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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por Aleksey Miér Nov 07, 2012 8:42 pm

    Stitch además busca un diálogo respetuoso con los capitalistas pero, ¿lo tiene con los comunistas? A este respecto dice surfas con razón "Como buen seguidor de la escuela austriaca, Stitch estas muy interesado en refutar el marxismo, el problema es que no entiendes ni la primer linea de marxismo, por tanto lo que nos digas (que son pavadas por tanto) y lo que te digamos, cae en saco roto constantemente porque no te enteras."


    Última edición por Alekséi el Jue Nov 08, 2012 1:45 am, editado 1 vez
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por Aleksey Miér Nov 07, 2012 9:37 pm

    SS-18 escribió:Supongo que a nadie le cuesta mucho hacer algo de agitpro en internet en ftentes de masa como la pagina de facebook de democracia real ya...por que el discurso y la lucha de lineas cuaja genial, no es un frente tan alienado como parece, la gente se contagia del discurso marxista y es lo que hay que hacer, para que estos salvajes liberales no campen a sus anchas con su ideologia absurda.

    De acuerdo con SS-18, aliento la difusión del marxismo por todos los foros NO capitalistas en frentes de masa. Es parte de la lucha ideológica que conocemos bien. En cuanto a los foros derechistas, fascistas y nazis estarían muy bien siendo hackeados y no ponernos a "dialogar" "pacíficamente" como pretende Stitch.
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty El liberalismo como opción religiosa (parte 1)

    Mensaje por orsiros Miér Nov 07, 2012 10:28 pm

    Bueno, os voy a poner aquí un texto que creo os hará ver de una vez por todas (espero), las mentiras del liberalismo.

    Está sacado de un artículo que ya no existe: El liberalismo como opción religiosa.


    Se ha convertido al liberalismo en una especie dogma invulnerable a cualquier evidencia. Si algo demuestra que el liberalismo es erróneo, seguramente lo que esté equivocado es la realidad, no el liberalismo.

    El liberal considera que todo bien económico es gracias al libre mercado y todo mal es producto de la falta de este. Independientemente del país o del momento histórico. Si un país mejora, es gracias a su libertad económica, si empeora, es a causa de sus rigideces.

    Así tenemos que países que han mejorado tras recortar sensiblemente sus mercados lo han hecho, para un liberal, precisamente gracias a aquellas porciones de libre mercado que no han recortado. En cambio, países que tras una severa liberación se han encontrado con una crisis económica, para un liberal esta crisis se deberá a una falta de liberalismo.

    El Dios Mercado nos castiga o nos premia según su divina voluntad.
    Si la economía crece, debemos agradecérselo al Dios Mercado.

    Si estamos en crisis, debemos realizar sacrificios para contentarle: Flexibilizar el mercado laboral, privatizar empresas públicas, reducir los impuestos, reducir la deuda pública…

    Como si fueran mandamientos del Dios Mercado, las recetas económicas SIEMPRE son exactamente las mismas para todo tiempo y lugar. Da igual que país seas, da igual en qué momento histórico se encuentre, da igual que te vaya bien o te vaya mal, siempre hay que seguir exactamente los mismos pasos.

    En realidad, no sé para qué necesitamos economistas. ¿Que hay crisis? flexibilizar el mercado laboral, privatizar empresas, reducir los impuestos, reducir la deuda pública ¿qué la economía crece? flexibilizar el mercado laboral, privatizar empresas, reducir los impuestos, reducir la deuda pública ¿que eres Argentina? ¿que eres China? ¿que eres Alemania? todas estas cosas, no importan. La realidad de tú país, no importa. Sólo importa que sigas las mismas leyes universales. Los mismos mandamientos: No nacionalizarás. No pondrás trabas al libre despido. No aumentarás los impuestos. No aumentarás el gasto público.

    No sigas esas normas y el Dios Mercado te castigará (tarde o temprano, aunque pasen 30 años ya estarán ellos para decirte “te lo dijimos”). No las sigas y el Dios Mercado te premiará…

    O no, según le dé, que el Dios Mercado es un Dios caprichoso y si tras seguir sus mandamientos a rajatabla te encuentras con una crisis muy superior, será porque quiere de ti mayor celo todavía en el cumplimiento de su divina voluntad.

    Como si fuera una religión, el liberalismo se basa en una serie de dogmas de fé que sus seguidores aceptan sin mayor crítica. La mayoría de estos dogmas fueron ya elaborados como hipótesis por Adam Smith, aunque no podemos echarle la culpa a él ya que en aquellos tiempos no se conocían muchas cosas que conocemos ahora. En cambio, seguir sosteniendo a principios del sXXI estas tesis, contra toda evidencia, sólo demuestra en mi opinión una cosa. Que no son teorías, son dogmas religiosos.

    DOGMAS LIBERALES:

    LA SAGRADA LIBRE COMPETENCIA. En una economía en la que la libre competencia sea perfecta, se supone que el consumidor premiará a las mejores compañías y penalizará a las peores, con lo que las distintas empresas se verán obligadas a competir entre sí para ser cada día más eficientes, vendiendo mejor calidad a menor precio. La empresa pequeña que consiga ofrecer mejor relación calidad/precio que la grande acabará superando a esta. La libre competencia perfecta creará una sociedad meritocrática perfecta.

    Este razonamiento tan bonito tiene un error de base fundamental y evidente. Los liberales parten de la base de que el consumidor comprará el producto mejor. En el sentido de que ante dos productos que tengan el mismo precio, el consumidor comprará el que tenga mayor calidad o, entre dos productos de igual calidad, el consumidor comprará el producto que tenga menor precio. Sin embargo, no es así.

    A igualdad de precio, el consumidor compra el producto que percibe como de mayor calidad. Y aquí se quiebra la libre competencia. Hace ya mucho tiempo que las grandes empresas han comprendido que es más rentable invertir en publicidad que en calidad. Un producto de muy baja calidad y alto precio puede triunfar (y de hecho, es frecuente que lo haga) si cuenta con una buena campaña publicitaria. La empresa pequeña que guarda una mejor relación calidad/precio no podrá superar jamás a la grande mientras esta tenga mucho más dinero para invertir en publicidad. El afamado libro No Logo de Naomi Kleim muestra claramente como las grandes empresas, de hecho, han dejado de lado la producción para centrarse en la publicidad. Muchas veces, es la misma fábrica la que crea, con la misma calidad, los productos de distintas marcas comerciales, pero su nivel de ventas dependerá mucho más del logo que se incluya en ellos que de su precio.

    Luego está, claro, el problema de los monopolios. En cuanto una empresa consiga una situación monopolística, imposibilitará la libre competencia ya que la empresa grande tendrá muchas posibilidades de ahogar a sus rivales sin que estos puedan competir ni con precios ni con calidad (ni con marketing).

    Ante este problema, lo cierto es que la mayoría de los liberales estarán de acuerdo en aceptar que es necesario crear leyes que impidan los monopolios. El problema está en que ellos se quedan aquí, sin comprender que en un mundo liberal, estas leyes (aunque existan) no servirían de nada.

    No servirían de nada porque el resto de medidas liberales están destinadas a hacer que el estado sea lo más débil posible, mientras que las empresas son lo más poderosas posible. El resultado lógico de estas medidas es encontrarte con estados-David que nada podrán hacer contra las empresas-Goliath. En un mundo ideal y maravilloso, esto no importa, porque las leyes son leyes y punto. Pero en el mundo real, cuando alguien tiene mucho más poder, influencias y dinero que tú, es muy difícil que puedas vencerle ya que dispondrá de hilos de los que tú jamás podrás tirar.

    Si las tesis liberales fueran correctas, no habría sitio en el mercado para empresas que tuvieran una pésima relación calidad/precio. Así que existen dos mundos posibles. En uno McDonalds jamás consiguió abrir su segunda franquicia. En el otro el liberalismo no es correcto.

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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty El liberalismo como opción religiosa (parte 2)

    Mensaje por orsiros Miér Nov 07, 2012 10:33 pm

    LA SANTÍSIMA LIBERTAD: Los liberales, lógicamente, están a favor de la mayor libertad de mercado posible. La libertad es buena. Cuanta más libertad mejor. Por lo tanto, cuanta más libertad de mercado mejor. Es más, aquellos que queremos poner cortapisas a la libertad de mercado, queremos ponerle cortapisas a la libertad en general.

    En el imaginario de los liberales, existe la tendencia a suponer que sólo ellos son los verdaderos defensores de la democracia y que aquellos que no estemos conformes con el liberalismo tenemos tics autoritarios.

    Las libertades (que no libertad) pueden ser positivas o negativas según como influyan sobre los demás. La libertad para agredir físicamente al que te moleste (o te apetezca) choca con el derecho de la otra persona a no ser agredido. No es una libertad positiva, la sociedad y las leyes deberían perseguirla.

    Es una falacia, por lo tanto, considerar que exista ninguna relación entre democracia y liberalismo. Podría considerarse que exista una tendencia entre aquellos que creen en la absoluta libertad de mercado a creer en las libertades democráticas, pero la historia nos demuestra lo contrario. Existen muchos ejemplos de gobiernos que han sido perfectamente democráticos a pesar de mantener posturas que hoy consideraríamos antiliberales.

    En cualquier debate lógico, sería imposible que se mantuviera durante mucho tiempo el argumento de que el liberalismo y la democracia tengan que ir, necesariamente, de la mano.

    EL DOGMA DEL DIVINO DESARROLLO: Se supone que el liberalismo es la forma más eficaz de crear riqueza y, por lo tanto, la mejor forma de alcanzar un desarrollo rápido y sostenido. Y cuanto más salvaje sea tal liberalismo, más rápidamente se desarrollará el país beneficiado. En cambio, cuanto más controlado esté un mercado, menos posibilidades de desarrollo existen. Se supone también que esto viene demostrado por la historia.

