¿Existe en nuestro Partido un peligro de derecha, un peligro oportunista? ¿Existen condiciones objetivas favorables para este peligro? ¿Cómo se debe luchar contra él? Esas son las cuestiones que hoy se nos plantean.
Pero no resolveremos el problema de la desviación de derecha si no dejamos a un lado todas las pequeñeces y todos los elementos extraños que lo envuelven y nos impiden comprender su esencia
No tiene razón Zapolski cuando cree que el problema de la desviación de derecha es un problema accidental. Zapolski afirma que el problema todo no es una desviación de derecha, sino chismes, intrigas personales, etc. Admitamos por un instante que aquí, como en toda lucha, desempeñen cierto papel los chismes y las intrigas personales. Pero explicarlo todo como efecto de chismes y no ver detrás de éstos el fondo del problema, es apartarse del camino acertado, del camino marxista.
No es posible que una organización tan grande, tan vieja, tan unida como lo es, sin duda, la organización de Moscú, pueda verse sacudida de arriba abajo y puesta en movimiento por unos cuantos chismosos o intrigantes. No, camaradas, tales milagros no suelen darse bajo la capa del cielo. Y no hablo ya de que no se puede apreciar tan a la ligera la fuerza y el poder de la organización de Moscú. Es evidente que aquí han actuado causas más profundas, que no tienen nada que ver ni con los chismes ni con las intrigas.
Tampoco tiene razón Fruntov, quien, aun reconociendo la existencia del peligro de derecha, no lo considera digno de que se ocupen a fondo de él gentes sensatas y serias. Según él, el problema de la desviación de derecha es un asunto propio de charlatanes y no de gente seria. Comprendo perfectamente a Fruntov, pues está tan absorbido por el trabajo práctico cotidiano, que no tiene tiempo de pararse a pensar en las perspectivas de nuestro desarrollo. Pero esto no quiere decir que debamos erigir en dogma de nuestro trabajo de edificación el practicismo estrecho de algunos militantes del Partido. El practicismo sano es buena cosa, pero si pierde de vista las perspectivas del trabajo y no supedita su labor a la línea fundamental del Partido, se convierte en un estorbo. Y sin embargo, no es difícil comprender que el problema de la desviación derechista es el problema de la línea fundamental de nuestro Partido, el problema de saber si es acertada o errónea la perspectiva de desarrollo trazada por nuestro Partido en su XV Congreso.
Tampoco tienen razón los camaradas que, al enjuiciar el problema de la desviación de derecha, lo centran todo en la cuestión de las personas que la encarnan. Señaladnos, dicen estos camaradas, a los derechistas o a los conciliadores, decidnos quiénes son, para que podamos ajustarles las cuentas. Este planteamiento del problema es equivocado. Naturalmente, las personas desempeñan cierto papel. Pero de lo que se trata aquí no es de las personas, sino de las condiciones, de la situación que engendra el peligro de derecha en el Partido. Se puede apartar a las personas, pero esto no quiere decir que, con ello, hayamos arrancado las raíces del peligro derechista en nuestro Partido. Por eso, la cuestión de las personas no resuelve el problema, aunque tiene un interés indudable.
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El triunfo de la desviación de derecha en los Partidos Comunistas de los países capitalistas supondría la derrota ideológica de los Partidos Comunistas y un fortalecimiento enorme de la socialdemocracia. ¿Y qué es un fortalecimiento enorme de la socialdemocracia? Es reforzar y robustecer el capitalismo, pues la socialdemocracia es el sostén fundamental del capitalismo dentro de la clase obrera.
Por tanto, el triunfo de la desviación de derecha en los Partidos Comunistas de los países capitalistas conduce al desarrollo de las condiciones necesarias para el mantenimiento del capitalismo.
La desviación de derecha en el comunismo, bajo las condiciones de desarrollo soviético, cuando el capitalismo ha sido ya derrocado, pero cuando todavía no han sido extirpadas sus raíces, significa la tendencia, la propensión de una parte de los comunistas -- sin forma definida aún, verdad es, y quizá inconsciente, pero propensión, a pesar de todo -- a apartarse de la línea general de nuestro Partido, inclinándose hacia la ideología burguesa. Cuando algunos círculos de nuestros comunistas intentan hacer que nuestro Partido se aparte, marchando hacia atrás, de los acuerdos del XV Congreso y niegan la necesidad de la ofensiva contra los elementos capitalistas del campo; o exigen que se reduzca nuestra industria, por entender que el rápido ritmo de su desarrollo actual es ruinoso para nuestro país; o niegan la conveniencia de las asignaciones para la organización de koljoses y sovjoses, por creer que esto es dinero tirado a la calle; o niegan la conveniencia de la lucha contra el burocratismo sobre la base de la autocrítica, por entender que la autocrítica quebranta nuestro aparato; o exigen que se suavice el monopolio del comercio exterior, etc., etc., eso quiere decir que en las filas de nuestro Partido hay gente que -- quizá sin que ella misma se dé cuenta -- intenta adaptar nuestra edificación socialista a los gustos y a las necesidades de la burguesía "soviética".
