Me está pareciendo un hilo muy interesante, ya no sólo por el conocimiento de las propias medidas en sí -que en algunos casos son de sobra conocidas pero otras no las sabía- sino por la crítica que se hace, sobre todo por el camarada SS-18, a los movimientos-partidos comunistas en España, sobre su folclorismo e infantilismo así como la nula capacidad que tienen de defender las posiciones desde los intereses de la clase trabajadora, que me han hecho replantearme en cierto modo la estrategia que el partido en el que estoy premilitando -PCTE- tiene respecto al tema de este hilo.
No voy sobrado de teoría marxista que digamos, pero al menos siempre me ha parecido que Podemos es lo más avanzado en el arco parlamentario que tiene la clase trabajadora en este país. Es por ello que incluso cuando ya estaba apunto de entrar a premilitar en el partido, voté a Unidas Podemos en las últimas elecciones y no al partido: me pareció que mi voto iba a ser más útil para la clase trabajadora depositándolo en Unidas Podemos que en el PCTE.
Sin embargo, como ideológicamente me identifico más con PCTE y también al entrar en la dinámica del partido, las críticas que se hacían hacia la socialdemocracia en general, sabiendo todos lo que el reformismo representa para la clase trabajadora, para atacar a este gobierno en partícular me convencieron y me parecían de lo más acertadas, y que esas críticas eran el rumbo a seguir respecto al gobierno, la más despiadada crítica a ese grupo de traidores a la clase trabajadora, al más puro estilo Lenin en La revolución proletaria y el renegado Kaustky... pero sin estar en la Rusia de 1917-18, claro. Es este hilo y el camarada SS-18 en particular los que me han vuelto a traer a la realidad: que España 2020 no es Rusia 1917 y que el contexto histórico que le tocó vivir a Lenin, donde los marxistas revolucionarios eran muy relevantes políticamente hablando entre la clase trabajadora no es ni parecido al que hay ahora en España, donde los comunistas no somos más que un subproducto residual para la clase obrera.
En ciertos aspectos creo que el PCTE está más avanzado que otros partidos en cuanto a la estrategia a seguir -apoyo incondional y presencia si se puede en todas las luchas obreras que se den o hacer trabajo en las propias empresas y centros de trabajo por ejemplo- pero creo que en este sentido que se ha hablado en este hilo el partido está pecando de cierto infantilismo y folclorismo.
Quería compartir con vosotros un artículo que firma el propio secretario general del partido sobre una de las medidas estrella de este gobierno y que ya se ha comentado en este hilo, el Ingreso Mínimo Vital.
Lo hago para aportar material respecto a la posición de este partido en partícular a las medidas progresistas del gobierno pero también para que diérais vuestra opinión respecto a la posición del PCTE en este tema. Como he dicho, yo todavía me estoy formando y apenas si estoy empezando a militar pero como es obvio, me preocupa mucho estar militando en un partido donde creo que se está metiendo la pata hasta el fondo en un tema tan crucial de posicionamiento en la lucha de clases a favor de la clase obrera, contribuyendo así al reforzamiento de la reacción, en contra de los intereses de la clase a la que decimos representar. Creo que no es cosa menor, y de ser así, me imagino que mi trabajo como militante sería la crítica en la célula de esta estrategia del partido.
Es por ello que quería saber las opiniones de personas con más conocimientos teóricos y años de lucha que yo a los cuales respeto mucho ideológica y teóricamente y llevo leyendo durante años antes de proponerlo dentro del partido, ya que aunque creo que la crítica es la esencia en la que se basa no sólo el marxismo sino también el centralismo democrático que dicen tener en dicho partido, no es una crítica baladí y sería la primera vez que me saldría de la línea marcada por el partido, pisando terreno desconocido para mí.
Ástor García en Nuevo Rumbo escribió:La discusión sobre lo que llaman “ingreso mínimo vital” empieza a generalizarse. Frente a quienes tratan despectivamente la medida tildándola de “paguita” y quienes parecen ver en ella la nueva piedra filosofal, lo esencial en este momento es explicar a qué intereses obedece esta medida y con qué objetivos se va a aprobar.