    Claro, ahora toca preguntarse ¿qué historia? Porque en la historia que conozco yo, los ejemplos de países que se hayan industrializarse mediante el liberalismo pueden contarse con los dedos de una mano. En cambio, los ejemplos de países que se han industrializado mediante prácticas de tipo proteccionista y/o de planificación económica son infinitos: Japón (dos veces), EEUU, Prusia y luego Alemania (dos veces), Francia, España, URSS… De hecho, todas las grandes economías capitalistas han recurrido a la planificación económica en tiempos de guerra ¿por qué recurren a formas económicas que, supuestamente, son menos eficaces precisamente cuando más necesitan que su economía sea lo más eficiente posible? ¿tan tontos son… todos?

    Existe un ejemplo que todavía no he encontrado a ningún liberal que me conteste adecuadamente.

    La URSS pasó en unas pocas décadas de ser el país más atrasado de Europa a convertirse en la principal potencia del continente. El antiliberalismo de la planificación económica soviética es tan patente que nadie puede recurrir a ningún pequeño gesto liberal para achacarle la industrialización más rápida de toda la historia.

    Ante esto, por un lado, se habla de los enormes recursos de todo un país-continente como es Rusia. Pero se supone que un sistema antiliberal dificulta el crecimiento y es difícil imaginar uno más antiliberal que el de la URSS de los planes quinquenales. Sin embargo, insisto, la URSS ha vivido el desarrollo industrial más acelerado de toda la historia de la humanidad y tenía el modelo más antiliberal imaginable (supuestamente, el más erróneo a la hora de desarrollar un país)

    Realmente ¿tan importante es la abundancia de recursos que consiguen el mayor éxito con la peor política? entonces ¿por qué los países con más recursos son hoy, generalmente, los más pobres?

    Por mi parte, considero que existen dos mundos posibles. En uno la URSS jamás se industrializó. En el otro, están equivocadas las tesis liberales que sostienen que el desarrollo sólo se logra mediante el libre mercado.

    EL SAGRADO REAJUSTE: De vez en cuando, las rigideces del mercado provocan crisis en las cuales, es positivo, las empresas más ineficaces se hunden, produciéndose una purga general de la economía. No es bueno, por lo tanto, inmiscuirse en el libre mercado ayudando a las empresas menos eficaces ya que se premiaría su baja eficiencia. Ante la crisis tan sólo hay que sentarse a esperar que el mercado limpie a las empresas ineficaces y vuelta a empezar.

    Esta tesis me parece la más cruel del liberalismo. Se están obviando todo el sufrimiento que provocan las crisis. ¿Realmente es necesario pasar por ello? ¿merece la pena sostener un sistema que cada pocas décadas nos obliga a entrar en un ciclo desastroso en el que millones de personas son arrojadas a la desesperación? ¿No sería preferible buscar un modelo que no produzca crisis tan profundas como las del liberalismo? ¿Aunque sea a costa de un crecimiento menor en las épocas de bonanza?

    Por otra parte, encima, resulta que el postulado principal no es correcto. Las crisis, raramente están provocadas por las rigideces del mercado sino que, cuando no intervienen causas externas, normalmente son producidas por burbujas que estallan. Burbujas que sólo pueden tener una causa, baja regulación. Liberalismo.

    Por muchas “rigideces” de las que hablen los liberales, lo cierto es que la actual crisis la han predicho los antiliberales, mientras que los principales liberales afirmaban que era imposible. Entre dos mundos posibles, en uno el liberalismo está acertado y seguimos viviendo en una bonanza infinita e interminable. En el otro, el liberalismo no es correcto y hemos entrado en crisis desde hace un año.

    LA BENDITA REDESTRIBUCIÓN DE RIQUEZA DE ARRIBA A ABAJO: Las medidas liberales, generalmente, vienen acompañadas por un aumento en la brecha que separa a ricos y pobres. No debe preocuparnos, ya que es importante que los ricos sean más ricos porque así su riqueza generará más riqueza y eso nos hará más ricos a todos. El pobre que se queja de que el rico es muy rico, en realidad es un envidioso ¿qué más le da que el rico sea más rico si él también va a ser menos pobre gracias a ello?

    Durante las últimas décadas hemos vivido un crecimiento económico que, sin embargo, ha producido la primera generación de europeos que vive peor que sus padres desde la guerra mundial. Mientras tanto, las grandes fortunas se han multiplicado, y (seguimos en Europa) la diferencia entre el 5% más rico y el otro 95% es más alta hoy de lo que ha sido, posiblemente, desde la Revolución Francesa.

    En contra de lo que sostienen las tesis liberales, cuando los ricos tienen dinero, este no fluye hacia abajo. Porque sus compras no tienen gran incidencia en el consumo ni en la producción (una camisa diez veces más cara no produce diez veces más puestos de trabajo). Y porque el rico acumula poder y busca el monopolio de sus empresas, buscando concentrar la riqueza en cada vez menos manos. En un sistema liberal, el rico es cada vez más rico, pero no porque exista un crecimiento económico (puede existir o no) sino porque le quita esa riqueza al pobre. Por eso, en un sistema liberal, el rico es cada vez más rico tanto en época de crecimiento como de crisis.

    En cambio, en un sistema que coloque más riqueza en manos de los pobres, sí que se produce un movimiento de riqueza. Sus compras sí tienen una repercusión importante sobre la economía (si diez pobres pueden comprarse una camisa y antes no, se podrán fabricar diez camisas más y eso generará más puestos de trabajo).
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty El liberalismo como opción religiosa (parte 3 y final)

    Mensaje por orsiros Miér Nov 07, 2012 10:35 pm

    EL DOGMA DE LA SAGRADA INAGOTABILIDAD DE LOS RECURSOS: Al igual que las demás teorías desarrolladas principalmente en el sXIX, el liberalismo confía en que los recursos son inagotables. O, para ser más exactos, en que la tecnología podrá encontrar formas de solucionar los problemas que produzcan la escasez de recursos.

    Las evidencias sobre cambio climático y agotamiento del planeta Tierra son tan evidentes que no quisiera discutirlas aquí, aunque muchos liberales no estén de acuerdo. Nuestro actual ritmo de destrucción de recursos es insostenible. Tal y como la inmensa mayoría del mundo científico está advirtiendo.

    Seguramente, la humanidad sobrevivirá a la crisis ecológica que se nos viene encima, desarrollando nuevas tecnologías. “No pasa nada” dirá un liberal. Cuando la crisis esté sobre nosotros, a las empresas no les quedará más remedio que adaptarse y avanzar hacia formas tecnológicas más sostenibles. Pero, cabe preguntarse ¿y no sería más inteligente empezar a cambiar AHORA para que la crisis sea lo menor posible?

    Por otra parte, cabe preguntarse cómo el mercado podrá solucionar la crisis. Quiero decir, estoy seguro de que, como dicen los liberales, cuando la crisis esté encima, las empresas acabaran adaptándose. Pero no por el mercado, sino porque la presión social obligará a los gobiernos a legislar duramente. En otras palabras, por procedimientos antiliberales.

    La ecología no cabe en un discurso liberal. Simplemente no se puede implementar. Sólo una gran conciencia ecológica en los compradores podría premiar a las empresas más ecologistas… pero las empresas “más ecologistas” descubrirían rápido que sale muchísimo más barato invertir en marketing que en productos más ecológicos. En un sistema liberal, aquella empresa que invierta realmente en hacer más ecológica su producción se encontrará en desventaja. Desventaja frente a la empresa que invierta menos en ecología pero más en explicarle a los compradores lo ecológicos que son. Es lo mismo que sucede hoy en día con respecto a la calidad.

    Sólo existe una forma de impedir que algo como esto suceda. Crear organismos oficiales que comprueben que las supuestas ventajas ecológicas son realmente ventajas y no puro aire destinado a crear una falsa imagen de ecologismo. Deben ser organismos oficiales públicos o nos encontraremos con los mismos problemas que han provocado las auditorías privadas en el mercado financiero.

    Además, es necesario crear leyes que obliguen a las empresas a realizar esfuerzos con respecto al medio ambiente. Y es necesario crear estados fuertes que puedan hacer cumplir dichas leyes.

    El liberalismo no puede impedir el crack ambiental que se nos viene encima. Y el liberalismo tampoco podrá sacarnos de él.

    EL MITO DEL BUEN EGOISTA: Siguiendo los postulados de Adam Smith el egoísmo económico es bueno, ya que al buscar lo mejor para uno mismo, cada individuo está buscando lo mejor para toda la sociedad. (Dentro de unos límites razonables, claro, sólo unos pocos liberales defenderían que fuera positiva la acción de un estafador, por ejemplo).

    Sin embargo, el egoísmo individual, incluso el económico, no siempre beneficia a toda la sociedad. Un crecimiento desmesurado de las empresas, destruyendo empresas más pequeñas (y puestos de trabajo) por el camino casi nunca es positivo. El egoísmo de directivos que planifican su gestión pensando en su futuro personal y no en las empresas que administran tampoco suele serlo. Se han dado demasiados casos de directivos que han llevado empresas a serios problemas de sostenibilidad sabiendo que cuando todo estallara ellos estarían, forrados, muy lejos de allí.

    Por otra parte, durante los últimos años hemos observado claramente como los grandes directivos han aumentado sus sueldos exponencialmente… sacando ese dinero del resultado de despedir trabajadores. ¿Realmente son tan eficaces para la empresa esos directivos que para poder pagarlos la empresa debe renunciar a la fuerza productiva de cientos o miles de trabajadores? Me resulta difícil creerlo.