El triunfo de la desviación de derecha en nuestro Partido supondría un fortalecimiento enorme de los elementos capitalistas en nuestro país. ¿Y qué significa fortalecer los elementos capitalistas en nuestro país? Significa debilitar la dictadura del proletariado y acrecer las posibilidades de restauración del capitalismo.
Por tanto, el triunfo de la desviación de derecha en nuestro Partido significaría el desarrollo de las condiciones necesarias para la restauración del capitalismo en nuestro país.
¿Existen en nuestro país, en el País Soviético, condiciones que hagan posible la restauración del capitalismo? Sí, existen. Tal vez eso parezca extraño, pero es un hecho, camaradas. Hemos derrocado el capitalismo, hemos implantado la dictadura del proletariado y desarrollamos a ritmo acelerado nuestra industria socialista, ligando a ella la economía campesina. Pero aún no hemos extirpado las raíces del capitalismo. ¿Dónde anidan esas raíces? Anidan en la producción mercantil, en la pequeña producción de la ciudad y, sobre todo, del campo.
(…)
El problema de la desviación de derecha quizá no se plantearía ante nosotros con un carácter tan agudo como el que hoy presenta, si no estuviese relacionado con el problema de las dificultades de nuestro desarrollo. Pero el hecho es, precisamente, que la existencia de la desviación derechista complica las dificultades de nuestro desarrollo y frena su superación. Precisamente por eso, porque el peligro derechista entorpece la lucha para vencer estas dificultades, es por lo que el problema de eliminar ese peligro adquiere para nosotros particular importancia.
Dos palabras sobre el carácter de nuestras dificultades. Conviene tener presente que nuestras dificultades no pueden de ningún modo ser consideradas dificultades debidas a una situación de estancamiento o de decadencia. Hay dificultades derivadas de la decadencia de la economía o de su estanca miento, en cuyo caso se hacen esfuerzos por conseguir que el estancamiento sea menos doloroso o la decadencia de la economía menos profunda. Nuestras dificultades no tienen nada de común con eso. El rasgo característico de nuestras dificultades consiste en que son dificultades de ascenso, dificultades de crecimiento. Cuando nosotros hablamos de dificultades, nos referimos, generalmente, al tanto por ciento en que debemos elevar nuestra industria, al tanto por ciento en que debemos aumentar la superficie de siembra, a la cantidad de puds en que hay que elevar la cosecha por hectárea, etc., etc. Y precisamente porque nuestras dificultades son dificultades ligadas al ascenso, y no dificultades originadas por la decadencia o el estancamiento, no representan para el Partido un gran peligro.
Pero las dificultades son, con todo y con eso, dificultades. Y como para vencerlas hace falta poner en tensión todas las fuerzas, hacen falta firmeza y tenacidad, y no todos poseen estas cualidades en grado suficiente, tal vez por cansancio o por agotamiento o porque se prefiera una vida más tranquila, sin luchas ni zozobras, comienzan precisamente las vacilaciones y la indecisión, los virajes hacia la línea de menor resistencia; empieza a hablarse de la necesidad de atenuar el ritmo de desarrollo de la industria, de dar facilidades a los elementos capitalistas; se niegan los koljoses y los sovjoses y, en general, todo lo que se salga de la situación habitual y apacible del trabajo cotidiano.
Pero no podremos avanzar si no vencemos las dificultades que se alzan ante nosotros. Y para vencer esas dificultades, lo primero que hace falta es acabar con el peligro de derecha, lo primero que hace falta es vencer a la desviación derechista, que frena la lucha contra las dificultades e intenta quebrantar la voluntad de nuestro Partido en la lucha por vencer esas dificultades.
Me refiero, naturalmente, a la lucha real, y no a la lucha verbal, a la lucha sobre el papel contra la desviación de derecha. Hay en nuestro Partido gente dispuesta, para tranquilizar su conciencia, a proclamar la lucha contra el peligro de derecha de manera parecida a la que emplean a veces los popes al cantar el "Aleluya, aleluya", pero que no toman ninguna medida práctica, absolutamente ninguna, para organizar sobre una base firme la lucha contra la desviación derechista y vencerla de hecho. Esa tendencia la llamamos nosotros transigencia con respecto a la desviación de derecha, francamente oportunista. No es difícil comprender que la lucha contra esta transigencia es inseparable de la lucha general contra la desviación derechista, contra el peligro de derecha, pues es imposible vencer la desviación derechista, la desviación oportunista, sin luchar sistemáticamente contra los transigentes, que dan amparo bajo sus alas a los oportunistas.
La cuestión de los portadores de la desviación derechista tiene, indudablemente, interés, aunque no es lo que resuelve el problema. Tuvimos ocasión de tropezar con portadores del peligro derechista en las organizaciones de base de nuestro Partido el año pasado, durante la crisis en los acopios de cereales, cuando muchos comunistas de los subdistritos y de las aldeas se manifestaron contra la política del Partido, actuando en pro de la alianza con los kulaks. Como sabéis, esos elementos han sido expulsados de nuestro Partido esta primavera, cosa que se menciona especialmente en el conocido documento del C.C. de nuestro Partido, publicado en febrero de este año.