En primer lugar, es conveniente no dejarse atrapar por la polarización política parlamentaria -y mediática- que nos acaba llevando siempre a enredarnos en falsos dilemas de los que, generalmente, nada bueno suele salir para la mayoría trabajadora de nuestro país. No se trata aquí de salir a defender o a atacar esta medida en función de quién la propone, sino de analizar para qué se propone y cómo atiende al contexto actual de desarrollo capitalista en España.
La crisis económica que ha estallado es sumamente grave. Nadie lo niega y sólo hay divergencias entre políticos e intelectuales defensores del capitalismo en cuanto a su profundidad, su duración y la forma de enfrentarla de manera que las bases esenciales del sistema capitalista sigan en pie tras el vendaval.
Ahora mismo, el ingreso mínimo vital es parte nuclear de esa tercera materia de disquisición y confrontación entre defensores y promotores del capitalismo. Como suele ocurrir en todos los falsos dilemas que nos plantean socialdemócratas y liberales, se detecta una especie de síndrome de Estocolmo en buena parte del movimiento obrero y sindical que, hegemonizado por las posiciones reformistas desde hace décadas, no sabe o no quiere realizar análisis propios sobre medidas que surgen de la socialdemocracia.
Además, en estos tiempos en que política y socialmente priman el relato y apariencia, toda medida presentada inicialmente como a favor de los desfavorecidos va siempre acompañada de una fuerte campaña de marketing, bien aireada por el entorno mediático correspondiente, destinada a deslindar campos -siempre dentro del esquema parlamentario- y colocar en el terreno enemigo a quienes manifiesten sus reservas ante los objetivos que se persiguen y las condiciones en que se formulan algunas propuestas.
La realidad es que, a día de hoy, son decenas de miles los hogares españoles que recurren a bancos de alimentos y similares. Se han multiplicado las cifras en todas las Comunidades Autónomas en el primer trimestre de 2020 y vamos camino de que los datos de la crisis de 2008 sean ampliamente superados en un tiempo récord. Es evidente que hay un empobrecimiento generalizado de la población y que es un problema gravísimo, pero debemos plantearnos hasta qué punto ciertas medidas están pensadas para acabar con esa situación o para cronificarla.
Conviene situar el hecho de que la crisis económica no es consecuencia de la pandemia de la Covid-19, sino que la pandemia ha acelerado y adelantado el estallido de una muy profunda crisis capitalista cuyas bases son las mismas que en todas las crisis anteriores aunque haya sido distinto el factor que, en cada caso, las ha hecho estallar. Se trata de una nueva crisis de sobreproducción y sobreacumulación de capital que es inherente a la propia dinámica del capitalismo y a las contradicciones esenciales sobre las que éste se desarrolla.
La gestión capitalista de la crisis anterior no alteró las relaciones capitalistas de producción, sólo las reforzó. Cabe recordar aquí que ningún tipo de gestión capitalista, ni socialdemócrata ni liberal, podría haberlo hecho, ya que es precisamente la garantía del mantenimiento de esas relaciones de producción lo que justifica su existencia, aunque sea con enfoques diferentes.
La crisis anterior se saldó, entre otras cosas, con un reforzamiento de la propiedad privada de los medios de producción y con un incremento notable en la extracción a los trabajadores de plusvalía absoluta y relativa, implantando o ampliando algunas figuras legales destinadas a garantizar una mayor rentabilidad y flexibilidad para la patronal en la explotación de fuerza de trabajo.
La ampliación del recurso a la subcontratación, el uso creciente de empresas de trabajo temporal y agencias de colocación, la proliferación de empresas multiservicios, el rápido crecimiento de las empresas de “economía colaborativa” y de los falsos autónomos son algunas de las consecuencias de la crisis anterior, presentadas muchas veces como elementos propios de “mercados laborales modernos, flexibles y dinámicos”.
