De este modo, entramos de lleno en la cuestión de las relaciones entre el Partido y la clase, entre los miembros del Partido y los sin-partido de la clase obrera.
Lenin las define como relaciones de "confiaza mutua entre la vanguardia de la clase obrera y la masa obrera" (v. t. XXVI, pág. 235).
¿Qué significa esto?
Significa, en primer lugar, que el Partido debe estar muy atento a la voz de las masas; que debe tener muy en cuenta el instinto revolucionario de las masas; que debe estudiar la experiencia de la lucha de las masas, comprobando a través de ella si su política es acertada; que, por tanto, no sólo debe enseñar a las masas, sino también aprender de ellas.
Significa, en segundo lugar, que el Partido debe conquistar, día tras día, la confianza de las masas proletarias; que, mediante su política y su labor, debe ganarse el apoyo de las masas; que no debe ordenar, sino ante todo persuadir, ayudando a las masas a convencerse por propia experiencia de lo acertado de la política seguida por el Partido; que, por tanto, debe ser el dirigente, el jefe y el maestro de su clase.
Faltar a estas condiciones equivale a infringir las relaciones que deben existir entre la vanguardia y la clase, quebrantar la "confianza mutua" y destruir tanto la disciplina de clase como la de partido.
"Seguramente -- dice Lenin --, hoy casi todo el mundo ve ya que los bolcheviques no se hubieran mantenido en el Poder, no digo dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio, sin la disciplina rigurosísima, verdaderamente férrea, de nuestro Partido, sin el apoyo total e incondicional prestado e él por toda la mesa de la clase obrera, es decir, por todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir tras de sí o de arrastrar a las capas atrasadas." (v. t. XXV, pág. 173)
"La dictadura del proletariado -- dice Lenin más adelante -- es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa, contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones y decenas de millones de hombres es la fuerza más terrible. Sin un partido férreo y templado en la lucha, sin un partido que goce de la confianza de todo lo que haya de bonrado dentro de la clase , sin un partido que sepa pulsar el estado de espíritu de las masas e influir sobre él, es imposible llevar a cabo con éxito esta lucha." (v. t. XXV, pág. Igo)
Pero ¿cómo adquiere el Partido esta confianza y este apoyo de la clase? ¿Cómo se forja en la clase obrera la férrea disciplina, necesaria para la dictadura del proletariado? ¿Sobre qué terreno brota?
He aquí lo que dice Lenin a este respecto:
"¿Cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado? ¿Cómo se comprueba? ¿Cómo se refuerza? Primero, por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de ligarse, de acercarse y, hasta cierto punto, si queréis, de fundirse con las más amplias masas trabajadoras, en primer término con las masas proletarias, pero también con las masas trabajadoras no proletarias. Tercero, por lo acertado de la dirección política que ejerce esta vanguardia, por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, no es posible la disciplina en un partido revolucionario verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente a través de una labor prolongnda, a través de una dura experiencia; su formación sólo se facilita con una acertada teoría revolucionaria que, a su vez, no es un dogma, sino que sólo se forma definitivamente en estrecha relación con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario." (v. t. XXV, pág. 174)
Y en otro lugar:
"Para alcanzar la victoria sobre el capitalismo, hace falta una correlación acertada entre el partido dirigente -- el Partido Comunista --, la clase revolucionaria -- el proletariado -- y las masas, es decir, la totalidad de los trabajadores y explotados. Sólo el Partido Comunista, si realmente forma la vanguardia de la clase revolucionaria, si encuadra a los mejores representantes de la misma, si está formado por comunistas conscientes y fieles a carta cabal, instruidos y templados en la experienca de una tenaz lucha revolucionaria, si ha sabido ligarse inseparablemente a toda la vida de su clase y, a través de ella, a toda la masa de los explotados, e inspirar a esta clase y a esta masa confianza plena; sólo un partido de esta naturaleza es capaz de dirigir al proletariado en la lucha más implacable, en la lucha decisiva, en