El proceso Tujachevski y la conspiración anticomunista en el Ejército
El 26 de mayo de 1937, el mariscal Tujachevski y los comandantes Yakir, Uborevoch, Eideman, Putna, Ferdman y Primakov fueron arrestados y juzgados ante un Tribunal Militar. El 12 de julio, se hizo pública su ejecución.
Desde principios de mayo, se sospechaba de ellos. El 8 de mayo, el sistema de los comisarios políticos fue reintroducido en el Ejército. Esta reintroducción del sistema que databa de la guerra civil, reflejaba el temor del Partido a las tendencias bonapartistas en el seno del Ejército (Getty, p.167).
Unas instrucciones del 13 de mayo de 1927 del Comisariado de la Defensa había puesto fin al control ejercido por los comisarios políticos sobre la oficialidad superior. El comandante militar recibió la responsabilidad para "la dirección política general, con el fin de realizar una coordinación integral de los asuntos militares y políticos en las unidades". Su "asistente político" devino el responsable para "el conjunto del trabajo del Partido"; éste debía informar al comandante sobre las condiciones políticas de la unidad. (Carr, Foundations of a planned economy vol. II, p.352). La Academia Político-Militar Tolmachev de Leningrado y los comisarios de distrito militar de Bielorrusia protestaron contra "la depreciación y la disminución del papel de los órganos políticos del Partido" (Carr, p.327). Blomberg, un oficial superior alemán, hizo un informe después de su misión en la URSS en 1928. Y anotó: "puntos de vista puramente militares toman cada vez más importancia; todo el resto le está subordinado" (Carr, p.320).
Como muchos soldados venían del campo, la influencia de los kulaks se hizo sentir muy fuertemente. Unshlikht, oficial superior, afirmaba en 1928 y 1929 que el peligro de desviaciones socialdemócratas era más grande en el Ejército que en las organizaciones civiles del partido (Carr, p.331).
En 1930, el 10% del cuerpo de oficiales, es decir unos 4.500 militares, eran antiguos oficiales zaristas. Cuando la depuración de las instituciones en otoño de 1929, Unshlicht había prohibido el lanzamiento de un movimiento amplio contra los antiguos oficiales zaristas en el Ejército (Carr, p.317).
Todos estos elementos indicaban fuertes influencias burguesas, que persistieron en el curso de los años 20-30 y que hicieron del Ejército uno de los cuerpos menos fiables del sistema socialista.
¿Complot?
V. Likhachev era, en 1937-38, oficial del Ejército Rojo en Extremo Oriente. En su libro La conspiración en Extremo Oriente, mostró que efectivamente había una amplia conspiración en el seno del Ejército (Getty, p.255).
El periodista Alexandre Werth escribió en su libro Moscú 41 un capítulo titulado El proceso de Tujachevski. En él se lee: "Estoy convencido de que la purga en el Ejércto Rojo tenía mucho que ver con el temor de Stalin a una guerra inminente con Alemania. ¿Quién era Tujachevski? Los agentes del "Décimo Buró" francés me habían dicho hacia tiempo que Tujachevski era pro-alemán. Y los checos me contaban la historia extraordinaria de la visita de Tujachevski a Praga, en donde después de un banquete -y estando muy borracho- dejó escapar que un acuerdo con Hitler era la única esperanza para Checoslovaquia y para Rusia. Y comenzó a injuriar a Stalin. Los checos enviaron informes sobre ello al Kremlim, y eso fue el fin de Tujachevski... y de muchos de sus partidarios" (Citado en Harpal Brar, Perestroika, published by Harpal Brar, London 1992, p. 161).
Robert Coulondre era embajador de Francia en Moscú entre 1936-38. En sus Memorias, evoca el terror de la Revolución francesa que, en 1792, aplastó a la aristocracia y preparó al pueblo francés para la guerra contra los Estados reaccionarios europeos. En aquella época, los enemigos de la revolución francesa, y sobre todo Inglaterra y Rusia, habían interpretado el terror francés revolucionario como un signo precursor del hundimiento del régimen. No obstante, sucedió lo contrario. "Lo mismo -dice Coulondre-, pasa hoy con la revolución soviética". "Poco después del arresto de Tujachevski, el ministro de Lituania, que estaba ligado a varios dirigentes bolcheviques, me dijo que el mariscal, irritado por las trabas que le ponía el Partido comunista al desarrollo de la potencia militar rusa, sobre todo a una buena organización del Ejército, había tomado la cabeza de un movimiento que tenía como objetivo yugular al Partido e instituir una dictadura militar. (...) Mi correspondencia puede testimoniar que di al 'terror soviético' su sentido verdadero. No se puede llegar a la conclusión -no he cesado de repetirlo- de que o el régimen se hace fiable o de que las fuerzas rusas se agotan. Por el contrario, es la crisis de crecimiento de un país en desarrollo rápido" (Coulondre Robert, De Stalin a Hitler, Ed. Hachette, 1950, p.82-84).