A la patronal, a los capitalistas, les interesa generalizar un modelo de relaciones de trabajo en el que la fuerza de trabajo se contrate únicamente cuando es imprescindible y durante el tiempo que es imprescindible. “¿Para qué cargar con costes salariales y de cotizaciones por horas, días o épocas en las que el trabajador no está en la empresa o cuando el nivel de producción no necesita de tantos trabajadores?”, es la pregunta que se hacen muchos integrantes de la CEOE. Es lo que conocemos como “uberización”.
En los últimos años se han dado pasos de gigante en la implantación de este modelo en la conciencia de la población. Se ha presentado, sobre todo entre la juventud, que aspirar a un puesto de trabajo estable y con unas condiciones salariales y laborales relativamente dignas es una idea antigua, desfasada, a la que se le oponen conceptos como la libertad o la flexibilidad. Tener varios empleos a la vez, saltar de un trabajo a otro periódicamente, las posibilidades que ofrecen los minijobs o lo lucrativo que puede llegar a ser dedicar el poco tiempo libre que tengas a hacer de taxista o de transportista con tu vehículo particular gracias a una app son ideas que repiten constantemente ciertos portavoces de la patronal. Por supuesto, ninguno reconoce que, en la práctica, la “libertad” y la “flexibilidad” se traducen inevitablemente en libertad para ejercer la explotación y flexibilidad para el empresario a la hora de alterar unilateralmente todos los elementos de la relación de trabajo.
Hoy son muchos los que ven en la nueva crisis una oportunidad para acelerar el paso y generalizar un modelo que hasta ahora se ha limitado a algunos sectores o a una parte de las plantillas. Aspiran a abatir algunas de las últimas barreras que el Derecho del Trabajo, fruto de una incesante lucha obrera durante décadas, todavía conserva: individualizar la relación laboral al máximo, dejar sin valor la negociación colectiva, recuperar y ampliar la figura del arrendamiento de servicios se combinan con la proliferación de figuras societarias, del outsourcing y de la dispersión productiva para que sea sumamente difícil organizar cualquier tipo de trabajo sindical en las empresas, y no digamos ya el trabajo político.
En ese modelo al que vamos, la relación de trabajo entre empresa y trabajador ni siquiera será una relación laboral contractual, sino una “colaboración” que denota una igualdad entre las partes que no es real. Una “colaboración” cuya ejecución dependerá, exclusivamente, de las necesidades de la empresa, y cuyos costes estarán tan ajustados que se desarrollará durante el tiempo mínimo imprescindible y, por tanto, por una cantidad de dinero mínima que en muchas ocasiones ni siquiera permitirá cubrir las necesidades más básicas del trabajador, garantizar que el trabajador pueda acudir al puesto de trabajo al día siguiente. Vamos, lo que tradicionalmente hemos caracterizado como insuficiencia del salario para cubrir la reproducción de la fuerza de trabajo.
Tales “colaboraciones”, al ser totalmente dependientes de las necesidades de las empresas, podrán ser frecuentes o no, por lo que el trabajador necesitará multiplicarlas, establecerlas no sólo con una empresa, sino con varias, de modo que el trabajador permanentemente tenga que estar pendiente de la posibilidad de trabajar unas horas o unos días, en uno o en varios sitios a la vez, para alcanzar una retribución total que le permita hacer frente a sus necesidades.
Pero no se nos debe olvidar que los capitalistas necesitan hacer efectiva la extracción de plusvalía transformando el capital en forma de mercancía en capital en forma de dinero. Precisamente eso es lo que dificultan las crisis de sobreproducción y sobreacumulación. Necesitan que los mismos trabajadores a los que explotan en condiciones cada vez más ventajosas compren las mercancías producidas por ellos mismos. La mayoría trabajadora sufre una doble condena desde el momento en que la plusvalía extraída en la producción se realiza para el capitalista a través del consumo de esa misma mayoría trabajadora.
Ante esta supuesta paradoja, consecuencia de la propiedad privada de los medios de producción y de la apropiación privada del fruto del trabajo social, aparece como elemento salvador el Estado capitalista y surgen propuestas como el ingreso mínimo vital, funcionales a los intereses capitalistas.