    ¿Y qué sucede si no miramos tan alto? ¿es positivo el egoísmo individual de los trabajadores? ¿Es positivo el egoísmo que empujó a millones de comerciales estadounidenses a ofrecer hipotecas a personas que no podrían pagarlas sabiendo que, en cualquier caso, ellos cobrarían su comisión? ¿Es positivo el egoísmo del empleado de banca al que no le importa que su entidad pierda clientes a cambio de conseguir cumplir unos objetivos absurdos pero muy bien renumerados?

    Existen dos mundos posibles. En uno el egoísmo individual nos hace a todos más ricos. En otro vivimos en una crisis provocada, entre otros motivos, por el desmesurado egoísmo individual de aquellos que han manejado los bancos y las empresas constructoras.
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    Mensaje por Aleksey Jue Nov 08, 2012 1:56 am

    Valioso aporte orsiros. De esta forma se explica bien la mentalidad religiosa de Stitch.
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    Mensaje por Danko Dom Nov 25, 2012 4:36 am

    Todo el conjunto de la teoria liberal tiene un fallo de base, y es que eso del libre mercado está muy bien (al menos en la teoría) siempre y cuando todo se encuadre dentro de un mercado perfecto en el que todos parten con los mismos recursos y oportunidades. Pero si el mercado libre tal como lo pregonan los liberales realemente se implantara, los mercados más poderosos (sobre todo los monopoliso) se echarían para atrás con tal de mantener su posición dominante.


    Supongamos que mañana vamos a El Corte Inglés y les decimos a sus dueños: "hemos pensado que vamos a liberalizar el mercado, vamos a dejar que Carrefour e Hipercor construyan en frende de cada Corte Inglés si les da la gana, y además no vais a poder presionar más a los proveedores por vuestra posición dominante en el mercado como habéis hecho hasta ahora, por aquello de la libre competencia y necesidad de ausencia de Estado"... os aseguro que al dia siguiente el Isidoro está preparando un golpe de Estado.


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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por najseba Miér Nov 28, 2012 1:46 pm

    Stitch: hay una cantidad justa de cada cosa o de necesidad satisfecha para una cantidad de población en un territorio determinado. Nada tiene que ver con la maximización del beneficio financiero ni en especie. El Individualismo salvaje no tiene brújula, el comerciante le vendería armas a los que después irían a matarlo, o para acumular dinero, socavaría su propio medio ambiente para morir envenenado. La libertad puede ser buena o mala dependiendo para qué se la use. Si muchos mueren de hambre habiendo excedente de alimentos, es una libertad dañina.
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    Mensaje por Aleksey Lun Dic 03, 2012 11:22 pm

    najseba escribió:Stitch: hay una cantidad justa de cada cosa o de necesidad satisfecha para una cantidad de población en un territorio determinado. Nada tiene que ver con la maximización del beneficio financiero ni en especie. El Individualismo salvaje no tiene brújula, el comerciante le vendería armas a los que después irían a matarlo, o para acumular dinero, socavaría su propio medio ambiente para morir envenenado. La libertad puede ser buena o mala dependiendo para qué se la use. Si muchos mueren de hambre habiendo excedente de alimentos, es una libertad dañina.

    Como dijo Lenin que los capitalistas nos venden la soga conque los vamos a ahorcar
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    Mensaje por DieRoteFahne Sáb Dic 08, 2012 7:42 pm

    !Qué pesados los liberales con el "auténtico liberalismo"! Recuerdan un poco a los comunistas y socialistas que fueron incapaces de aceptar que la realidad no se corresponde ni se corresponderá con sus ideas místicas del paraíso socialista/comunista y por ello consumen su tiempo criticando a la URSS, el socialismo venezolano o cualquier otra realización práctica del socialismo que !oh sorpresa! no inauguró el paraíso en la Tierra.

    Pero es que el caso del liberalismo es aún más sangrante.
    Ahora resulta que la solución a todos los males es !volver a mediados del siglo XIX!, época dorada del patrón-oro, el librecambismo, la pequeña empresa y el Estado mínimo... Como si eso fuera siquiera posible; como si el capitalismo monopolista, con sus enormes capitales financieros e industriales en pornográfica colusión con el Estado no fuese producto directo de la fase anterior de librecambio y de la progresiva acumulación del capital en manos de unos pocos... como si la oligarquía financiera no fuese hija(tal vez bastarda) del mundo de los pequeños empresarios en libre concurrencia...

    Lenin decía que este tipo de ideologías liberales que defienden la vuelta a la libre concurrencia y a los "viejos modos" típicos de la Inglaterra decimonónica son producto de una contradicción básica en el "nuevo" capitalismo: la que se produce entre los grandes capitales y los más pequeños, cada vez más frágiles ante el enorme peso de la oligarquía financiera. Y visto lo visto parece que, como de costumbre, no le faltaba razón al hombre...

    Este tipo de liberalismo "clásico" debería ser estudiado en las escuelas como uno de los ejemplo más puros y acabados de ideología pequeñoburguesa.

    Saludos! Es mi primera intervención por aquí y espero aprender mucho de ustedes. Gran foro, por cierto! sunny
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por Controvertido Sáb Dic 08, 2012 10:44 pm

    neweconomic escribió:

    "El liberalismo, es mas elección y mejores precios para el consumidor"

    FALSO: Según el mismo dogma liberal, el liberalismo solo funciona si existe una competencia suficiente por el lado de la oferta. Sin embargo, en los hechos, el capitalismo liberal tiende hacia la concentración y la formación de monopolios que eliminan toda competencia, reduciendo la elección del consumidor y hacen subir los precios (y bajar la calidad ).

    En el área de los servicios públicos como por ejemplo la distribución del agua, el correo, o los ferrocarriles, su privatización siempre se ha traducido por un aumento de los costos para el pasajero, una reducción del servicio, y una reducción de las inversiones en el mantenimiento de las infraestructuras.

    En cuanto a los sistemas de jubilación privados (fondos de pensiones), consisten en privar a los asalariados de toda seguridad, entregándoles a la incertidumbre de la gestión de dichos fondos a organismos financieros. En caso de quiebra de estos últimos, los asalariados se hallan sin jubilación a pesar de años de cotización. Lo que ya ha sucedido en Estados Unidos en 2002 con la quiebra de Enron.

    Es decir que, desde este punto de vista, ha dejado de existir la competencia. Entonces, ¿los precios son completamente decididos por los monopolios? Este planteo, que aceptan muchos, contradice hasta los mismos fundamentos teóricos del marxismo (las ideas generales acerca del proceso de acumulación capitalista presuponen la existencia de competencia, sin ir más lejos).


    neweconomic escribió:"El liberalismo, es el juego del libre mercado"

    FALSO: Siempre según el dogma liberal, el libre-mercado requiere la transparencia del mismo mercado y de la información.
    En realidad, a causa de practicas opacas y de la inequidad en el acceso a la información, el consumidor no puede escoger con conocimiento de causa.

    Si todo se organizara a través de mercados libres, no existirían "prácticas opacas" ni "inequidad en el acceso a la información".


    neweconomic escribió:"El crecimento crea empleos"

    FALSO: El crecimiento crea empleos en primer momento, pero sirve sobretodo para financiar las "re-estructuraciones" y las relocalizaciones. A final de cuentas, destruye mas los puestos de trabajo de lo que crea.

    Las relocalizaciones simplemente trasladan demanda de mano de obra de una región o país hacia otros. Si en un lugar los empleos se reducen, en otro crecen.

    neweconomic escribió:
    "Solo el mercado es apto para determinar el precio justo de las materias primas, divisas o de las empresas"



    FALSO: Los mercados son esencialmente guiados por la especulación y la busca del mayor lucro a corto plazo. Las fluctuaciones y variaciones del mercado son a veces irracionales, excesivas, y sometidas a la manipulación. Estas oscilaciones excesivas en el mercado (bolsas) son destructoras, provocan ruina y quiebras en la economía real. Pero al mismo tiempo, estas variaciones son generadoras de ganancias para los especuladores. Nuevamente el principio de los vasos comunicantes…!

    Acá no se está refutando la idea de que el mercado asigna los precios de modo justa, se habla de otra cosa.



    neweconomic escribió:"La empresa crea riqueza. Es la fuente de la prosperidad de los países y de sus habitantes"

    FALSO: Por lo general, las empresas no crean riqueza, porque el valor creado es inferior al costo real de los recursos utilizados o destruidos, si tomamos en cuenta el costo medioambiental y humano, así como el costo real de las materias primas renovables.

    El "lucro" de las grandes empresas es logrado en realidad en detrimento de la naturaleza, pillada por la explotación, la urbanización y la contaminación, o "vampirizado" sobre otros factores económicos:

    - sobre los asalariados, a quienes se los habrá despedido para ahorrar costos u "aumentar la productividad", o a quienes se habrá reducido la remuneración o la protección social.

    - sobre los consumidores que deben pagar mas por una calidad o cantidad menor.

    - sobre los proveedores (en particular sobre los productores de materias primas de minerales o agrícolas)

    - sobre otras empresas a los cuales se habrá provocado su quiebra mediante practicas desleales de competencia, o que son compradas para ser posteriormente desmanteladas, vendidas por partes, y cuyos asalariados serán transformados en desempleados.

    - sobre las poblaciones del Tercer Mundo que serán expoliadas de sus tierras y de sus recursos, y que han sido reducidas a la esclavitud, obligadas a trabajar en las minas o en "talleres del sudor" de empresas transnacionales, o peor aun, obligadas a servir de conejillos de india para la industria farmacéutica, o de vender sus órganos (por lo general riñones o un ojo) que serán operados a enfermos afortunados. (el precio pago para un riñón llega a 20.000 $us en Turquía, a solo 800 $us en la India)

    Esto no tiene sentido. Si las empresas crean o no riqueza, no depende de lo que se dice ahí.

    neweconomic escribió:
    "La Globalización beneficia a todos"


    FALSO: Entre 1992 y 2002, el ingreso por habitante ha decaído en 81 países. En el Tercer Mundo, el numero de personas "extremadamente pobres" ha aumentado en mas de 100 millones.

