar superar las situación de estancamiento que vive Euskal herría; una decisión que sin duda ha debido ser dolorosa para miles de personas que han entregado años y vidas en la lucha por los derechos nacionales y sociales de su pueblo.
Una persona que tuviera cierta ecuanimidad (caso de haberla), aconsejaría ahora a los poderes del Estado que acogieran favorablemente este paso y lo acompañaran a su vez con medidas valientes, pero me temo que éstos no aceptarán que una fuerza que se reclama independentista y socialista pueda defender tranquilamente sus planteamientos; está en juego lo de siempre. Espero equivocarme.
Pablo Zárate
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