Garantizar desde el Estado unos ingresos mínimos, compatibles además con ciertos ingresos salariales (sumamente bajos e inciertos) permite varios objetivos de la patronal:
– Facilita la reproducción de la fuerza de trabajo sin coste para el capitalista, el salario que paga la empresa no tiene que ser suficiente para pagar alojamiento, comida, vestido y suministros básicos.
– Facilita reactivar o no detener el ciclo de circulación de capital al permitir unos niveles de consumo que los salarios no permiten.
– Acelera la tendencia a la reducción general de los salarios.
– Lo anterior en la práctica lleva a la inutilidad de la negociación colectiva.
– Transfiere de forma permanente costes salariales de las empresas al Estado, asegurando la obtención de una mayor tasa de plusvalía.
Se podría argumentar que, hasta el momento, la patronal se ha opuesto a este tipo de iniciativas. Lo hacen bajo el argumento de su coste para las arcas públicas, entendiendo que la medida será sufragada gracias a una elevación de la tributación sobre las rentas del capital. Pero la realidad hasta el momento desmiente tal temor, ya que la tendencia precisamente es la contraria, hacia un incremento de la presión fiscal sobre las rentas del trabajo de forma directa y sobre el consumo. Las ocurrencias de última hora sobre la tributación de los mas ricos no niegan esta tendencia.
Más allá de los falsos debates y las imposturas de cara a la galería, las tendencias generales están ahí y se desarrollan con rapidez. Las medidas esenciales que proponen los capitalistas no se alteran significativamente con las respuestas que ofrece la socialdemocracia, sólo se atrasan o se complementan, pero imparablemente se van imponiendo.
El problema reside en la incapacidad de la socialdemocracia para plantear una superación del capitalismo. Han aceptado las reglas de juego que imponen los capitalistas y están incapacitados para formular cualquier planteamiento que no sea de sostén del sistema, independientemente de la retórica que utilicen.
Resistir frente a las constantes agresiones de los capitalistas es una necesidad para el movimiento obrero, pero esa resistencia debe ir acompañada de un horizonte de derrocamiento del capitalismo, de una ruptura con las bases esenciales del sistema que, por su propia naturaleza, no puede existir sin crisis y sin un empobrecimiento general de todos los sectores no propietarios de la población.
Os dejo algunos puntos de otro artículo escrito también en Nuevo Rumbo. Os dejo el link por si quereís leerlo entero http://www.nuevo-rumbo.es/2020/04/29/la-ministra-de-trabajo-no-es-comunista-el-gobierno-tampoco/]http://www.nuevo-rumbo.es/2020/04/29/la-ministra-de-trabajo-no-es-comunista-el-gobierno-tampoco/]http://www.nuevo-rumbo.es/2020/04/29/la-ministra-de-trabajo-no-es-comunista-el-gobierno-tampoco/. Creo que en este artículo se ve muy clara la posición del partido respecto a estas medidas.
Saúl Fernández en La Ministra de Trabajo no es comunista, el Gobierno tampoco escribió:
[...]
También es falso hablar de gestiones neoliberales o socialdemócratas, la gestión del capitalismo en cualquiera de sus formas es gestionar para los intereses de la burguesía, del capital.
Está claro que las medidas laborales de la gestión socialdemócrata, las que nos venden como las mejores posibles no son, sin embargo, las necesarias, no son las que necesitamos la clase trabajadora.[...] Elegir la extrema derecha es elegir el mal mayor, elegir el mal menor, es elegir igualmente el mal y en cualquier caso es elegir de todo, menos lo necesario (por si no lo sabéis, el lema del partido es Elige lo necesario. Por una país para la clase obrera).
[...]