la lucha final, contra todas las fuerzas del capitalismo. Por otra parte, sólo bajo la direccion de un partido de esta naturaleza puede el proletariado desplegar toda la potencia de su empuje revolucionario, reduciendo a la nada la inevitable apatía -- en ocasiones resistencia -- de esa pequeña minoría que integran la aristocracia obrera, corrompida por el capitalismo, los viejos líderes de las tradeuniones y de las cooperativas, etc.; sólo así puede el proletariado desplegar toda su fuerza, que, por la estructura económica misma de la sociedad capitalista, es inconmensurablemente mayor que la proporción que representa en la población." (v. t. XXV, pág. 315)
De estas citas se desprende lo siguiente:
1) que el prestigio del Partido y la disciplina férrea de la clase obrera, indispensables para la dictadura del proletariado, no se basan en el temor ni en los derechos "ilimitados" del Partido, sino en la confianza que la clase obrera deposita en el Partido, en el apoyo que la clase obrera presta al Partido;
2) que la confianza de la clase obrera en el Partido no se adquiere de golpe ni por medio de la violencia sobre la clase obrera, sino mediante una larga labor del Partido entre lasmasas, mediante una acertada poiítica del Partido, por la capacidad del Partido para lograr que las masas se persuadan por propia experiencia de lo acertado de la política del Partido, por la capacidad del Partido para asegurarse el apoyo de la clase obrera y hacer que le sigan las masas de la clase obrera;
3) que sin una acertada política del Partido, reLorzada por la experiencia de la lucha de las masas, y sin la confianza de la clase obrera, no hay ni puede haber verdadera labor de dirección del Partido;
4) que el Partido y su dirección, si este goza de la confianza de la clase y si esa dirección es una verdadera dirección, no pueden ser opuestos a la dictadura del proletariado, pues sin la dirección del Partido ("dictadura" del Partido), que goza de la confianza de la clase obrera, no puede haber una dictadura del proletariado más o menos estable.
Si no se dan estas condiciones, el prestigio del Partido y la disciplina férrea de la clase obrera seran frases hueras o baladronadas y afirmaciones aventuradas.
No se puede contraponer la dictadura del proletariado a la direccion ("dictadura") del Partido. No se puede, puesto que la labor de dirección del Partido es lo principal de la dictadura del proletariado, si se trata de una dictadura más o menos estable y completa, y no como, por ejemplo, la Comuna de París, que fue una dictadura incompleta e inestable. No se puede, puesto que la dictadura del proletariado y la labor de dirección del Partido siguen, por decirlo así, una misma línea de trabajo, actúan en la misma dirección.
"El solo hecho -- dice Lenin -- de plantear la cuestión de '¿dictadura del Partido o dictadura de la clase?, ¿dictadura (partido) de los jefes o dictadura (partido) de las masas?', atestigua la más increible e irremediable confusión de ideas. . . De todos es sabido que las masas se dividen en clases. . . , que las clases están, habitualmente y en la mayoría de los casos, por lo menos en los países civilizados modernos, dirigidas por partidos políticos; que los partidos políticos estan dirigidos, por regla general, por grupos más o menos estables, integrados por las persorlas más prestigiosas, influyentes y expertas, elegidas para los cargos de mayor responsabilidad y llamadas jefes. . . Llegar . . . a contraponer la dictadura de las masas a la dictadura de los jeres es un absurdo ridículo y una necedad." (v. t. XXV, págs. 187 y 188)
Esto es muy cierto. Pero esta tesis acertada parte de la premisa de que existan relaciones acertadas entre la vanguardia y las masas obreras, entre el Partido y la clase. Parte del supuesto de que las relaciones entre la vanguardia y la clase sigan siendo, por decirlo asi, normales, se mantengan dentro de los límites de la "confianza mutua".
Ahora bien, ¿y si son infringidas las relaciones acertadas entre la vanguardia y la clase, las relaciones de "confianza mutua" entre el Partido y la clase?
¿Y si el propio Partido comienza a ponerse, de un modo o de otro, frente a la clase, violando los principios en que se basan las relaciones acertadas con la clase, violando los principios en que se basa la "confianza mutua"?
¿Pueden darse, en general, casos de éstos?
