SIBERIA MODERNAEn otro de sus «interesantes» artículejos, al que titula LA REFORMA DEL ALMA, el amanuense Hildebrandt dice:
«Stalin, el padrecito, sostuvo alguna vez que los escritores eran ingenieros del alma. Como se sabe, para el constructor de los más grandes campos de concentración de la Siberia moderna el alma era un mural donde había que pegar las estampillas del realismo socialista y la ingeniería del alma consistía en lograr que la unanimidad fuese moco de pavo frente a lo que él se proponía hacer y logró hacer después de asesinar a todos sus rivales».
Vuelve a la carga, una y otra vez, para martillar en la mente de sus lectores, que Stalin es sinónimo de «asesino en serie». Que tal patraña de este plumífero, él cree que va a cambiar los hechos históricos con su perorata de literato amanerado, que siempre se preocupa de meter términos rebuscados en sus escritos para darle a sus ensaladas algo de gusto y puedan ser devorados por sus lectores. Habrase visto tamaña osadía.
Habla de los grandes campos de concentración de la Siberia moderna, como un dato irrefutable, amparándose en su «prestigio» de periodista «independiente» e «incorruptible». Permítame indicarle que, entre 1930 y 1940, según datos oficiales, las cárceles soviéticas, llegaron a alojar un máximo de 2 millones y medio de presos, entre delincuentes comunes y políticos, y «ojo, pestaña y ceja», en una época muy difícil para el Estado y la sociedad soviética, rodeado de enemigos y con presencia de saboteadores y terroristas internos. Pero, EE.UU., en una época más tranquila, 1996, sin los enemigos golpeando las puertas, tenía una población de 5,5 millones de presos, según datos provenientes del Departamento de Justicia Norteamericano. Y sin considerar que en la prisión de EE.UU. la esclavitud sexual, el tráfico de drogas, la escuela del delito, son los insumos de esta sociedad carcelaria, donde el delincuente no se reeduca para convertirse en una persona útil para la sociedad, muy por el contrario, de la prisión salen peores de cómo entraron, como en todo país capitalista, sin hablar del Perú, donde los delincuentes continúan delinquiendo desde su celda.
Seguramente Hildebrandt toma como fuente a Conquest, agente inglés dedicado a falsificar cifras para enlodar al Estado Soviético. Y éste marrano dice – en uno de sus libros – que en 1939 había 9 millones de presos políticos y otros 3 millones habían muerto de 1937 a 1939; además que en 1950 había 12 millones de presos políticos. Como observan, el agente inglés se especializa en los años del periodo de Stalin; porque sobre los años posteriores, gobernados por quienes estaban restaurando el capitalismo, ahí no dice nada.
Ahora, después de echar mano a los archivos secretos, ya se sabe que en 1939 no había 9 millones de presos políticos, sino 2 millones de presos, y de esos 454 mil estaban condenados por delitos políticos. Asimismo, los muertos en los campos de trabajo, desde 1937 a 1939, fueron cerca de 160 mil y no 3 millones como escribía Conquest.
Por lo visto Hildebrandt, siempre acucioso para otras cosas, aquí patina, habla de la Siberia, seguro pensando en emular a Conquest o a su ídolo Soljenitse, que no hablaba de 9 millones, sino de 60 millones de muertos. ¡Que bestias para vomitar cifras millonarias, sin asco! Pero, a estas alturas quien le va a hacer caso a estos sinvergüenzas, claro, Hildebrandt, el «crítico» de Hildebrandt, el «insobornable» Hildebrandt, si les hace caso, porque al igual que ellos beben de la misma acequia.
LA QUINTA COLUMNACuando Hildebrandt nos dice «asesinar a todos sus rivales», seguro se refiere a Bujarin, Tukhatchevsky, Piatakov, Krestinsky, Grinko y el propio Trostky, enemigos jurados y terroristas antisoviéticos, financiados por el nazismo y el imperio Japonés. Los cuales se habían comprometido con el Imperio Alemán en preparar las condiciones para la derrota soviética ante la Alemania Hitleriana. Estos traidores eran la quinta columna del nazifascismo, los mismos que fueron juzgados y sentenciados en juicios públicos, con presencia de la prensa y la diplomacia internacional, en base a las leyes soviéticas. Estos sentenciados, fueron condenados por ser los cabecillas de todos los actos de sabotaje contra la economía soviética, de todos los actos de terrorismo contra ciudadanos soviéticos. Seguramente Hildebrandt, identificado con los «rivales» de Stalin, no mide o es un irresponsable, pues él, que se ufana de demócrata, se pone al lado de los terroristas «soviéticos» y de quienes los financiaban: la Gestapo.
