Un fantasma recorre África, por A. Bagauda
El fantasma de la revolución, que busca acabar con siglos de expolio, dominación y opresión, del colonialismo e imperialismo. África despierta. África vuelve a levantar su voz y dice ¡Basta! Las ansias de libertad de sus pueblos son imparables. Empiezan a sacudirse el yugo del imperialismo y sus compinches, las oligarquías locales.
En Túnez la chispa se ha transformado en llama, que se ha extendido a los pueblos del Magreb y árabes, a Egipto, Libia, Bahrein, Argelia, Yemen, Omán,… Se alzan contra la tiranía y la opresión, por la libertad, el pan y unas condiciones de vida dignas.
El 17 de diciembre, esa chispa prendía en Túnez. Las vastas movilizaciones populares (1) dieron su primer fruto el 14 de enero: el asesino y corrupto Ben Alí salía del país. Se había acabado con el dictador, mas no con la dictadura. La estructura del Régimen quedaba intacta: Gobierno, Parlamento, Magistratura, fuerzas y órganos represivos…,
Subrayábamos, entonces, la importancia del llamamiento que hizo el PCOT, a la cabeza de la lucha popular, el 10 de enero, apostando por la ruptura política para garantizar un verdadero cambio económico y social: «Consideramos que ese anhelado cambio exige la marcha de Ben Alí, la disolución de las instituciones fantoches del actual régimen y la instauración de un gobierno provisional que se plantee la organización de elecciones libres y transparentes. Esas elecciones permitirán instaurar una constituyente encargada de elaborar una nueva constitución que plantee el esbozo de una República realmente democrática, que establezca la soberanía del pueblo…».
El miedo del régimen a las masas populares, a la profundización de la revuelta por una ruptura democrática que pusiera en peligro los intereses del imperialismo y de la oligarquía tunecina, motivó el decreto del Estado de Emergencia del día 14 de enero, los llamamientos del nuevo Presidente, Fuad Mebaza, y del Primer Ministro, Mohamed Ghannuchi, a la normalidad y su propuesta de un “Gobierno de concentración nacional”, aplaudida por el Ejecutivo español. Todo, como parte de una operación de sensata “transición”, al estilo de la española, donde algo se cambia para que todo quede igual; donde nuevos “collares” se ponen a “los mismos perros”.
Sin embargo, el pueblo tunecino no se dejaba engañar y mantenía (y mantiene) vivo el proceso revolucionario. Se frustra, de momento, una operación que en nuestro país tuvo éxito gracias a renuncias y traiciones. En este contexto surgió, recogiendo el anhelo de cambio del pueblo de Túnez, el «FRENTE 14 DE ENERO» (2), frente popular constituido por «los partidos, las fuerzas y organizaciones nacionales progresistas y democráticas» que tiene como fin el de «impulsar la revolución de nuestro pueblo para lograr sus objetivos y enfrentarse a las fuerzas de la contrarrevolución» y, entre sus principales tareas, las de «Formación de un gobierno provisional que tenga la confianza del pueblo…», «el desmantelamiento de la estructura política del anterior régimen, así como la preparación de elecciones a una asamblea constituyente…», la «Creación de puestos de trabajo para los desempleados, y medidas urgentes para subvencionar a los parados» y la «Construcción de una economía nacional al servicio del pueblo en la que los sectores vitales y estratégicos estén bajo la supervisión del Estado».
Las victorias de los jóvenes, trabajadores y pueblo de Túnez fueron ejemplo para otros pueblos. Miles de yemeníes tomaban la calle en distintas ciudades para exigir que se vaya, después de 30 años, Abdalá Saleh (hasta ahora aliado clave de EEUU), contra la carestía de los alimentos, la corrupción y el nepotismo, y por el trabajo. En Jordania, después de varias semanas de protestas y movilizaciones, debidas a la alta tasa de paro y a los elevados precios de los productos de primera necesidad, dimitía el Gobierno en pleno.
En Egipto, aliado estratégico, vital, de Israel y de EEUU, las masas echaban el pasado 11 de febrero a Hosni Mubarak después de 18 días de continuas movilizaciones, donde han jugado un papel muy importante las protagonizadas por la clase obrera. Las manifestaciones continúan. El pueblo está alerta.
En Libia estallaba a mediados de febrero la revuelta popular que ha ido creciendo, rompiendo el régimen y, a día de hoy, tiene acorralado a Muamar el Gadafi y sus acólitos, que ha reprimido a los ciudadanos a sangre y fuego.