Churchill describió en sus Memorias como Hitler había prometido a Benés, Presidente de Checoslovaquia, respetar la integridad de su país, a condición de que se comprometiera a ser neutral en caso de guerra franco-alemana. "Durante el otoño de 1936, el Presidente Benés recibió un mensaje de una alta personalidad militar alemana, informándole de que si quería beneficiarse de los ofrecimientos de Hitler, sólo debía darse prisa, porque muy pronto iban a pasar acontecimientos importantes en Rusia que permitirían a Alemania "prescindir" de la ayuda de los checos. Mientras que Benés meditaba sobre el sentido de esta alusión inquietante, supo que el gobierno alemán estaba en contacto con importantes personalidades rusas por el canal de la embajada soviética en Praga. Esto formaba parte de lo que se llamó la conspiración militar y el complot de la vieja guardia comunista, que apuntaba a la destitución de Stalin y a introducir en Rusia un nuevo régimen cuya política tenía que ser pro-alemana. Poco después, fue practicada en la Rusia soviética una despiadada purga, sin duda útil, que depuró a los medios políticos y económicos. (...) El Ejército ruso también fue purgado de elementos pro-alemanes y su valor militar se ha resentido cruelmente. El gobierno soviético, en lo sucesivo, estará más prevenido contra Alemania. Entiendo bien que Hitler lee muy claro los acontecimientos, pero, por todo lo que yo se, los gobiernos británico y francés no han sido suficientemente informados de lo que pasaba. Para M. Chamberlain, como para los estados mayores británico y francés, la depuración de 1937 aparece sobre todo como el episodio de una rivalidad que desgarra al Ejército ruso, y les da la imagen de una Unión Soviética cortada en dos por odios y venganzas inexplicables" (Churchill, La Segunda Guerra Mundial, Círculo de bibliografía, 1965, vol. I, p.295-296).
El trotskista Deutscher raramente pierde la ocasión para denigrar a Stalin. Por lo tanto, aunque afirma que en la base de los procesos de Moscú, sólo hay una "conspiración imaginaria", se ve obligado a escribir a propósito de la ejecución de Tujachevski: "Todas las versiones no estalinianas concuerdan sobre un punto: los generales proyectaban un golpe de Estado. Lo hacían por razones personales y sobre su propia iniciativa, sin haberse concertado antes con ninguna potencia extranjera. El episodio de este golpe de Estado debía ser una revuelta contra el palacio del Kremlin y debía acabar con el asesinato de Stalin. Una operación militar decisiva estaba igualmente proyectada fuera del Kremlin, la toma por asalto del cuartel general de la GPU. Tujachevski era el alma de la conspiración. (...) Era pues él solo, de todos los jefes militares y civiles de la época, el que, por muchas consideraciones, se parecía al Bonaparte original y que habría podido jugar un papel de Primer Consul ruso. El comisario político en jefe del ejército, Gamarik, que más tarde se suicidó, formaba parte del complot. El general Yakir, comandante de Leningrado, debía asegurar la cooperación de la guarnición. Los generales Uborevirch, comandante de la Academia militar de Moscú, Primatov, adjunto de Budionny a la cabeza de la caballería, y algunos otros, estaban comprometidos en el complot" (Deutscher: Stalin éd. Gallimard. 1973, p.385-386). Deutscher, anticomunista consecuente, hasta cuando acepta la verdad del complot de Tujachevski, se da prisa en subrayar las "buenas intenciones" de los organizadores del complot, que querían "salvar al ejército y al país de la locura terrorífica provocada por las purgas" y asegura a sus lectores que Tujachevski no se movía "en interés de Alemania"... (Deutscher, p.10). El nazi León Degrell, en un escrito de 1977, hace referencia al caso Tujachevski en estos términos: "¿Quién en la Francia de la Revolución, pudo haber pensado, durante los crímenes del Terror, que surgiría, poco después, un Bonaparte que enderezaría, con su puño de hierro, la Francia caída al fondo del abismo? ¡Algunos años más, y este Bonaparte estuvo próximo a crear una Europa unida!"