    La diferencia entre salarios ha aumentado de forma impresionante. Tomemos el ejemplo de una obrera de una empresa sub-contratista asiática de Disney que fabrica ropa con el logotipo de Mickey para consumidores occidentales. Esta obrera trabaja en un "taller de sudor", 14 horas por día, 7 días sobre 7, sin ninguna protección social, sin derecho a huelga, el todo por un salario horario de 0,28 dólar. Al mismo tiempo, el salario horario de un Gerente de Disney (PDG) es de 2800 dólares, es decir 10.000 veces mas.

    Las 225 personas más ricas del mundo acumulan un patrimonio global de 1000 billones de dólares, equivalente al ingreso anual de los 3 mil millones de personas más pobres del planeta, es decir 47% de la población mundial. La fortuna adicionada de las 84 personas más ricas sobrepasa el producto interior bruto de China con sus 1,2 mil millones de habitantes.

    En 2002, 20% de la población mundial acapara 80% de las riquezas, posee mas de 80% de los coches en circulación y consume 60% de la energía, mientras que mil millones de los habitantes más pobres comparten el 1% del ingreso mundial.

    ¿Y qué hacía esa obrera antes de la globalización? Probablemente, se moría de hambre en una parcela de tierra improductiva. Si se eliminan las barreras comerciales, los países van a desarrollarse, los obreros van a volverse más productivos y entonces los salarios en todo el planeta van a tender a igualarse.

    Saludos.
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    Mensaje por orsiros Dom Dic 09, 2012 5:43 am

    Controvertido escribió:
    Si todo se organizara a través de mercados libres, no existirían "prácticas opacas" ni "inequidad en el acceso a la información".

    ¿Y qué hacía esa obrera antes de la globalización? Probablemente, se moría de hambre en una parcela de tierra improductiva. Si se eliminan las barreras comerciales, los países van a desarrollarse, los obreros van a volverse más productivos y entonces los salarios en todo el planeta van a tender a igualarse.

    Saludos.

    De 10, sí, 10 páginas de este hilo, sólo contestas a la primera intervención? De qué vas? Otro seguidor de san mercado???

    Con estas 2 respuestas que has dado te defines. O eres un provocador, o de Teoría Económica andas justito, no??

    .... Sin comentarios....
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    Mensaje por ArgentoRojo Dom Dic 09, 2012 6:05 am

    orsiros escribió:
    Controvertido escribió:
    Si todo se organizara a través de mercados libres, no existirían "prácticas opacas" ni "inequidad en el acceso a la información".

    ¿Y qué hacía esa obrera antes de la globalización? Probablemente, se moría de hambre en una parcela de tierra improductiva. Si se eliminan las barreras comerciales, los países van a desarrollarse, los obreros van a volverse más productivos y entonces los salarios en todo el planeta van a tender a igualarse.

    Saludos.

    De 10, sí, 10 páginas de este hilo, sólo contestas a la primera intervención? De qué vas? Otro seguidor de san mercado???

    Con estas 2 respuestas que has dado te defines. O eres un provocador, o de Teoría Económica andas justito, no??

    .... Sin comentarios....

    Otro austríaco en el foro? cheers
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    Mensaje por DP9M Dom Dic 09, 2012 8:01 am

    Una obrera, qntes de la globalizacion, antes de que llegase el europeo a repartir justicia y libertad con su propiedad privada arrebatandola , esa mujer, moria de hambre. Si menos mal que hemos tenido que llegar al capitalusmo para acabar con el hambre en el mundo.

    Es obvio que el capital se va a someter a las nobles ideas y preocupacionea de anteponer la vida y el derecho a una existencia digna del individuo, a sus beneficios obtenidos en base a minimizar costes, que son los gastos derivados en el acceso de mano de obra.

    En serio qlguien es tan necio y eurocentrista de creerse que antes de llevar la civilizacion , la explotacion y la propiedad burguesa la gente moria de hambre en mayor proporcion que gracias sl mercado libre?

    Es ese mercado libre que ha convertido todo el desarrollo y todis los avances de la humanidad en meras maquinas mercantilistas? Es ese mercado libre que precisamente hace negocio con el hambre por que las empresas dedicadas a la alimentacion de la humanidad especulan y hacen todo tipo de actividades gansteriles
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    Mensaje por najseba Lun Dic 10, 2012 1:58 pm

    Los fanáticos de los austriacos en persona son lo más idiota que vi en mi vida, inclusive en opinión de los liberales. Infiltré el partido libertario, cosa no muy difícil. Son lo más inconsciente que hay. Uno iba manejando el auto a cualquier velocidad mientras mandaba mensajes con el celular. En general, se impresionaban con el diseño externo de las cosas, lo que impresiona a los sentidos.
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    Mensaje por ArgentoRojo Lun Dic 10, 2012 2:53 pm

    najseba escribió:Los fanáticos de los austriacos en persona son lo más idiota que vi en mi vida, inclusive en opinión de los liberales. Infiltré el partido libertario, cosa no muy difícil. Son lo más inconsciente que hay. Uno iba manejando el auto a cualquier velocidad mientras mandaba mensajes con el celular. En general, se impresionaban con el diseño externo de las cosas, lo que impresiona a los sentidos.

    Son el ombligo y la "libertad" del pequeño propietario. Nada más que eso.
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    Mensaje por Stitch Vie Dic 28, 2012 7:04 am

    ArgentoRojo escribió:
    najseba escribió:Los fanáticos de los austriacos en persona son lo más idiota que vi en mi vida, inclusive en opinión de los liberales. Infiltré el partido libertario, cosa no muy difícil. Son lo más inconsciente que hay. Uno iba manejando el auto a cualquier velocidad mientras mandaba mensajes con el celular. En general, se impresionaban con el diseño externo de las cosas, lo que impresiona a los sentidos.

    Son el ombligo y la "libertad" del pequeño propietario. Nada más que eso.

    También se dice que los Comunistas son los más totalitarios, dictadores e irracionables que existen.

    Pero son opiniones subjetivas, que no dan en el merco clavo. Encontrarán liberales que de plano son demasiado críticos y hasta pedantes con personas que no coinciden con sus ideologías. Así como comunistas, que usan como argumento el insulto.

    En el mundo hay de todo, pero no por eso, debemos generalizar, ¿no creen?

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    Mensaje por DP9M Vie Dic 28, 2012 9:19 am

    Yo te prometo que si vuelves a intervenir en un solo hilo sin realizar una contestacion clara sobre el tema que se trata te largo del foro. Uno puede insultar por hastio, pero otros son gilipollas atolondrados que tienen la desfachatez de inventarse una realidad paralela abtraida de la realidad material como hacen los austriacos. No solo eso si no son todo lo respetuoso que puede ser un nazi con buenas palabras que solo bomita su discurso de fe. A fin de cuentas, son lo mismo, analisis ecolasticos y metafisicos sacados del atraso mas casposo y rancio de las elites burguesas de hace doscientos años. Esto no es cuestion de respetar o no a la persona si no de despreciar el atraso y subdesarrollo mental al que pretenden someter una y otra vez los integristas fanaticos y perturbados del liberalismo y hiperindividualismo atroz. Tu has aprendido alguna minima mierda en este foro o para lo unico que sirves es para acosar los debates en plan hooligan contandonos lo bien intencionado que es un capitalista a l hora de dejarse llevar por el intetes de mercado para explotar mano de obra infantil semiesclava.

    Sean buenos o malos tengan educacion o no la realidad empirica es una, el kapital y las cifras de ganancias solo implican al intetes codicioso del burgues y no le interesa nada mas ni le importa como llegar a ello. Y para justificar con polladas y pajas mentales este expolio y parasitacion estan los atolondradis anarcaps, que con tal de defender el expolio del capital son capaces de inventarse cualquier mamarrachada pseodointelecrual. El respeto a los anarcaps en el foro, es maximo. El necesario que se merece personajes que son capaces de defender un analisis economico, politico y sociologico desde la metafisica , ecolastica y negando todo analisis cientifico.

    Y tu, ve a los hilos donde tienes debates pendientes para que se deje claro que si vuelves a defender una sola gilipollez mas habiendose demostrado una falacia antimaterialista, se te pueda sancionar por troleo.

    Aprende lo que es un analisis cientifico, y despues nos vienes a pedir respeto para los psicopatas de los anarcaps. Por q son realmente eso, el resto de vosotros que pululais alrededor, solo repetis como loros lo que os enseña papi.
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por AlejoSola Vie Mayo 03, 2013 11:17 pm

    Bueno aquí os dejo un vídeo que armonice el debate. Espero les guste: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty El fiasco de la teoría marxista de la explotación - Juan Ramón Rallo

    Mensaje por alvaro4356 Mar Mayo 21, 2013 6:02 am

    EL FIASCO DE LA TEORIA MARXISTA DE LA EXPLOTACION .


    Sabido es que Marx popularizó la idea de que los capitalistas explotaban a los trabajadores al apropiarse de parte de su trabajo. El argumento, desvestido de toda su hojarasca, es relativamente simple: las mercancías que sean útiles se intercambian a largo plazo según el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas, de modo que cada trabajador debería quedarse el (equivalente) al fruto íntegro de su trabajo. Sucede, sin embargo, que el capitalista, pese a no trabajar, se queda con una parte de los bienes que se producen gracias a su monopolio de los medios de producción distintos del trabajo (que si bien no son fuente de nuevo valor, sí son bienes complementarios indispensables para el trabajador): el capitalista remunera el trabajo (incluyendo el trabajo contenido en factores distintos del trabajo, lo que Marx llama “capital constante”) por 100 (D), ese trabajo lo transforma en mercancías (M) y las mercancías se terminan vendiendo por 120 (D’). Que ello sea así sólo puede deberse a que hay una parte del trabajo que no se paga (D’-D) pero que sí produce mercancías con valor de cambio (una parte de M). Esa diferencia es justamente la plusvalía o plusvalor, la medición exacta de la explotación laboral o del trabajo prestado por el obrero al capitalista y que no ha obtenido remuneración. ¿La solución? Traspasarles los medios de producción a los trabajadores para que puedan retener el producto íntegro de su trabajo sin intermediarios capitalistas que se apropian de parte del sudor de su frente.