Cuando leo las frivolidades del periodista cuando escribe «asesinar a todos sus rivales» me trae a la memoria lo dicho por el embajador norteamericano Joseth Davis, quien fue testigo de excepción en los procesos seguidos contra los llamados «rivales» de Stalin. Este señor, que no era comunista, y menos stalinista, que creía en la propiedad privada, escribía sus reportes a Rossevelt informándole de todo lo que ocurría en la URSS. Davis, al final y en base a todas sus cartas e informes oficiales, escribió un libro que tituló «Misión en Moscú», del cual incluso la WARNER BROS se atrevió a hacer una película. Pues bien, este embajador dijo lo siguiente, a raíz de la invasión alemana a la Unión Soviética, en 1941:
«Pasando por Chicago, camino hacia mi hogar, a principios del mes de Junio, fui solicitado por mi antigua universidad para hablar en el Club Universitario en combinación con las Sociedades de Wisconsin. Era justamente tres días después de que Hitler había invadido a Rusia. Alguien en la reunión preguntó: `¿Qué hay sobre las quintas columnas en Rusia?´ Inmediatamente respondí: `No existen; sus miembros fueron fusilados´.»
Además, a continuación añade:
«En el tren ese día aquel pensamiento quedó patente en mi cerebro. Es algo extraordinario, cuando uno se detiene a pensar acerca de ello, que en esta última invasión nazi, ni una palabra haya aparecido detrás de las líneas rusas, sobre `el trabajo interno´. No hubo o no se produjo la tan mencionada agresión interna en Rusia, cooperando con el Alto Comando Germano.»
Así es, el embajador norteamericano, con una honradez de la cual Hildebrandt está años luz, expresa sinceramente lo que observa, mientras que el escribidor, que no estuvo ahí, y toma como fuentes a quienes tampoco estuvieron ahí, sino al nazi Gobbels, al pronazi Heartz, al agente del IRD inglés Conquest, al monárquico y traidor soljenitzen, y a todos los reaccionarios que han escrito pestes del Estado Proletario dirigido por Stalin y los bolcheviques. A ellos si les cree, sin nombrarlos, sin calar que en la práctica se pone al lado de los fascistas alemanes, quienes cuando invadieron Praga, contaron con las organizaciones de Henlein, el mismo caso se dio en Noruega con Quisling, en Bélgica con los Degrelles belgas, los tisos eslovacos… en China …, De todo esto era consciente el embajador Davis, mientras que Hildebrandt, con la ventaja de que los sucesos históricos están concluidos y solamente hay que analizarlos sin presiones, salvo que haya intereses en ocultar o torcer la verdad histórica, de que se justificaba, para bien de la humanidad, de que fuesen eliminados los quintacolumnistas, los traidores, los saboteadores y los terroristas internos, que trabajaban para el milenio hitleriano.
Para muestra tomemos la declaración de Krestinsky, Subsecretario de Estado, quien dijo durante el juicio:
«Llegamos a un arreglo con el general Seeckt y Hess para realizar lo que permitiría a la Reichswehr crear un número de focos de espionajes en el territorio de la URSS… En retribución por esto, el Reich se comprometía a pagarnos 250,000 marcos anualmente como subsidio.»
Grinko, Secretario del Tesoro, dijo:
«Yo sabía y estaba vinculado con gentes de las organizaciones ucranianas, así como también del Ejército Rojo, quienes estaban preparando para abrir las fronteras al enemigo. Yo operaba particularmente en la Ucrania, es decir, en la principal puerta por la que Alemania entraría con sus ejércitos para arrasar a la Unión Soviética.»