"Un Bonaparte ruso también pudo surgir. El joven mariscal Tujachevski que Stalin mató bajo los consejos de Benés, tenía esa talla en 1937" (Narvaez Luis, Degrell me ha dicho, Faceta de Degrell, Ed. de Baucens, Bruselas, 1977. p.360-361). Reproducimos también la opinión de Molotov, el único miembro del Buró Político de 1953 que, con Kaganovitch, no ha renegado jamás de su pasado revolucionario. En el curso de los años 80, recordando la situación del año 1937, cuando la depuración se puso en marcha "Reinaba una tensión extrema. Durante este período, era necesario actuar sin la más mínima piedad. Creo que estaba justificado. Si Tujachevski, Yakir y Zinoviev hubiesen lanzado sus operaciones en tiempos de guerra, hubiese habido una lucha extremadamente dura, el número de víctimas habría sido colosal. ¡Colosal! Los dos lados habrían estado condenados al desastre. Tenían alianzas que se remontaban hasta con Hitler. Y lejos, Trotski tenían lazos parecidos. No podíamos tener dudas. Hitler era un aventurero y Trotski también, los dos tenían rasgos parecidos. Y los derechistas, Bujarin y Rykov, estaban unidos a ellos. Y, seguro, otros muchos dirigentes militares". (Tchuchev Félix, Ciento cuarenta conversaciones con Molotov Ed. Terra, Moscú, 1991 (en ruso), p.413).
La tendencia militarista y bonapartista
En un estudio financiero del ejército americano y realizado en el marco de la Rand Corporation, Román Kolkowicz analizó, desde el punto de vista reaccionario reinante en los servicios de Inteligencia militar, las relaciones entre el Partido y el Ejército en la Unión Soviética. Es interesante hacer notar como defiende todas las tendencias al profesionalismo, al apoliticismo, al militarismo y a los privilegios que se desarrollaron, desde los años 20, en el seno del Ejército Rojo. Y, está claro que Kolkowicz echa la culpa a Stalin por haber reprimido estas tendencias burguesas y militaristas.
Después de haber descrito como Stalin ha definido, en el curso de los años 20, el estatuto del Ejército en la sociedad socialista, Kolkowicz escribe: "El Ejército Rojo salió de este proceso como un agregado de la élite del Partido en el poder; se les prohibía a los oficiales su entera autoridad, necesaria para practicar la profesión militar; estaban vigilados en un estado permanente de incertidumbre sobre su carrera y la comunidad militar, que tiende a la exclusividad, era mantenida abierta a la fuerza, gracias a un sistema elaborado de control y de adoctrinamiento". "Stalin comenzó un programa masivo para asegurar armas al Ejército soviético, equipos y una logística moderna, pero le faltó preocuparse por la tendencia de los militares hacia el elitismo y la exclusividad, una propensión que crece con su renacimiento profesional. Esta desconfianza era tan dominante que en el momento en que el peligro inminente de guerra se presentaba en Europa, Stalin golpeó a los militares durante las purgas masivas de 1937. (...) Encerrados por todos los lados por la policía secreta, los órganos políticos y las organizaciones del Partido y del Komsomol, la libertad de acción de los militares se encontraba severamente limitada".
Es interesante anotar lo que el Ejército americano "detesta" más del Ejército Rojo: la formación política ("adoctrinamiento") y el control político (por los órganos políticos, el Partido, el Komsomol y la Seguridad del Estado). En revancha, el Ejército americano ve con buenos ojos las tendencias a la autonomía y a los privilegios de los oficiales superiores ("elitismo") y el militarismo ("la exclusividad").
Las Purgas son analizadas por Kolkowicz como una etapa en la lucha del Partido, dirigida por Stalin contra las tendencias "profesionalistas" y bonapartistas entre los oficiales superiores. Estas corrientes burguesas sólo se han podido imponer después de la muerte de Stalin. "Con la muerte de Stalin y la división en el seno de la dirección del partido que le siguió, los mecanismos de control se fueron debilitando y los intereses y valores propios de los militares se expresaban abiertamente. En la persona del mariscal Zhukov, amplios sectores del ejército encontraron su portavoz. Zhukov logró desembarazar a la élite militar del control "invasor" de los órganos políticos; introdujo una estricta disciplina y la separación de los grados militares y pidió la rehabilitación de los dirigentes militares depurados y el castigo de los que les habían atormentado" (Roman Kolkowicz, The soviet military and the communist party, Princeron University Press.1967, p.343-344). Zhukov fue el brazo armado de Khruschev durante los dos golpes de Estado en 1953 (el proceso Beria) y en 1957 (el proceso Molotov-Malenkov-Kaganovitch).