    La teoría marxista tiene distintos problemas, como hacer depender todo el valor de cambio del trabajo acumulado (y no de la utilidad marginal de los distintos bienes, como si el que una clase de mercancías tuviese una función social dotara a todas las unidades de esa categoría de función social) o lo que se ha conocido como el problema de la transformación: si sólo los trabajadores son capaces de crear nuevo valor de cambio (y no las máquinas, por ejemplo) y las mercancías se intercambian según sus valores de cambio, ¿por qué la tasa de beneficios de las distintas industrias tiende a converger a una misma cifra si esas industrias utilizan “composiciones orgánicas del capital” muy dispares? En teoría, aquellas industrias muy intensivas en trabajo (y por tanto, con mucha masa de trabajadores explotados insuficientemente pagados) deberían ser más provechosas que las muy intensivas en capital, pero en general la rentabilidad de todas las industrias del mercado converge en una misma tasa. Pero su mayor problema es una naturaleza muy distorsionada del capital: Marx asume que el valor del capital se determina por el trabajo que costó producirlo y que el valor de ese capital se traslada, en función de su depreciación, al valor de la mercancía final; es una especie de contabilidad de coste histórico según el tiempo de trabajo utilizado.
    El problema, claro, es de enorme gravedad: que una imprenta tenga un precio de 100 onzas de oro (porque el tiempo de trabajo necesario para fabricarla ha sido el equivalente a 100 onzas de oro) no significa que, asumiendo que pueda imprimir hasta 1.000 libros, el valor que impute a cada libro sea de 0,1 onzas de oro. Las cosas funcionan más bien al contrario: precisamente porque los consumidores están dispuestos a pagar al menos 0,1 onzas de oro por cada libro, la imprenta podrá tener un valor de mercado de 100 onzas de oro. Si, en cambio, los consumidores dejan de valor tanto los libros impresos y pasan a valor más los libros electrónicos, esa misma imprenta, aunque el tiempo de trabajo socialmente necesario para fabricarla sea el mismo y aunque los consumidores sigan demandando libros impresos (aunque en mucha menor cantidad, se depreciará enormemente.

    Establecida la correcta relación entre el precio de los bienes de consumo y los de los bienes de capital, la siguiente cuestión es: ¿por qué si una imprenta puede imprimir durante los próximos diez años 1.000 libros con un valor de mercado de 0,1 onzas de oro la imprenta jamás costará 100 onzas de oro sino bastante menos? Obviemos los costes complementarios (que, siguiendo a Marx, sólo se trasladarían al precio final, esto es, si para imprimir un libro tenemos que pagar salarios de 0,02 onzas por libro y si además dejamos de pagarle 0,01 onzas al trabajador por su jornada, el precio final del libro será de 0,13 onzas), pues no subyace ahí la dificultad: el tema es, ¿por qué nadie pagaría hoy 100 onzas por un activo para recibir de vuelta, a lo largo de los próximos diez años, esas mismas 100 onzas? O todavía mejor, ¿por qué nadie pagaría hoy 100 onzas por un activo para recibir vuelta (o tal vez no hacerlo), a lo largo de los próximos diez años, esas mismas 100 onzas? Pues básicamente porque 100 onzas presentes y seguras no tienen el mismo valor que 100 onzas futuras e inseguras. Y quien dice onzas, dice satisfacción inmediata y segura de necesidades presentes frente a satisfacción futura e insegura de necesidades presentes: no es lo mismo gastarse 100 onzas de oro hoy en divertimentos varios que gastárselas en una inversión que nos permitirá recuperarlas con el paso de los años. Lo lógico es que compráramos la imprenta por, por ejemplo, 90 onzas para arriesgarnos a recibir 100 a lo largo de los próximos diez años.

    Pero si el capitalista compra por 90 para recibir 100, está obteniendo plusvalías, y son unas plusvalías que no están vinculadas a la explotación del trabajador, sino al valor que tiene esperar y asumir riesgos en un proceso productivo: dicho de otro modo, el tiempo y el riesgo son tan factores productivos como el trabajo (si no estamos dispuestos a esperar y a asumir riesgos, no se produce, por mucho trabajo en abstracto que tengamos). Dado que el capital que se adelanta en forma de salarios y en forma de bienes complementarios supone también una espera y asunción de riesgos para el capitalista, ¿no será que la plusvalía no procederá del atraco a mano armada al trabajador sino de la remuneración de esos dos factores productivos (tiempo y riesgo)?

    El propio Marx se retrata cuando describe cómo funcionaría la producción y los intercambios en una economía donde los medios de trabajo estuvieran socializados: “A igual tiempo de trabajo, las plusvalías serían las mismas para el trabajador I [que utiliza más medios de producción] y el trabajador II [que utiliza menos medios de producción] o, más exactamente aun, puesto que tanto I como II obtienen el valor del producto de una jornada laboral, cosechan, luego de deducir el valor de los elementos “constantes” adelantados, iguales valores, de los cuales una parte puede ser considerada como la reposición de los medios de subsistencia consumidos en la producción, y la otra como el plusvalía excedente por encima de dicha reposición. Si I tiene más desembolsos, éstos se reponen merced a la mayor parte de valor de su producto destinada a reponer esa parte “constante”, y por ello también debe reconvertir una parte mayor del valor global de su mercancía en los elementos materiales de esa parte constante, mientras que II, si embolsa menor cantidad a cambio de ello, también debe reconvertir tanto menos. Por consiguiente, bajo este supuesto la diversidad de las tasas de ganancia sería una circunstancia indiferente, tal como hoy en día le resulta indiferente al asalariado la tasa de ganancia en la cual se expresa la cantidad de plusvalía que le ha sido expoliada”.

    La hipótesis esencial en el párrafo anterior es la de que dos bienes que requieran el mismo tiempo de trabajo deberán poseer el mismo valor de cambio (ya sea tiempo de trabajo prestado directamente por el trabajador o tiempo de trabajo “cristalizado” en los medios de producción que utiliza) y, por tanto, el mismo precio (nótese que en la teoría de Marx precio y valor de cambio sólo coinciden cuando los trabajadores son dueños de los medios de producción, como en el caso anterior). Pero esto simplemente no tiene ningún sentido. Supongamos que para producir 100.000.000 de kilos de trigo se necesitan 50 años de trabajo y que para edificar una vivienda también se requieren 50 años de trabajo; según Marx, salvo oscilaciones a corto plazo, deberían intercambiarse por el mismo precio. Pongamos que 1.000 onzas de oro. Bueno, admitamos que así es: si un trabajador tiene 100.000.000 kilos de trigo y otro tiene una vivienda, asumamos que pueden intercambiarlos. Pero el asunto clave es otro: ¿acaso podemos esperar que si un trabajador tiene 100.000.000 kilos de trigo contigo estará dispuesto a intercambiarlos por el derecho a recibir una vivienda dentro de 50 años?

    Fijémonos que, según Marx, la transacción es idéntica: lo que se intercambian son tiempos de trabajo. Pero en un caso el fruto del trabajo de 50 años ya está disponible (100.000.000 de kilos de trigo) y en el otro todavía habrá que esperar 50 años a que lo esté (si es que el trabajador no se muere mientras tanto, no se fuga o cualquier otra riesgosa desgracia que le inhabiliten a cumplir su promesa). No, sencillamente no podemos esperar que una vivienda ya producida se intercambia por 100.000.000 de trigo ya producidos, esos 100.000.00 kilos de trigo también se vayan a intercambiar por una casa disponible dentro de 50 años. Y no podemos esperarlo por el simple motivo de que una casa hoy no tiene el mismo valor que una casa dentro de 50 años. Si necesitamos ya la casa, sólo estaremos dispuestos a comprar la promesa de entrega de la vivienda a cambio de un descuento muy grande en su precio, por ejemplo, desde las 1.000 onzas de oro que vale una casa ya construida a las 200 onzas que puede valer una casa construida en 50 años: justamente esa plusvalía (pagar 200 hoy para recibir 1.000 en 50 años) es el tipo de interés (en concreto, equivale a un tipo anual medio del 2,8%).

    Lo mismo cabe concluir, pues, de los capitalistas que adelantan bienes presentes a sus factores productivos (entre ellos los trabajadores) a cambio de recibir, cuando el proceso productivo concluya, bienes futuros. Existe necesariamente una diferencia de valor entre los bienes presentes a los que renuncian hoy y los bienes futuros que adquirirán, si es que todo sale bien, el día de mañana. Y esa diferencia de valor, y no la apropiación de un tiempo de trabajo no remunerado, es la plusvalía, esto es, el interés derivado de esperar y asumir riesgos hasta que el proyecto productivo concluya.