Sí, pueden darse.
Y pueden darse:
1) si el Partido comienza a erigir su prestigio entre las masas, no sobre la base de su labor y de la confianza de estas masas, sino sobre la base de sus derechos "ilimitados";
2) si la política del Partido es manifiestamente falsa, y el Partido no quiere revisarla ni corregir su error;
3) si, aun siendo su política, en general, acertada, las masas no están todavia preparadas para asimilarla, y el Partido no quiere o no sabe esperar a que las masas puedan convencerse por su propia experiencia de lo acertado de la política del Partido y trata de imponérsela.
La historia de nuestro Partido ofrece toda una serie de casos de éstos. Diversos grupos y fracciones de nuestro Partido han fracasado y se han disgregado por haber faltado a una de estas tres condiciones, y a veces a las tres juntas.
Pero de aquí se desprende que contraponer la dictadura del proletariado a la "dictadura" (dirección) del Partido, sólo puede reputarse falso en los casos siguientes:
1) si la dictadura del Partido respecto a la clase obrera no se entiende como una dictadura en el sentido directo de esta palabra ("Poder que se apoya en la violencia"), sino tal y precisamente como la entiende Lenin: como la dirección del Partido, que descarta toda violencia sobre la clase obrera en su conjunto, sobre su mayoría;
2) si el Partido cuenta con las condiciones necesarias para ser el verdadero dirigente de la clase; es decir, si la política del Partido es acertada, si esta política corresponde a los intereses de la clase;
3) si la clase, si la mayoría de la clase acepta esta política, la hace suya, se convence, gracias a la labor del Partido, de lo acertado de esta política, confía en el Partido y lo apoya.
Si se falta a estas condiciones, surge inevitablemente un conflicto entre el Partido y la clase, una escisión entre ellos, su contraposicion.
¿Se puede, acaso, imponer por la fuerza a la clase la direccion del Partido? No, no se puede. En todo caso, semejante dirección no podría ser más o menos duradera. El Partido, si quiere mantenerse como Partido del proletariado, debe saber que, ante todo y sobre todo, es el dirigente, el jefe y el maestro de la clase obrera. No podemos olvidar las palabras escritas por Lenin a este propósito en el folleto El Estado y la revolución:
"Educando al Partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar el Poder y de conducir a todo el pueblo al socialismo, de diligir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, el dirigente y el jefe de todos los trabajadores y explotados en la obra de organizar su propia vida social sin la burguesía y contra la burguesía." (v. t. XXI, pág. 386)
¿Puede, acaso, considerarse el Partido como el verdadero dirigente de la clase, si su política es desacertada, si su política choca con los intereses de la clase? ¡Naturalmente que no! En tales casos, el Partido, si quiere mantenerse como dirigente, debe revisar su política, debe corregir su política, debe reconocer su error y enmendarlo. En confirmación de esta tesis, podríamos remitirnos aunque sólo fuese a un hecho tomado de la historia de nuestro Partido: al período de la abolición del sistema de contingentación, cuando las masas obreras y campesinas estaban manifiestamente descontentas de nuestra política y cuando el Partido accedió, franca y honradamente, a revisar esa política. He aquí lo que dijo entonces Lenin, en el X Congreso, a propósito de la abolición del sistema de contingentación y de la implantación de la nueva política económica:
"No debemos tratar de ocultar nada, sino decir francamente que el campesinado está descontento de la forma de relaciones establecidas entre él y nosotros, que no quiere esa forma de relaciones y que no está dis puesto a seguir asi. Esto es indiscutible. Esta voluntad se ha manifestado de un modo resuelto. Es la voluntad de masas enormes de la población trabajadora. Debemos tenerla en cuenta, y somos políticos lo suficientemente sensatos para decir abiertamente: ¡Vamos a revisar nuestra política con respecto al campesinado! (v. t. XXVI, pág. 238)."