Rosengoltz, Secretario de Comercio, dijo:
«Yo llevaba varias informaciones secretas al Comandante en Jefe de la Reichwehr … Subsecuentemente, establecía vinculaciones directas con el embajador en la U.R.S.S. a quien periódicamente daba informaciones de un carácter secreto.»
Todas estas declaraciones están escritas negro sobre blanco en el libro de Joseth Davis, testigo de excepción de tales acontecimientos. Además, el mismo Davis, agrega lo siguiente:
«Knyazev contó cómo había planeado y ejecutado la destrucción de trenes de tropas, significando grandes pérdidas de vida, siguiendo la empresas directivas o instrucciones del servicio de espionaje extranjeros. Confirmó también, como había recibido instrucciones de estos «servicios de espionaje», «para organizar incendios en los almacenes militares, cantinas, y embarques del ejército», y la necesidad de utilizar «medio bacteriológicos en tiempo de guerra, con el objeto de contaminar los trenes de tropas, las cantinas, y los campamentos militares con bacilos virulentos».
Creo que estas citas, aunque prolijas, ayudan a visualizar mejor la actuación de los quintacolumnistas al servicio del hitlerismo, y por consiguiente a desenmascarar a los falsos moralistas, a quienes se esconden bajo la etiqueta de «periodistas independientes».
SOLJENITSINOtra perla del escribidor, es que es fanático del apátrida Soljenitsin, si, de aquel admirador de los nazis, que en plena guerra mundial, cuando todavía no era escritor ni cuentista, fue expulsado del ejército por faltas graves. Y en plena Guerra mundial, cuando la Alemania Nazi sometía pueblos enteros, y los países aliados, se agrupaban para enfrentar el ataque despiadado del enemigo, Soljenitsin, pateaba para el lado nazi.
El periodista, en su artículo «Muerte de un grande», dice:
«Soljenitsin tenía todos los méritos de sus antecesores –Tolstoi y Dostoievski principalmente- pero había hecho del típico descriptivismo ruso un arte inigualable, un arterío que parecía incorporar en su torrente todos los elementos (incluyendo malezas, podredumbre) y llevarse de encuentro cualquier defensa que el lector opusiese. Con él no había escapatoria. Leerlo era ser hipnotizado».
Quien no sabe, en el mundo literario y político, que Soljenitsin era un mediocre escritor, cuyo único mérito para el imperio era que Soljenitsin comulgaba con el antisovietismo y el antiStalin. Pero, además Soljenitsin era un fanático del zarismo, él pedía y luchaba a su manera por la vuelta a la monarquía.
Hildebrandt, en uno de sus artículos ya analizados por este servidor, critica a Berlín por no haber condenado la guerra de Vietnam; pero Soljenitsin es un millón de veces más extremista que Berlín, pues después de la derrota norteamericana ante el heroico Vietnam, este Soljenitsin se atreve a pedir que EE.UU. nuevamente intervenga militarmente al sufrido pueblo vietnamita. Y no solamente eso, sino que aboga por la vuelta del colonialismo portugués. Y en el caso de España, argumenta la necesidad del regreso del Franquismo. El abogaba por el colonialismo, por esas razones, más que suficientes, le dieron el premio Nobel a este reaccionario impenitente, que Hildebrandt, mostrando un desconocimiento de la literatura rusa, lo coloca al lado de Tolstoi y Dostoievski. En suma un extremista derechista resultó este Soljenitsin, hoy defendido y halagado por el «demócrata» Hildebrandt. ¿Qué les parece?
TRATADO SOVIÉTICO ALEMÁNPero esto no es todo el antistalinista Hildebrandt, al final no pudo con su genio, y nuevamente hizo su contribución con la siguiente nota:
«Y, sin embargo, el trotskismo reclutó muchas veces a los marxistas más honestos, a los más generosos y a los más auténticos. Mientras el estalinismo pactaba con Hitler, el trotskismo lloraba aún el asesinato de su líder a manos de un agente de la NVKD dirigido desde Moscú.