    Son muchos quienes no entienden bien este concepto de que los capitalistas adelanten bienes presentes para recibir, dentro de mucho tiempo, bienes futuros. Pero sólo tienen que irse al balance de cualquier empresa: por ejemplo, General Electric ha invertido (adelantado) capitales por importe de 685.000 millones de dólares para recuperar en forma de flujos operativos de caja (antes de intereses) de alrededor de 35.000 millones. Es decir, el conjunto de los capitalistas de General Electric ha renunciado a 685.000 millones de dólares (y su equivalente en bienes presentes) para percibir año a año una renta de 35.000 millones. A este ritmo, se necesitarían 20 años para recuperar todo el capital adelantado. ¿Acaso estamos diciendo que los capitalistas que adelantan 685.000 millones –que se abstienen de consumirlos en el momento en el que deseen y que asumen riesgos de no recuperarlos– no deberían percibir ninguna remuneración por ello? Que durante los próximos 20 ó 30 años se deberían contentar con recuperar, si es que todo va perfectamente, tan sólo los 685.000 millones de dólares que han adelantado y no percibir ninguna remuneración por su tiempo de espera y por su riesgo? Es decir, ¿estamos sosteniendo cabalmente que es lo mismo disponer de 1.000 euros hoy que de 1.000 euros en 500 años (asumiendo cero inflación) aunque ambos valores contengan el mismo tiempo de trabajo?

    Pues eso es lo que subyace en todo el análisis marxista de la explotación. Al cabo, si los capitalistas no adelantaran su capital y ahorro al resto de factores productivos, éstos lo tendrían tan sencillo como fabricar los medios de producción de manera cooperativa. Ah, ¿que les tocaría esperar muchos años hasta completar la construcción de edificios, infraestructuras, maquinarias, inventarios, etc. similares a los de General Electric o cualquier otra compañía? Pues eso, todo ese tiempo que les tomaría fabricarlos desde cero, son precisamente los bienes presentes que adelantan los capitalistas. Nacionalizar los medios de producción y redistribuirlos entre los trabajadores no cambiaría nada las cosas (obviando todos los enormes problemas de cálculo económico que llevarían a esa economía al desastre), pues en un par de generaciones volvería a haber personas que han dilapidado sus capitales y otras que los han acumulado y volveríamos a la situación de partida, que no es una situación de explotación sino de intercambio de bienes presentes (el ahorro de los capitalistas) por bienes futuros (la producción futura de los trabajadores y del resto de factores productivos complementarios a los que se les adelantan los bienes presentes). Böhm-Bawerk lo expresó de manera bastante más sintética: “Me parece justo que los trabajadores cobren el valor íntegro de los frutos futuros de su trabajo, pero no que cobren la totalidad de ese valor futuro ahora”.
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por Platon Mar Mayo 21, 2013 6:17 am

    Podrías poner el nombre del autor del artículo, la fuente, etc., entonces podríamos ver que en los comentarios del articulo original hay un enlace que dirige a una entrada del blog del usuario inmundo en la cual se procede a refutar al señor Rallo. En fin, copio acá la entrada para facilitar las cosas:

    El rebuzno debe continuar

    publicado por el blog Divulgación Marxista

    Ya hemos visto un ejemplo de cómo organiza sus pensamientos el economista austríaco Rallo, ahora me han acercado un artículo suyo en el que emprende la refutación de la teoría del valor marxista. Lo contesto a continuación:

    “Ha llegado de Oriente un asno/ hermoso y muy fuerte”

    Cito:

    Sabido es que Marx popularizó la idea de que los capitalistas explotaban a los trabajadores al apropiarse de parte de su trabajo. El argumento, desvestido de toda su hojarasca, es relativamente simple: las mercancías que sean útiles se intercambian a largo plazo según el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas, de modo que cada trabajador debería quedarse el (equivalente) al fruto íntegro de su trabajo

    Es falso que para Marx cada trabajador debería recibir el fruto íntegro de su trabajo. Como una parte del producto social debe destinarse a la inversión, esto no tiene sentido. Tampoco tiene sentido que cada trabajador reciba “el fruto íntegro” de su trabajo, como si los zapateros sólo pudieran recibir zapatos. En cambio hay que decir con más propiedad, que cada trabajador debe recibir un equivalente a lo que ha producido, previa sustracción del total de un porcentaje destinado a la reinversión. Podría decirse que esta fracción sólo le es restituida al trabajador de modo indirecto y diferido.

    Sucede, sin embargo, que el capitalista, pese a no trabajar, se queda con una parte de los bienes que se producen gracias a su monopolio de los medios de producción distintos del trabajo…

    El trabajo no es un medio de producción, pero Rallo no tiene porqué saber estas cosas, aunque opine libremente sobre ellas.

    La teoría marxista tiene distintos problemas, como hacer depender todo el valor de cambio del trabajo acumulado (y no de la utilidad marginal de los distintos bienes, como si el que una clase de mercancías tuviese una función social dotara a todas las unidades de esa categoría de función social)

    Aquí Rallo supone que el valor de cambio no es afectado, en la teoría marxista, por el hecho de que una mercancía tenga nula o poca demanda. De modo que en esta caricatura, si hay cien unidades de lápices, pero sólo 50 son demandados en el mercado, de todos modos el valor de cambio total e individual se mantiene igual a la cantidad de trabajo que ha costado producirlos. Esto es falso, ya hemos explicado que el concepto de trabajo socialmente necesario no sólo se refiere al trabajo promedio incorporado efectivamente en la mercancía, sino también al trabajo que la sociedad (mediante la demanda efectiva) está dispuesta a sancionar. Todo esto está fuera del horizonte del autor, pero veamos cómo sigue dando cátedra:

    o lo que se ha conocido como el problema de la transformación: si sólo los trabajadores son capaces de crear nuevo valor de cambio (y no las máquinas, por ejemplo) y las mercancías se intercambian según sus valores de cambio…

    ¡Ja! “Si” esto, “si” lo otro… casi parecería que el señor conoce la forma en que se expresa la gente lógica. Sabe imitar: definitivamente es un primate.

    Bueno, para Marx las mercancías no se intercambian según sus valores de cambio. Esto lo advirtió ya en el primer tomo, y no como dicen los austríacos, en el tercero, como una sorpresa (qué conveniente es obviar que los tres tomos fueron escritos al mismo tiempo, y sólo fueron editados y publicados en forma sucesiva). Como cualquiera sabe, las mercancías se intercambian según sus precios, que son otra cosa. Los precios son los valores de cambio expresados en dinero, es decir, comparados con el valor del equivalente universal, la mercancía-dinero (o sus representantes en papel). Los valores de cambio determinan los precios, y esto sucede mediante la mediación de un mecanismo llamado “igualación de la tasa de ganancia”. Hay una relación de identidad del 90% entre valor de cambio y precio (por suerte una teoría objetiva del valor permite hacer estos cálculos: ver los trabajos empíricos de Shaikh).

    …¿por qué la tasa de beneficios de las distintas industrias tiende a converger a una misma cifra si esas industrias utilizan “composiciones orgánicas del capital” muy dispares? En teoría, aquellas industrias muy intensivas en trabajo (y por tanto, con mucha masa de trabajadores explotados insuficientemente pagados) deberían ser más provechosas que las muy intensivas en capital, pero en general la rentabilidad de todas las industrias del mercado converge en una misma tasa.

    “¿Por qué?” pregunta el señor. ¿No era que nos iba a enseñar de qué se trata?

    Pues bien, le contamos, entonces, ya que no sabe: la tasa de ganancia tiende a igualarse en actividades del mismo tamaño, por el simple motivo de que… (suspenso)… los capitales migran ¡¿qué?! Sí, señor, los capitales pueden salir de una actividad y entrar en otra, se llama desinversión e inversión.

    Tenemos una empresa X con mayor porcentaje de fuerza de trabajo respecto a capital constante, y otra empresa Y en que sucede lo contrario. La primera puede extraer, obviamente, una mayor plusvalía, una mayor ganancia. La segunda se ve en el caso contrario. Entonces los capitales de la segunda empresa migran hacia la primera, de modo que la oferta de unidades de Y disminuye. Esto hace que cambie en el mercado la relación entre oferta y demanda de bienes de tipo Y. Al disminuir la oferta de Y (mientras se mantiene igual su demanda) aumenta necesariamente el precio de Y. Esto es un proceso progresivo, que es paralelo al proceso que hace aumentar la producción de X (por mayor inversión) y que por lo tanto genera que cambie también la relación oferta/demanda pero en un sentido inverso al anterior. Aumenta la cantidad de X en el mercado y por lo tanto disminuye su precio. Al final, la tasa de ganancia de X habrá caído a un nivel igual al que ahora ha alcanzado Y, y entonces la migración de capitales cesará.

    Pero su mayor problema es una naturaleza muy distorsionada del capital: Marx asume que el valor del capital se determina por el trabajo que costó producirlo y que el valor de ese capital se traslada, en función de su depreciación, al valor de la mercancía final; es una especie de contabilidad de coste histórico según el tiempo de trabajo utilizado.

    Ya perdí la cuenta, no sé cuántas mentiras sumamos con esta última. Rallo, “el opinador” no se ve en el caso de enterarse de lo que significa en Marx el concepto de trabajo socialmente necesario. Una mercancía no puede valer lo que costó producirla hace un año, por el simple motivo de que existe la competencia (que, digamos de paso, es lo que ajusta los precios a los valores), y en la competencia lo que vale es lo que cuesta producir algo hoy. Entonces si hoy los costos de los insumos y de la maquinaria es menor y el costo total de producir una mercancía es menor, entonces el mercado va a reconocer sólo este costo actual y no otro. Las mercancías más baratas (o más caras) producidas hoy son las que determinan lo que valen las mercancías iguales de períodos anteriores. Cuando se deja de lado que para la TLV las variaciones de los precios en el mercado tienen efectos sobre qué se produce y en qué cantidades, cuando se nubla la visión para perder de vista las partes del todo de un sistema teórico, se cae así de bajo. Complejidades como ésta son las que se pierden cuando uno se esfuerza en buscar frutos en la ignorancia interesada, en vez de en el estudio honesto y exhaustivo. Veamos un ejemplo de esta satisfecha impericia abajo:

    El problema, claro, es de enorme gravedad: que una imprenta tenga un precio de 100 onzas de oro (porque el tiempo de trabajo necesario para fabricarla ha sido el equivalente a 100 onzas de oro) no significa que, asumiendo que pueda imprimir hasta 1.000 libros, el valor que impute a cada libro sea de 0,1 onzas de oro. Las cosas funcionan más bien al contrario: precisamente porque los consumidores están dispuestos a pagar al menos 0,1 onzas de oro por cada libro, la imprenta podrá tener un valor de mercado de 100 onzas de oro. Si, en cambio, los consumidores dejan de valor [sic] tanto los libros impresos y pasan a valor [sic] más los libros electrónicos, esa misma imprenta, aunque el tiempo de trabajo socialmente necesario para fabricarla sea el mismo y aunque los consumidores sigan demandando libros impresos (aunque en mucha menor cantidad, se depreciará enormemente.