Pero sería una equivocación decir que en el Partido no queda ya ninguno de esos elementos. Si subiéramos de la base a las organizaciones distritales y provinciales del Partido y escarbásemos a fondo en el aparato de los Soviets y de las cooperativas, podríamos descubrir también en ellos, sin gran esfuerzo, portadores del peligro derechista y de la transigencia con éste. Son conocidas las "cartas", "declaraciones" y otros documentos de varios funcionarios del aparato de nuestro Partido y de los Soviets en los que se refleja de un modo muy concreto la inclinación hacia la desviación derechista. Como sabéis, a estas cartas y documentos se aludía en el acta taquigráfica del Pleno de julio del C.C.
Si nos remontamos todavía más y planteamos la cuestión respecto a los miembros del C.C., habremos de reconocer que también en él hay elementos, aunque ciertamente muy insignificantes, de transigencia con el peligro de derecha. El acta taquigráfica del Pleno de julio del C.C. es una prueba palmaria de ello.
¿Y en el Buró Político? ¿Hay en el Buró Político alguna desviación? No, en nuestro Buró Político no hay derechistas, ni "izquierdistas", ni transigentes con unos ni con otros. Esto hay que decirlo aquí del modo más categórico. Ya es hora de acabar con los chismes difundidos por personas mal intencionadas para con el Partido y por los oposicionistas de toda clase, que dicen que en el Buró Político de nuestro C.C. existe una desviación derechista o una actitud transigente respecto a ella.
¿Se han producido vacilaciones y titubeos en la organización de Moscú o en su órgano dirigente, el Comité de Moscú? Sí, se han producido. Sería necio querer afirmar ahora que no se han dado titubeos y vacilaciones. El sincero discurso de Penkov es una prueba palmaria de ello. Penkov no es un hombre de última fila en la organización y en el Comité de Moscú. Y ya habéis escuchado cómo ha reconocido, abierta y francamente, sus errores en muchos e importantísimos problemas de la política de nuestro Partido. Eso no quiere decir, naturalmente, que todo el Comité de Moscú se haya dejado llevar por esas vacilaciones.
Nada de eso. Documentos como el mensaje dirigido en octubre de este año por el Comité de Moscú a los afiliados de su organización demuestran de un modo indudable que el Comité de Moscú ha logrado sobreponerse a las vacilaciones de algunos de sus miembros. Y no dudo de que el núcleo dirigente del Comité de Moscú logrará corregir definitivamente la situación.
Algunos camaradas están disgustados porque las organizaciones distritales del Partido han tomado cartas en el asunto planteando la necesidad de acabar con los errores y las vacilaciones de tales o cuales dirigentes de la organización de Moscú. No acierto a comprender las razones de ese disgusto. ¿Qué puede haber de malo en que los activos distritales de la organización de Moscú hayan hecho oír su voz, exigiendo la eliminación de los errores y las vacilaciones? ¿Acaso nuestro trabajo no transcurre bajo el signo de la autocrítica desde abajo? ¿Acaso no es un hecho que la autocrítica estimula la actividad de la base del Partido y de la masa proletaria en general? ¿Qué tiene, pues, de malo o de peligroso el que los activos distritales hayan estado a la altura de las circunstancias?
¿Ha procedido acertadamente el C.C. al intervenir en este asunto? Yo creo que el C.C. ha procedido acertadamente. Berzin estima que el C.C. procede con excesiva dureza, al plantear que se destituya a un dirigente de una organización de distrito, contra el que se manifestó su organización. Pero esto es completamente erróneo. Podría recordarle a Berzin algunos episodios de 1919 ó 1920, cuando ciertos miembros del C.C., que cometieron errores, no muy graves, a mi juicio, respecto a la línea del Partido, fueron ejemplarmente sancionados, a propuesta de Lenin; y, por cierto, uno de ellos fue destinado al Turkestán y otro estuvo a punto de ser expulsado del C.C.
¿Tenía razón Lenin, al proceder así? Yo creo que tenía toda la razón. La situación en el C.C. no era entonces la de hoy. La mitad del C.C. seguía a Trotski, y no existía una situación firme en el seno del propio C.C. Hoy, el C.C. procede de un modo incomparablemente más suave. ¿Por qué? ¿Acaso porque nosotros pretendamos ser más benignos que Lenin? No, no es por eso. Lo que ocurre es que hoy la situación del C.C. es más firme que entonces y esto le permite proceder con mayor suavidad.
Tampoco tiene razón Sájarov al afirmar que el C.C. no tomó cartas en el asunto con la rapidez debida. Y no tiene razón, pues él ignora, al parecer, que, en rigor, el C.C. empezó a ocuparse del asunto en febrero de este año. Sájarov, si lo desea, puede convencerse de ello. Es cierto que la intervención del C.C. no dio inmediatamente resultados positivos. Pero sería peregrino echarle la culpa al C.C
J . V. Stalin
SOBRE EL PELIGRO DE DERECHA EN EL P.C.(b) DE LA U.R.S.S.
Discurso en el Pleno del Comité de Moscú y de la Comisión de Control de Moscú del P.C.(b) de la U.R.S.S.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]