Y aquí, volviendo al principio del artículo, está el mundo de trabajo, está la contradicción capital-trabajo. Y es entonces cuando surge la pregunta ¿A qué mundo pertenece la ministra de trabajo? La ministra de trabajo decía en una entrevista poco después de las elecciones que “eso de ser comunista era algo complejo”. Y sí, es cierto, es muy complejo ser comunista cuando no se pertenece al mundo del trabajo, es complejo ser comunista cuando estás en el bando de la clase poseedora, de la reaccionaria, de la que estorba, de la que no hace falta ya.
[...]
Durante muchos años esa lucha de clases fue ganando cierto terreno, implementado medidas y leyes, que, aún no solucionando el problema, eran paliativos, pequeñas herramientas sostenidas a base de una lucha cansina y constante, agotadora. [...] Haciendo uso de esas medidas sostenidas a base de una verdadera correlación de fuerzas, (siempre fruto de la organización sindical y política de la clase obrera, de la lucha de clases donde el Partido Comunista siempre ha sido guía y vanguardia del verdadero progreso revolucionario de la humanidad) se luchó desde el principio de esta crisis contra los peligros y abusos en un momento en que las manifestaciones y concentraciones están prohibidas. Pero de entre “esas herramientas que tenemos”, como la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, la mejor arma de lucha, como vimos, es siempre parar la producción y así se hizo en muchos talleres y fábricas de España y del mundo. Fruto de esos derechos adquiridos en la lucha, los paros eran legales, digo eran porque ahora ya no lo son, excepto la huelga, derecho que está en el punto de mira de las patronales. Pensemos que la legalidad o la ilegalidad no alteran la consecuencia de un acto, pero sí las consecuencias sobre quien o quienes lo cometen y ahí aparece la represión. Por lo tanto, la ministra de trabajo y el gobierno “progresista” es represor de la clase obrera y si aprendemos a leer el lenguaje político nos dicen: acepten por las buenas, que nuestro sistema tiene al fascismo preparado si no lo hacen. Te apuntan con la pistola del fascismo si no les das la bolsa de la vida y del dinero, que es a fin de todo, la riqueza el objetivo de producir.
Una de esas herramientas en forma de leyes que desde el principio se utilizó fue la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y una herramienta para hacerla cumplir, una autoridad laboral que es la Inspección de Trabajo y Seguridad Social. Pues bien, han desvirtuado la Ley y han capado la herramienta. El Gobierno es responsable y el Ministerio de trabajo más. Claro, los gestores del enemigo de clase no se dieron cuenta a tiempo, fruto de la improvisación, de que el uso de esta Ley, en concreto el artículo 21 y el apartado 1 del 14 podía entrar en contradicción con las medidas tomadas en los RD que se fueron sucediendo: flexibilización de los ERTE con voluntad de no despedir en los seis meses después de la finalización del ERTE ¿voluntad? Pues sí, voluntad para ellos y fe para nosotros. ¡Muy comunista todo! Encarecer en 13 días el despido, que NO PROHIBIRLO, permiso retribuido ¡recuperable! En definitiva, conceptos nuevos para esa «nueva normalidad», que suponen en la práctica una nueva reforma laboral que no solo no deroga los aspectos más lesivos de la anterior, si no que los empeora. ¿Os dais cuenta que al pleno del Congreso llevaron al debate la cuestión de los despidos por baja médica? Unos y otros, más a favor o en contra, pero siempre ocultando que no se prohíbe el despido, si no, que se encarece, pero lo importante es que llevar ese debate a el pleno donde se votaba el estado de alarma supone fabricarse una coraza de escusas ante el pueblo, gracias al papel que le toca jugar a la derecha, por lo que ¡señores ahí tienen a la derecha, no podemos hacer más! Artimañas cutres, maldades. Dejemos atrás las suposiciones y vamos a los hechos. El uso de una medida para no solo no derogar la reforma, si no profundizarla. Señores de la aristocracia obrera que os sentáis en los despachos y perdéis allí lo que conquistamos en la calle y en el trabajo, os la han metido, pero nos la comemos nosotros.
[...]