¿Puede, acaso, considerarse que el Partido debe asumir la iniciativa y la dirección en la organización de las acciones decisivas de las masas basándose sólo en que su política es, en general, acertada, si esta política no goza aún de la confianza y del apoyo de la clase, a causa, pongamos por ejemplo, del atraso político de ésta, si el Partido no ha logrado convencer aún a la clase de lo acertado de su política, a causa, pongamos por ejemplo, de que los acontecimientos no están todavía lo suficientemente maduros? No, no se puede. En tales casos, el Partido, si quiere ser un verdadero dirigente, debe saber esperar, debe convencer a las masas de lo acertado de su política, debe ayudar a las masas a persuadirse por experiencia propia de lo acertado de esta política.
"Si el partido revolucionario -- dice Lenin -- no cuenta con la mayoría dentro de los destacamentos de vanguardia de las clases revolucionarias ni dentro del país, no se puede hablar de insurrección." (v. t. XXI, pág. 282)
"Si no se produce un cambio en las opiniones de la mayoría de la clase obrera, la revolución es imposible, y ese cambio se consigue a través de la experiencia política de las masas" (v. t. XXV, pág. 221).
"La vanguardia proletaria está conquistada ideológicamente. Esto es lo principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia el triunfo. Pero de esto al triunfo hay todavía un buen trecho. Con la vanguardia sola es imposible triunfar. Lanzar sola a la vanguardia a la batalla decisiva, cuando toda la clase, cuando las grandes masas no han adoptado aún una posición de apoyo directo a esta vanguardia o, al menos, de neutralidad benévola con respecto a ella y no son completamente incapaces de apoyar al adversario, seria no sólo una estupidez, sino, además, un crimen. Y para que realmente toda la clase, para que realmente las grandes masas de los trabajadores y de los oprimidos por el capital lleguen a ocupar esa posición, la propaganda y la agitación, solas, son insuficientes. Para ello se precisa la propia experiencia política de las masas" (v. lugar citado, pág. 228).
Es sabido que así fue como procedió nuestro Partido durante el período que media entre las Tesis de Abril de Lenin y la insurreccion de Octubre de 1917. Y precisamente por haber actuado conforme a estas indicaciones de Lenin, fue por lo que triunfó en la insurrección.
Tales son, en lo esencial, las condiciones para que las relaciones entre la vanguardia y la clase sean acertadas.
¿Qué significa dirigir, si la política del Partido es acertada y no se infringen las relaciones acertadas entre la vanguardia y la clase?
Dirigir, en estas condiciones, significa saber convencer a las masas del acierto de la política del Partido; significa lanzar y poner en práctica consignas que lleven a las masas a las posiciones del Partido y les ayuden a convencerse por su propia experiencia del acierto de la política del Partido; significa elevar a las masas al nivel de conciencia del Partido y asegurar así el apoyo de las masas, su disposición para la lucha decisiva.
Por eso, el método fundamental en la dirección de la clase obrera por el Partido es el método de la persuasión.
"Si hoy, en Rusia -- dice Lenin --, después de dos años y medio de triunfos sin precedentes sobre la burguesía de Rusia y la de la Entente, estableciéramos como condición para el ingreso en los sindicatos el 'reconocimiento de la dictadura', cometeriamos una tontería, quebrantariamos nuestra influencia sobre las masas y ayudaríamos a los mencheviques, pues la tarea de los comunistas consiste en saber convencer a los elementos atrasados, en saber trabajar entre ellos, y no en aislarse de ellos mediante consignas sacadas de la cabeza e infantilmente 'izquierdistas'." (v. t. XXV, pág. 197)
Esto no significa, naturalmente, que el Partido deba convencer a todos los obreros, del primero al último; que sólo después de haberlos convencido a todos se pueda pasar a los hechos, que sólo entonces se pueda empezar a actuar. ¡Nada de eso! Significa únicamente que, antes de lanzarse a acciones políticas decisivas, el Partido debe asegurarse, mediante una labor revolucionaria prolongada, el apoyo de la mayoría de las masas obreras o, por lo menos, la neutralidad benévola de la mayoría de la clase. De lo contrario, carecería en absoluto de sentido la tesis leninista que plantea como condición indispensable para el triunfo de la revolución que el Partido conquiste a la mayoría de la clase obrera.]