Que chistoso este Hildebrandt, ahora resulta que él, es el más honesto, más generoso, más auténtico… y el stalinismo … «pactaba con Hitler». Este señor debería leer las Memorias de Churchill, ahí, antes que sea Primer Ministro Inglés, a propósito del tratado soviético-alemán, dijo: «Stalin sabía que el alemán sería menos terrible tras un año o dos de guerra con los occidentales…»
Los soviéticos, abanderados de la unión de los países antifascistas, como queda registrado en la historia durante los debates en la Sociedad de la Naciones, exponía, a través de su Comisario de Relaciones Exteriores Litvinov, el principio de la «Seguridad Colectiva». Sin embargo nadie lo escuchaba, dado que mientras que EE.UU impulsaba la «No Intervención», Inglaterra y Francia la política de «Apaciguamiento». Sus capitalistas industriales y financieros, abastecían con recursos y maquinarias a la Alemania fascista, cómo si no se estuviese al borde de la guerra. Ellos, los países imperialistas llamados «democráticos», perseguían el desangramiento de la Unión Soviética a manos de los japoneses y alemanes, por eso llegaron al extremo de sacrificar Checoslovaquia, entregándolo a la Alemania fascista, a través del deshonroso Tratado de Munich. Incluso, cuando se sabía que Polonia iba a ser la próxima víctima, la democrática Inglaterra le niega un préstamo que iba a servir para fortalecer su defensa… En ese contexto histórico, donde los ingleses bajo el premierato de Chamberlein «paseaban» a los soviéticos con simulacros de negociación, que lo único que perseguían era mantener en la incertidumbre al Estado Soviético, La URSS toma la decisión de firmar un TRATADO DE NO AGRESIÓN con Alemania, y de esta manera desbarata todo plan siniestro de aislar y arrinconar a la Unión Soviética, y sobre todo le otorga tiempo para prepararse para la guerra, ampliar sus fronteras, alejándolas de las ciudades, trasladar su industria al Este, y redondear su maquinaria de guerra para defenderse y defender a la humanidad del ataque que se le venía de un capitalista imperialista.
De todo esto se habla en las cartas que le enviaba el embajador norteamericano J. Davies a su presidente, cartas que posteriormente fueron publicadas y llevadas al cine bajo el título de «Misión en Moscú»… Claro, que después llegó el macartismo y este libro, así como la película fueron silenciadas y perseguidos hasta los actores y los productores… pero esto es otro rollo, que seguramente no le interesa saber al Señor Hildebrandt.
El tratado soviético alemán, no convertía a la URSS en aliado de Hitler. Fue un TRATADO DE NO AGRESIÓN, que la Alemania nazista propuso a la URSS y esta aceptó, como respuesta al rechazo de Inglaterra y Francia a suscribir un tratado de alianza político militar con los soviéticos para el caso de que se produjera una agresión alemana a cualquiera de los tres países.
El tratado soviético – alemán, no convertía a la URSS en aliado de Alemania, era un tratado simple, como tantos otros, no era un tratado exclusivo. No eliminaba la celebración de Pactos semejantes con Inglaterra y Francia, además quedaba en libertad de oponerse a un ataque alemán contra Turquía y Yugoslavia, como reconoce la periodista Anna Louise Strong. El tratado comprometía a ambos países a no tomar parte en una agresión contra el otro. Lo cual favorecía a la URSS, pues este país no era agresor, y necesitaba tiempo para prepararse ante la agresión que se le venía. Y los que vociferan, ocultando la verdad histórica, de que el llamado «pacto» era un acuerdo para repartirse Polonia y definir sus esferas de influencia, mienten descaradamente, y son desmentidos por los acontecimientos que posteriormente se dieron. Uno de tantos acontecimientos fue el de Inglaterra posterior a la derrota de Francia y su entrega como país a manos de los fascistas alemanes. Como bien sabemos Inglaterra era la próxima víctima, y su situación era extremadamente delicada, con una población desunida y desorientada por la política de Chamberlain. Ya en Alemania, los corresponsales de prensa se estaban preparando para el «Tours» a Londres. Sin embargo, la URSS, siempre la URSS, anteponiendo su «antipatía» a una Inglaterra gobernada por antisoviéticos guerreristas, interviene Besaria «distrayendo» a Hitler, y a la vez que aseguraba sus fronteras, sembraba incertidumbre en las filas hitlerianas, que ya se habían apoderado de Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia, ocupando la costa europea del atlántico. Inglaterra que ya había tenido un choque en Dunquerque, dejando regado todo su equipo motorizado, estaba a la espera de una agresión inminente que lo sepultaría como país. Hay que considerar que Alemania se venía con todo el poderío que le daba controlar las economías de casi toda Europa.