De esto podemos sacar cuatro conclusiones inmediatas: ni la ministra de trabajo es comunista ni hay comunistas en el Gobierno; el capitalismo monopolista no admite la capacidad de una gestión más amable y se demuestra como ineficaz y como cinturón de fuerza para las necesidades de la humanidad hoy y mañana; el desarrollo científico-técnico y del proletariado, así como la capacidad productiva y de gestión de los recursos permiten hoy más que nunca la implantación y construcción del socialismo-comunismo; como sociedad de clases, la revolución del proletariado es la única forma capaz de conquistar el poder político y construir el socialismo.
¡Basta ya de hablar de neoliberalismo y keynesianismo! Hablemos de lo que toca, de imperialismo y de revolución socialista.
O sea, entiendo que ciertas medidas sean insuficientes o que puedan tener truco, lo cual es criticable y por supuesto, cualquier comunista sabe o debería de saber cómo funciona el capitalismo incluso con un gobierno reformista, y más en esta fase, pero ¿cuál es la alternativa? La alternativa no es un movimiento revolucionario proletario que nos lleve al derrocamiento del capitalismo y al socialismo, porque tal alternativa no existe actualmente en España. La alternativa no es el PCTE porque el PCTE es un partido residual ahora mismo. La alternativa es el más voraz, despiadado y radical capitalismo que propone la oposición. Esta es la realidad que hay en España, y por más que nos pese, ahora mismo Unidas Podemos, unos reformistas, son los únicos con capacidad material de frenar ese capitalismo radical y arrancarle concesiones a la patronal en favor de la clase obrera y de crear conciencia de clase. Joder, yo me empecé a interesar en Marx y el comunismo gracias a Julio Anguita y Pablo Iglesias y Podemos.
Es completamente cierto y evidente que está habiendo muchos atropellos, muchísimas cosas que están funcionando mal, mucho sufrimiento y empobrecimiento, muchas concesiones por culpa de este sistema y por cómo se tiene que gestionar si no quieres salirte de él. Está claro que la gestión que ha hecho el gobierno no es la ideal y que Unidas Podemos, teniendo en cuenta la poca fuerza que tiene en el gobierno, poco más puede hacer, y sería algo que cualquier comunista debería de criticar duramente para hacer ver lo ineficiente, explotador y criminal que es este sistema es incluso con un gobierno socialdemócrata, pero creo que en las circunstancias actuales, donde el movimiento comunista en España es tan jodidamente residual y no representa una alternativa política con fuerza para cambiar la realidad material de millones de trabajadores, ¿qué bien puede hacer criticar estas medidas positivas porque no son lo necesario, porque son insuficientes y con el socialismo todo saldría dabuti?
¿Está la realidad material, la correlación de fuerzas, la conciencia de clase en las masas tan avanzada como para poner a caer de un burro a los únicos que pueden hacer algo, por mínimo que sea, para parar la sangría neoliberal y mejorar en algo las condiciones de vida de la clase trabajadora?
Así es como lo veo yo, pero creo que la línea del partido no es esta, y si no lo es, creo que están haciendo un flaco favor a la clase trabajadora.
La cuestión es, ¿qué actitud debería de tener un partido o movimiento comunista respecto a Unidas Podemos y este gobierno teniendo en cuenta el contexto material que existe, la realidad tan penosa que tenemos? Es lo único que se me escapa y que creo que no tengo los suficientes conocimientos para dar una respuesta apropiadamente. Pienso que lo que está haciendo el PCTE no es correcto respecto a este tema, pero la cuestión es ¿qué hacer entonces?
Lo único que se me ocurre es arrimarse a estos movimientos de izquierda reformista, apoyar cualquier victoria que arranquen para la clase trabajadora, remarcando que es el camino a seguir pero que todavía queda mucho por recorrer y que sólo es la punta del iceberg de lo que se puede conquistar si nos organizamos y así ir generando poco a poco conciencia de clase que nos permita tener más fuerza para defender los intereses de la clase trabajadora. No sé.
La verdad es que es un tema que me produce mucha contradicción, seguramente por mi falta de conocimiento de la teoría marxista.