    Lo dicho, se opina que la demanda no afecta al precio y se sigue de ahí.

    Establecida la correcta relación entre el precio de los bienes de consumo y los de los bienes de capital, la siguiente cuestión es: ¿por qué si una imprenta puede imprimir durante los próximos diez años 1.000 libros con un valor de mercado de 0,1 onzas de oro la imprenta jamás costará 100 onzas de oro sino bastante menos?

    ¿Porqué está suponiendo que el valor de una imprenta está determinado por el valor de los libros que pueda producir? Aquí no está siguiendo a Marx, así que lo felicitamos si se divierte inventando ejemplos, pero mejor volvamos al tema.

    Obviemos los costes complementarios (que, siguiendo a Marx, sólo se trasladarían al precio final, esto es, si para imprimir un libro tenemos que pagar salarios de 0,02 onzas por libro y si además dejamos de pagarle 0,01 onzas al trabajador por su jornada, el precio final del libro será de 0,13 onzas), pues no subyace ahí la dificultad: el tema es, ¿por qué nadie pagaría hoy 100 onzas por un activo para recibir de vuelta, a lo largo de los próximos diez años, esas mismas 100 onzas? O todavía mejor, ¿por qué nadie pagaría hoy 100 onzas por un activo para recibir vuelta (o tal vez no hacerlo), a lo largo de los próximos diez años, esas mismas 100 onzas? Pues básicamente porque 100 onzas presentes y seguras no tienen el mismo valor que 100 onzas futuras e inseguras. Y quien dice onzas, dice satisfacción inmediata y segura de necesidades presentes frente a satisfacción futura e insegura de necesidades presentes [sic] : no es lo mismo gastarse 100 onzas de oro hoy en divertimentos varios que gastárselas en una inversión que nos permitirá recuperarlas con el paso de los años. Lo lógico es que compráramos la imprenta por, por ejemplo, 90 onzas para arriesgarnos a recibir 100 a lo largo de los próximos diez años.

    Qué grande, ¡hay que obviar los “costes complementarios”!, es un genio el tipo, claro si por genio queremos decir “chanta”. Rallo se pregunta porqué el precio final del producto X es superior al precio de la máquina que produce X. Entre la compra de la máquina y la venta de todos los productos ha sucedido algo que ha incrementado el valor del producto por encima del valor de la máquina. ¿Qué es? Rallo dice que no puede ser la plusvalía que no le pagamos al trabajador, porque… a eso hay que obviarlo ¡Genio… monstruo… IMBÉCIL!

    En el ciclo productivo lo que hace aumentar el valor del capital no es el trabajo pago e impago… porque no.

    Entonces (qué astuto, ¿no?) me puedo inventar algo que rellene el hueco. Así se piensa, éste es un ejemplo de razonamiento, sí, señor. Ahora me invento que lo que genera el aumento es: “¿por qué nadie pagaría hoy 100 onzas por un activo para recibir vuelta (o tal vez no hacerlo), a lo largo de los próximos diez años, esas mismas 100 onzas? (…) Pues básicamente porque 100 onzas presentes y seguras no tienen el mismo valor que 100 onzas futuras e inseguras.“

    Entonces la ganancia está en la mente del capitalista. Qué mente poderosa, que hace que el mundo funcione según lo que él cree merecer. “Yo me abstengo de consumir hoy y espero consumir mañana, pero con alguna incertidumbre. Esta incertidumbre hace crecer el valor de mi capital, y por eso decido esperar” Ahá, ¿cómo sucede eso, cómo hace la incertidumbre para hacer crecer el valor del producto? ¿La incertidumbre se pone a trabajar? ¿Cómo?

    Todo esto no es más que un fallo elemental de lógica, cuyo saqueo es la especialidad de Rallo. Veamos sus pasos:

    -Para que el capitalista decida invertir, debe tener la expectativa de obtener un capital superior al invertido. Esta es una condición necesaria de la inversión y de la ganancia.

    -(?)

    -Ergo, la mentada expectativa del capitalista de obtener una ganancia ES la ganancia.

    Sin mediación lógica alguna, lo que es una mera condición necesaria de la existencia de la inversión y la ganancia capitalista, pasa a ser además de una condición necesaria, ¡la condición determinante de la ganancia! Esto se decidió por decreto, ya que habíamos dejado afuera al trabajo impago con la maniobra magistral de dejarlo afuera.

    Pero si el capitalista compra por 90 para recibir 100, está obteniendo plusvalías, y son unas plusvalías que no están vinculadas a la explotación del trabajador, sino al valor que tiene esperar y asumir riesgos en un proceso productivo…

    ¡Jajajajajjajajajjajajjajajjajajjjajajaja! Ah… si demostrar algo fuera tan fácil como simplemente afirmarlo…

    ¿no será que la plusvalía no procederá del atraco a mano armada al trabajador sino de la remuneración de esos dos factores productivos (tiempo y riesgo)?

    ¿No será que el señor es un humorista? ¿En dónde están las demostraciones?

    La hipótesis esencial en el párrafo anterior es la de que dos bienes que requieran el mismo tiempo de trabajo deberán poseer el mismo valor de cambio (ya sea tiempo de trabajo prestado directamente por el trabajador o tiempo de trabajo “cristalizado” en los medios de producción que utiliza) y, por tanto, el mismo precio (nótese que en la teoría de Marx precio y valor de cambio sólo coinciden cuando los trabajadores son dueños de los medios de producción, como en el caso anterior)…

    Primero, es muy deshonesto citar sin explicitar la fuente.

    Segundo, ya vimos que valor de cambio no es lo mismo que precio, y entonces esto: “por tanto, el mismo precio” que implica que coinciden necesariamente, es falso.

    Sin embargo, abajo Rallo admite que en Marx valor de cambio y precio no suelen coincidir, algo que para hacer sus críticas más arriba, dejó de lado por completo.

    Lo que dice en el paréntesis es un invento sui generis. La igualdad entre valor de cambio y precio no depende de quién sea el propietario, sino de que las composiciones orgánicas del capital sean iguales (entonces no actúa la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia). Bajo este supuesto, dos mercancías que insuman la misma cantidad de trabajo s. n. tendrán el mismo valor de cambio.

    …Pero esto simplemente no tiene ningún sentido. Supongamos que para producir 100.000.000 de kilos de trigo se necesitan 50 años de trabajo y que para edificar una vivienda también se requieren 50 años de trabajo; según Marx, salvo oscilaciones a corto plazo, deberían intercambiarse por el mismo precio. Pongamos que 1.000 onzas de oro. Bueno, admitamos que así es: si un trabajador tiene 100.000.000 kilos de trigo y otro tiene una vivienda, asumamos que pueden intercambiarlos…

    Sí, a ver la pirueta…

    …Pero el asunto clave es otro: ¿acaso podemos esperar que si un trabajador tiene 100.000.000 kilos de trigo contigo estará dispuesto a intercambiarlos por el derecho a recibir una vivienda dentro de 50 años?

    ¡¿Y esto?! Pasamos de hablar del intercambio de mercancías que existen, y que por lo tanto tienen un valor de uso y un valor de cambio incorporado efectivamente a ellas, a hablar de intercambiar una mercancía que existe contra otra que no existe. Esto no es serio.

    Fijémonos que, según Marx, la transacción es idéntica: lo que se intercambian son tiempos de trabajo. Pero en un caso el fruto del trabajo de 50 años ya está disponible (100.000.000 de kilos de trigo) y en el otro todavía habrá que esperar 50 años a que lo esté (si es que el trabajador no se muere mientras tanto, no se fuga o cualquier otra riesgosa desgracia que le inhabiliten a cumplir su promesa). No, sencillamente no podemos esperar que una vivienda ya producida se intercambia por 100.000.000 de trigo ya producidos, esos 100.000.00 kilos de trigo también se vayan a intercambiar por una casa disponible dentro de 50 años.

    No, claro que no, imbécil.

    Y no podemos esperarlo por el simple motivo de que una casa hoy no tiene el mismo valor que una casa dentro de 50 años.

    No tiene el mismo valor porque sólo las mercancías que existen en el mundo real tienen valor, mientras que las mercancías que nos imaginamos en nuestros sueños, no tienen valor de cambio alguno. La casa “disponible dentro de 50 años” no existe, no hay tal, ni está disponible. Si un cretino quiere darle valor a una promesa podrá pagar por ella lo que le parezca, pero no está comprando la misma casa que llevó 1 ó 50 años producir. El mismo despistado lo admite: no se trata de intercambiar una casa, sino la promesa de una casa, algo que no tiene ni capital ni trabajo invertido en ella:

    Si necesitamos ya la casa, sólo estaremos dispuestos a comprar la promesa de entrega de la vivienda a cambio de un descuento muy grande en su precio, por ejemplo, desde las 1.000 onzas de oro que vale una casa ya construida a las 200 onzas que puede valer una casa construida en 50 años: justamente esa plusvalía (pagar 200 hoy para recibir 1.000 en 50 años) es el tipo de interés (en concreto, equivale a un tipo anual medio del 2,8%).