Recordemos las palabras de Hitler al respecto:
«Mientras a partir del 5 de mayo de 1940, nuestros soldados destruían el poder franco-inglés en el occidente, los movimientos militares rusos en nuestra frontera oriental, continuaban desarrollándose en forma cada vez más peligrosa».
«Consiguientemente, desde agosto de 1940 juzgué que los intereses del Reich no permitían que nuestras fronteras orientales … permanecieran desguarnecidas frente a esa tremenda concentración de divisiones bolcheviques».
«Fue así como se creó una cooperación anglo-soviética, tendiente sobre todo a paralizar en el este de Europa, fuerzas tan poderosas que el alto mando alemán no podía ya comprometerse a llevar a una conclusión definitiva la guerra en el oeste, sobre todo por lo que se refiere a aviación».
Para Hitler la URSS cooperaba con Inglaterra al avanzar sobre Besarabia, y a pesar del tratado soviético – alemán. Pero, Hildebrandt, el periodista «acucioso», no piensa lo mismo, solo lanza su veneno «los stalinistas pactaban con Hitler», y no toma en cuenta el contexto histórico, el se reduce a afirmaciones que ningún historiador serio podría aceptar, pero el es Hildebrandt, el periodista «intachable», «agudo» e «inteligente» y él no necesita de ciencias históricas que lo apoyen, para el basta y sobra su afirmación que ningún centro académico aceptaría
FRENTE UNICOEl principio de «Seguridad Colectiva» para detener la guerra y enfrentar a los agresores, expuesta y defendida por la URSS en tiempos de Stalin, estuvo ligada al principio de Frente Único, aplicada para todas las fuerzas políticas amantes de la paz y contrarios a los guerreristas alemanes, italianos y japoneses. Este principio de Frente Único, que fue vital para unir a todas las fuerzas antifascistas en el mundo, es cuestionada e ironizada por Hildebrandt en su mismo artículo:
«Y mientras los estalinistas se contaminaban de política «frentista» y construían con cara seria partidos ortodoxos devotos de Rusia –o «democracias populares» que tenían el deber, cuando era imprescindible, de ametrallar al pueblo-, los trotskistas anunciaban que el verdadero triunfo del marxismo de veras caería en forma de diluvio».
Increíble tamaña miopía o mala intención de parte del escribidor de 5 esquinas, que incluso llega a decir «los stalinistas … ametrallan al pueblo». Y de pasada, presenta a los trotskistas como candorosos e ingenuos, pero eso si auténticos…
A FALTA DE ARGUMENTOSHildebrandt, astuto anticomunista, presenta su obsesión antistalinista con afirmaciones o denuestos sin profundizar en nada. Incluso, que yo sepa, nunca ha escrito un artículo sobre Stalin o el stalinismo; siempre ha abordado otros temas, y en un párrafo u otro ha sembrado su veneno, intentando intoxicar al lector con «verdades» «irrefutables», que no necesitan argumentos… A veces habla de Montesinos, y … como no queriendo la cosa derrama su stalinismo en unas cuantas líneas… Y esta técnica diversionista responde a la ausencia de argumentos serios, fundamentados históricamente y con rigor científico. Y ante esta ausencia de fundamentos de donde agarrarse, zas pone en boca de Stalin frases dichas por terceras personas.
Esto se detecta en su artículo «Todos los fuegos, el fuego», dice:
«Lo que dicen que hacía Stalin cuando alguien le hablaba de cultura. O sea que busco mi revólver».
No, señor Hildebrandt, eso nunca dijo Stalin, eso lo dijo Goering, Señor Hildebrandt, Goering, el fascista alemán. Stalin nunca pronunció tamaña barbaridad y nada que se le parezca, por la sencilla razón que Stalin fue un Jefe Proletario, querido por el pueblo soviético, con una gran autoridad, un hombre íntegro, insobornable. Un hombre que tuvo el gran mérito histórico de transformar las ideas en hechos, el llevó a la práctica el marxismo leninismo, el encarnó la dictadura del proletariado, el fue el jefe, por eso los imperialistas no le perdonan tamaña osadía… Stalin, es el hombre más odiado por todos los reaccionarios del mundo, el encarnó la realización del socialismo, y eso nunca se lo van a perdonar.