En nuestro país vecino, Marruecos, se daban expresiones de solidaridad con los pueblos de Túnez y Egipto. El 31 de enero varios centenares de personas se manifestaban en Rabat, frente la embajada de Egipto, en torno a lemas como «Todos somos egipcios» o «Abajo la dictadura, viva la democracia». Una democracia que para la ínclita Trinidad Jiménez, que está actuando como caja de resonancia de Mohamed VI, es un hecho: «La situación en Túnez y en Egipto es diferente a la de Marruecos», que «inició hace ya unos años un proceso de apertura democrática que hace que no haya ningún tipo de riesgo». Sin embargo, los problemas políticos, económicos y sociales son parecidos. El camarada Abdalá El Harif, Secretario General de Vía Democrática, declaraba sobre una posible revuelta en Marruecos «que es muy difícil prever, pero las condiciones económicas y sociales entre Marruecos, Túnez y Argelia son similares»; «en Marruecos existe el control del régimen del Majzen (denominación histórica del régimen político marroquí), que estafa y oprime al pueblo de manera terrible» (EFE, Rabat, 31/01/2011). Las manifestaciones se suceden, han ido creciendo en número y ciudadanos y han pasado de la solidaridad con los pueblos hermanos a dirigirse contra su propio régimen monárquico. La Secretaría Nacional de Vía Democrática hacía, el pasado 5 de febrero, un llamamiento “a las masas populares a la lucha por un cambio democrático radical” y urgía al “desmantelamiento de las estructuras majzenianas del Estado y todos los aparatos de represión”, al “establecimiento de una nueva Constitución democrática” y a la construcción de “Una economía basada en una planificación económica nacional independiente, apoyada en un amplio sector público a través de la nacionalización de toda la industria estratégica del país, su importante industria minera, la nacionalización de los bancos y el control de los grupos financieros”.
Ayer, 27 de febrero, la revolución tunecina echó abajo al Primer Ministro, Mohamed Ghannuchi, porque “Las huelgas, manifestaciones y concentraciones se multiplican en Túnez, el CNSR se populariza y la gente se organiza en los comités locales” (3). Hay una estructura que la mantiene viva y fuerzas políticas que la animan: el pasado 11 de febrero se constituyó en Túnez el Comité por el Congreso Nacional de Salvaguarda de la Revolución (CNSR) que engloba un total de 28 organizaciones entre las que se encuentran las del citado Frente, creándose comités a nivel local, regional y nacional, que permiten estructurar e impulsar la revolución adelante.
Los levantamientos populares en el Magreb y países árabes, para que lleguen a garantizar y consolidar las reivindicaciones sentidas y expresadas por los pueblos en las luchas, deben impulsarse sin desfallecer, en un sentido progresista, y consumarse en revoluciones democráticas que rompan con las autocracias y derroten a la clase, hasta ahora, dominante.
Dichas revoluciones darían a luz estados democráticos y populares que sentarían las bases para una mejora de las condiciones de vida de las clases y sectores populares y cambiarían la correlación de fuerzas a nivel internacional a favor de los pueblos, debilitando enormemente al imperialismo, especialmente el yanqui y el europeo. La transcendencia, pues, de los acontecimientos en el Magreb y en algunos países árabes puede ser enorme, histórica.
Las oligarquías, como hemos visto desde el mismo inicio de las revueltas populares, se van a oponer con todas sus fuerzas a que les arrebaten el poder, utilizando la represión y falsas transiciones al dictado del imperialismo. A nadie se le escapa que éste ha movido sus peones ante una situación revolucionaria que se le ha presentado (4) para intentar canalizarla, limitar su alcance y “encorsetar el espíritu revolucionario” de los pueblos con formas políticas asumibles por él, de manera que no se ponga en jaque sus intereses económicos y geoestratégicos en la zona. Siempre lo ha hecho así. Siempre lo hará, mientras exista.