Por eso el “inteligente” de Hildebrandt, torciendo la verdad, y a falta de argumentos, apela a la mentira, poniendo frases pronunciadas por el carnicero de Goring en boca de Stalin.
No, Señor Hildebrandt, no fue Stalin quien dijo esa barbaridad, fue Goering, Hildebrandt, Goering, revise sus apuntes y tenga mesura, pues como dice el refrán para mentir y comer pescado, hay que tener cuidado.
Pero, Hildebrandt, así como miente, también insulta, para eso si es bueno; y ahora, como esta de moda que el gobierno aprista está lleno de ratas, el zamarro de Hildebrandt en uno de sus últimos artículos vomita todo su anticomunismo contenido, bautizando uno de sus trabajos con el título de Ratas Rojas», ocurrente el granuja. Y con este zafarrancho de tinta intenta «demostrar» que los comunistas son ratas… Veamos lo que dice el sicofante del antistalinismo en el Perú:
«Ratas hay para todos los gustos, por supuesto. Pero a mi las que más me divierten son las ratas stalinistas».
«Estas crecieron al calor de la agencia de viajes del PCUS, se alinearon con el que mandó matar a sucesivas muchedumbres del campo y la ciudad – o sea el camarada Stalin-, …»
Y después, como intentando reforzar sus diatribas, con argumentos históricos, el pequeño Hildebrandt escribe lo siguiente:
«…los asesinatos en Berlín (1953), a los de Budapest (1956), las purgas dignas de Gengis Khan».
Y sigue enumerando acontecimientos, que según él, demostrarían que los stalinistas son ratas. Sin embargo, el escribidor no dice tres cosas: primero que Stalin había muerto en 1953, anterior a todos esos acontecimientos que él enumera; segundo, que quienes gobernaron después de Stalin fueron los Revisionistas con el cerdo de Jruschov como cabecilla, y estos fueron quienes revisaron todas las políticas stalinianas que convirtieron a la URSS en una potencia mundial y que permitieron el surgimiento del campo socialista, sin olvidarnos que estos revisionistas rehabilitaron las memorias y las ideas de los enjuiciados en el Proceso de Moscú, que limpió de conspiradores y terroristas que preparaban el terreno para la invasión fascista a la URSS; y tercero, lo de Checoslovaquia, Hungría y Berlín, no fueron más que los intentos del Imperialismo y la reacción interna de restaurar el capitalismo en dichos países, o acaso Hildebrandt cree que esos movimientos violentistas en dichos países no fueron financiados desde el exterior. El se rasga las vestiduras por la intervención soviética en dichos países, pero calla en todos los idiomas la labor de zapa del Imperio. Al final, señor Hildebrandt, Ud. no se ha percatado pero la rata es Ud., pequeña pero rata al fin, de que clase o de que cloaca del trotskismo, no se, ni es importante saberlo.
RESPUESTA DEL REVISIONISMO «PERUANO»
Después de un historial de artículos, donde el periodista «imparcial» suelta su veneno contra Stalin y la obra de los bolcheviques, algunos se sienten heridos porque en uno de sus últimos pasquines el fulano no solamente habla de Stalin sino de todos los comunistas, a los que trata de ratas rojas. Y, bueno, los que se alinearon con quienes restauraron el capitalismo en la URSS, y que todavía fungen de «comunistas», han respondido; uno de ellos es Gustavo Espinoza, quien luego de reconocer el papel de Stalin en la historia, zas coincide con el periodista; leamos lo que dice este encallecido revisionista:
«Stalin, y el proceso soviético de su tiempo, se explican en el marco de la historia. Y aunque en su época se cometieron crímenes muchos de los cuales fueron, sin embargo, deformados por distorsionadas versiones posteriores; ellos no obnubilan el entendimiento humano. Sin la epopeya de la URSS en los años de la II Guerra Mundial, el mundo habría perecido bajo la barbarie del dominio pardo. Ni siquiera tú habrías sobrevivido a la ignominia».
Por un lado reconoce la epopeya de la URSS, y por otro lado sentencia que se cometieron crímenes. ¿Cómo se puede entender que el conductor de dicha epopeya, que salvó a la humanidad de la barbarie, sea a la vez un criminal? Porque al hablar de crímenes se está hablando implícitamente de criminales. Y sin lugar a dudas que hubieron crímenes, pero estos fueron cometidos por los enemigos de la revolución, por quienes pretendían con sus actos terroristas y saboteadores abrirles las puertas a los agresores nazistas. Así también hubieron crímenes después de la muerte de Stalin, ejecutando sin juicios, ni nada, a los comunistas leales a Stalin y al comunismo. De estos criminales no dijo nada ni dice nada «boquita de bebe».
Veamos a otro discípulo de Jorge del Prado, un tal Italo, que después de reconocer lo obvio, escribe lo siguiente:
«Juzgar el rol de Stalin en este periodo es intentar hacer un balance de la suma de todos sus actos. Stalin es quién sienta las bases del desarrollo industrial, tecnológico y científico de la URSS, es quién lleva adelante con éxito la campaña de alfabetización y logra sacar del estado de atraso en que vivían amplios sectores de la población rusa. Stalin es el gran estratega militar que logra derrotar a Hitler y contribuye de manera decisiva a la liberación de Europa…»
«Pero Stalin también es el que impuso una visión de socialismo autoritario que frenó el impulso creador de las masas populares y reemplazo el concepto de dictadura del proletariado por la dictadura unipersonal de Stalin. Lo que debió ser una excepción durante el duro periodo de la segunda guerra mundial se transformó en una regla luego del triunfo militar sobre la Alemania fascista. Y quienes luego de Stalin le sucedieron en la conducción del Estado Soviético solamente se quedaron en la crítica de los métodos autoritarios y el culto a la personalidad que se desarrolló en la última fase de la vida de Stalin, pero no tuvieron la claridad suficiente como para impulsar los cambios democráticos que el socialismo soviético necesitaba para renovarse y fundirse con el destino del pueblo soviético.»
Este enfoque del revisionismo ramplón, no tiene pies ni cabeza. Por un lado se reconoce que Stalin es quien sienta las bases del desarrollo industrial, tecnológico y científico de la URSS; es el gran estratega militar que derrota a Hitler y libera a Europa; saca a Rusia del analfabetismo y el atraso, todo eso se reconoce; pero se agrega que ese gran hombre, ese gran conductor, ese gran líder, llevó a cabo todo eso, bajo una «visión de socialismo autoritario». En pocas palabras, el Señor Stalin condujo al triunfo del socialismo en un solo país, no orientándose en el marxismo leninismo, sino en una visión de «socialismo autoritario». Qué manera de razonar de estos señores, que no tiene nada de dialéctica y si mucho de metafísica.
Además, Italo, que tiene un enredo en su cabeza, critica a los restauradores del capitalismo en la URSS, pero a su modo, indicando que estos señores no tuvieron claridad para impulsar los cambios democráticos y renovarse. Habrase visto, o sea los verdaderos criminales del socialismo en la URSS, los responsables de la desintegración de la URSS, los que desaparecieron el campo socialista, y los que por todo eso, dejaron solo a EE.UU. sin el contrapeso que históricamente jugaba la Unión Soviética, les faltó democracia y renovación…
Por consiguiente, estos señores, comprometidos con los restauradores del capitalismo en la URSS, son tibios con César Hildebrandt, y al igual que César Hildebrandt son antistalinistas encallecidos.
COROLARIOPor último, y como reconoce el propio Hildebrandt, el Trotskismo es impracticable, salvo para confundir y calumniar. Nunca se ha aplicado sus recetas a ningún país, ni a ninguna realidad, y sólo se ha usado para dividir y confundir a las masas populares, para denigrar la obra de los marxistas leninistas. Ellos, los imperialistas, se valen de los trotskistas para practicar el entrismo en los movimientos revolucionarios, para debilitarlos; mientras que Stalin, sigue vigente, y su obra sigue alentando a los revolucionarios, e impulsando las revoluciones en el mundo.
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