Por eso, mientras las masas populares tunecinas se movilizaban «para echar abajo el gobierno de “Unidad Nacional”, nos imponían un gobierno modificado, dirigido por Mohamed Ghannuchi, con claras evidencias de la intromisión de Feltman, el Secretario de Estado de los EEUU. Este gobierno es la continuación de la dictadura y la tiranía, y fue dictado por las fuerzas imperialistas de los EEUU y de los estados europeos, que han llevado a nuestro país al paro, el empobrecimiento y la marginación que estamos sufriendo» (5). En El País del día 3 de febrero, antes de la caída de Mubarak, leíamos que B. Obama había mandado a Egipto al emisario Frank Wisner: «Nadie ha dicho oficialmente cuál es su trabajo, pero nadie ha negado tampoco que esté ayudando a preparar la transición». «El modelo de transición que está patrocinando EEUU es el inicio de un diálogo entre todos estos sectores [Ejército, partidos políticos y autoridad religiosa] con el fin de crear un gobierno transitorio de coalición que haga la reformas que conduzcan a unas elecciones democráticas». En relación con Libia, EEUU ofrecía hace un par de días a las “fuerzas rebeldes” “cualquier tipo de ayuda”, más allá de la humanitaria, que si en un primer momento puede ser de “apoyo logístico e inteligencia”, no obsta para que también lo sea militar.
Los imperialismos estadounidense y europeo, hasta ayer aliados estratégicos y sostén de las satrapías de Túnez y Egipto y, en la última década, de Libia, se adaptan a la situación creada y piden «reformas», «elecciones libres», «justicia social», hacen llamamientos a la «no violencia» (6) porque saben que la revolución, guste o no y en mayor o menor medida, es un proceso violento. Piden una «transición rápida [no sea que la cosa se les vaya de las manos] y ordenada», porque el ímpetu de las masas puede ser peligroso. La UE plantea un Plan Marshall para el Magreb, impulsado, entre otros, por el que se erige en adalid de la transición en aquella zona, el señor Zapatero, el mismo que visitaba en junio de 2010 en Trípoli a Gadafi y que en diciembre de 2007 le recibía en su primera visita oficial (y a todo su séquito de 300 personas) meses después de que se conociera (febrero de 2007) que Repsol YPF había descubierto en Libia el mayor pozo de petróleo de su historia.
El imperialismo y las oligarquías locales son los principales enemigos de los pueblos árabes. Son enemigos poderosos que requieren, para su derrota, la unidad de las fuerzas populares y la del pueblo en torno a un programa de verdadero cambio. En este sentido, entendemos que Túnez ha dado al mundo no sólo un ejemplo de lucha, sino de organización de esa lucha con la creación del “Frente 14 de enero” y de los comités para el CNSR. Un frente o bloque popular, en las condiciones presentes, es la mejor herramienta de la que se pueden dotar los pueblos en lucha para conjurar el peligro interno y externo, que también debe ser combatido desde el internacionalismo proletario y la solidaridad internacional.
28 de febrero
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(1) Un «movimiento popular (que) está impregnado de reivindicaciones laicas y de izquierda», donde «Los islamistas no han jugado ningún papel» (Hamma Hammami, portavoz del PCOT, entrevista publicada en L’Humanité, el 17 de enero de 2011).
(2) Ver www.pceml.info
(3) Samir Hammouda, representante del Partido Comunista de los Obreros de Túnez (PCOT) en Francia. En: Baudouin Deckers, “Creación del Comité por el Congreso Nacional de la Salvaguarda de la Revolución”. 15 febrero de 2011. Véase www.pceml.info.
(4) En relación con los acontecimientos en el Magreb, hemos podido leer algunos artículos en los que se afirma que no son casualidad, que han sido urdidos, promovidos, por el imperialismo. Esta afirmación es doblemente peligrosa porque, por un lado, lleva a la conclusión de que no hay que apoyar e impulsar las revueltas. Por el otro, se deifica al imperialismo presentándole como omnipresente, sumo hacedor, lo que paraliza el espíritu revolucionario de los pueblos. Sin dejar de subrayar el papel del imperialismo, no menos cierto es que han sido las masas populares, echadas a la calle, las que han echado a Ben Alí y a H. Mubarak y quieren hacer lo propio con Gadafi.
(5) «TÚNEZ: La revolución debe continuar hasta alcanzar sus objetivos. Declaración del Frente 14 de Enero», de 28 de enero de 2011.
(6) Hasta el mismo día de la fuga de Ben Alí, Francia estaba dispuesta a enviarle material antidisturbios y a enseñar a la policía tunecina pedagógicas formas de represión.
http://www.pceml.info/2011/03/01/un-fantasma-recorre-africa-por-a-bagauda/