    Lo mismo cabe concluir, pues, de los capitalistas que adelantan bienes presentes a sus factores productivos (entre ellos los trabajadores) a cambio de recibir, cuando el proceso productivo concluya, bienes futuros. Existe necesariamente una diferencia de valor entre los bienes presentes a los que renuncian hoy y los bienes futuros que adquirirán, si es que todo sale bien, el día de mañana. Y esa diferencia de valor, y no la apropiación de un tiempo de trabajo no remunerado, es la plusvalía, esto es, el interés derivado de esperar y asumir riesgos hasta que el proyecto productivo concluya.

    Así que los capitalistas son “compradores de promesas”. Ellos no poseen medios de producción que usen a voluntad, sino que ellos “compran una promesa” del “factor capital” (maquinaria, etc), compran una promesa del “factor trabajo”, y esperan que esas promesas se materialicen. Hacen un intercambio con la maquinaria, por un lado: yo te pago tanto, ¿eh, factor capital? y vos me remunerás, digamos, tanto más, tras el período x. Los factores cobran a cambio de hacer una promesa. Hay que esperar que las máquinas tengan un buen sentido del compromiso.

    Con el factor trabajo sucede el mismo intercambio. El capitalista entrega una mercancía, o un valor, y el FT entrega la promesa de trabajar. Ahora, aquí el apologista admite la explotación aunque no la vea. Porque el FT tiene que trabajar para entregar una suma superior a la que ha recibido. Esto sucede porque el capitalista lo ha contratado bajo estas condiciones, las de pagar un salario que será inferior al valor de lo que debe devolver, en trabajo, el obrero. Para el apologista que ha llegado a admitir esto, tal cosa está justificada, porque se trata de un simple intercambio entre iguales.

    Basta con descubrir que no se trata de un intercambio entre iguales, para que se termine la discusión.

    Pero también se puede refutar de otro modo la idea de que las preferencias intertemporales generen ganancia. Cito a Astarita:

    “La definición del interés como medida de las preferencias intertemporales además es contradictoria con la teoría neoclásica de la utilidad. Para entender porqué, veamos el siguiente ejemplo. Supongamos que la tasa de interés anual es del 3% y que una persona tiene una renta de $500 en 2003 y que piensa tener también una renta de $500 en 2004; sus necesidades no son mayores en 2004 que en 2003. Este individuo decide entonces bajar su consumo en $100 en 2003, con el objetivo de tener $3 de “plus” en 2004. Su consumo en 2003 pasa de $500 a $400, a cambio de elevarlo en 2004 a $603. En total tendrá en dos años $1.003 contra 1.000 que disponía antes de su decisión de ahorro. Para esto en 2003 debió renunciar al consumo de los pesos que van desde 401 a 500, a cambio de los pesos que van de 501 a 603 en 2004. Pero la utilidad que debe sacrificar por el ahorro del primer grupo de pesos -según la tesis de la utilidad marginal decreciente- es muy superior a la utilidad que obtiene con el segundo grupo. No hay manera de que el plus de $3 en 2004 compense el sacrificio de utilidad en 2003. El comportamiento no es racional según los criterios establecidos por la utilidad marginal. La teoría del interés es incompatible con los supuestos que sustentan la teoría de los precios.”

    Sigamos con las burradas, se acerca el final:

    Son muchos quienes no entienden bien este concepto de que los capitalistas adelanten bienes presentes para recibir, dentro de mucho tiempo, bienes futuros…

    Se entiende demasiado bien. Lo que no aparece es la demostración de que la inversión junto a la expectativa de recibir una ganancia, generen esa ganancia por sí mismas.

    Pero sólo tienen que irse al balance de cualquier empresa: por ejemplo, General Electric ha invertido (adelantado) capitales por importe de 685.000 millones de dólares para recuperar en forma de flujos operativos de caja (antes de intereses) de alrededor de 35.000 millones. Es decir, el conjunto de los capitalistas de General Electric ha renunciado a 685.000 millones de dólares (y su equivalente en bienes presentes) para percibir año a año una renta de 35.000 millones. A este ritmo, se necesitarían 20 años para recuperar todo el capital adelantado. ¿Acaso estamos diciendo que los capitalistas que adelantan 685.000 millones –que se abstienen de consumirlos en el momento en el que deseen y que asumen riesgos de no recuperarlos– no deberían percibir ninguna remuneración por ello? Que durante los próximos 20 ó 30 años se deberían contentar con recuperar, si es que todo va perfectamente, tan sólo los 685.000 millones de dólares que han adelantado y no percibir ninguna remuneración por su tiempo de espera y por su riesgo? Es decir, ¿estamos sosteniendo cabalmente que es lo mismo disponer de 1.000 euros hoy que de 1.000 euros en 500 años (asumiendo cero inflación) aunque ambos valores contengan el mismo tiempo de trabajo?

    No, cuánto tienen que ganar los capitalistas no es preocupación de un marxista. Acá se trata de resolver el problema de dónde se genera la ganancia. Por supuesto, la comprobación de que existe la ganancia no demuestra que proviene de la abstención de consumir. Tampoco el hecho de que el capitalista se “abstenga de consumir hoy” para invertir y esperar recibir una ganancia, nos demuestra que la ganancia surja de esta espera… esta puede ser la perspectiva del capitalista, pero esto no tiene ninguna importancia. Buscamos el origen objetivo de la misma, y acá no aparece.

    Pues eso es lo que subyace en todo el análisis marxista de la explotación. Al cabo, si los capitalistas no adelantaran su capital y ahorro al resto de factores productivos, éstos lo tendrían tan sencillo como fabricar los medios de producción de manera cooperativa.

    Pero “su” capital, “su” ahorro es EL capital, EL ahorro, de toda la sociedad, pues son los capitalistas quienes manejan el excedente social. Son ellos quienes por tener el monopolio de los medios de producción, deciden en qué se invierte y cuánto se invierte.

    Ah, pero dice que es muy “sencillo” “fabricar los medios de producción de manera cooperativa” cuando los capitalistas deciden no invertir… Y cada tanto esto sucede. Los capitalistas, por razones objetivas, cada tanto deciden no invertir. Y la economía se para. Un freno catastrófico. Desempleo, pobreza, inanición, guerra, degeneración de las facultades físicas y mentales de la población, todo esto trae la crisis capitalista en formas que las palabras no pueden decribir.

    Esto sucede porque hay una fracción de la población que tiene el poder EXCLUSIVO de decidir si se invierte el excedente producido por la sociedad.

    Sin embargo, nos dicen que, “si queremos” nosotros podemos producir igual… “¿de qué se quejan? ¡pónganse a trabajar por su cuenta! ¡Produzcan sus propios medios de producción!” ¡Ah, qué buena idea! ¡Si tan sólo los medios de producción pudieran fabricarse con bellos deseos, como la ganancia capitalista! Ah, si los materiales que provee la naturaleza no fueran propiedad exclusiva de los mismos capitalistas que deciden no invertir… si la enajenación del hombre con relación a la naturaleza y sus frutos no fuera la base de todo el sistema…

    No, señores, paremos con las boludeces. Si los capitalistas no invierten, NO ESTÁ PERMITIDO QUE NADIE MÁS LO HAGA. Se llama propiedad privada de los medios de producción, mucho gusto. Y acá terminamos.

    Es recomendable leer la entrada directamente desde el blog para una mejor apreciación. Y, en vistas a que, en tu intento por refutar al marxismo, te deslizas hacia la escuela austriaca te recomiendo, estimado alvaro, que leas el libro de Rubin “Ensayos sobre la teoría marxista del valor” en donde se procede a refutar al intocable Böhm-Bawerk.
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por alvaro4356 Mar Mayo 21, 2013 6:56 am

    Böhm-Bawerk refuta la teoría de la explotación capitalista

    CARLOS MARX Y "EL CAPITAL"

    En la primera mitad del siglo XIX el liberalismo reina triunfante en Occidente. Se trata de un movimiento de emancipación, enemigo de los privilegios que, a través del estado y mediante los impuestos y las restricciones a la libertad económica, se reservan unas clases sociales -nobleza, clero y gremios- a expensas del resto de la población. El liberalismo opone la razón y la ciencia frente al oscurantismo y la superstición. En el campo de la economía, el liberalismo tiene su expresión en la defensa del laissez faire frente al mercantilismo. Adam Smith primero, y David Ricardo después, ya han establecido las bases de lo que hoy se conoce como Escuela Clásica de Economía. El sistema de Ricardo, aunque adolece de graves fallos, aparenta ser un edificio lógico de construcción impecable, lo que impresiona notablemente a sus contemporáneos.

    Paralelamente, y además de los reaccionarios partidarios del Antiguo Régimen, existe un movimiento socialista utópico, acientífico y cuasi-místico cuyos principales representantes son Fourier, Owen y Saint Simon y junto a él, otro algo mejor fundamentado, aunque no mucho más, que incluye a Lasalle, Sismondi y Roedbertus. En su Historia del Pensamiento Económico, Murray Rothbard hace un formidable repaso genealógico de este tipo de movimientos que abarcaría desde Espartaco a Tomás Moro, de Campanella a Thomas Múnzer y los anabaptistas alemanes y de Platón o Esparta hasta Gracus Babeuf y su Liga de los Iguales.

    Es en este contexto histórico donde aparece Karl Marx. Marx había alcanzado notoriedad con la publicación en 1848 del Manifiesto Comunista, pero es en 1857 con El Capital cuando reivindica su lugar dentro de la Ciencia Económica. Lo que caracterizaba a Marx frente al resto de socialistas utópicos era su argumentación científica (pseudo-científica en realidad) y su lenguaje "liberal" para atacar el liberalismo. Marx sostenía que también él quería acabar con los privilegios de clase y con el estado como instrumento de explotación. Al igual que los liberales, se definía como progresista, racional y científico e izquierdista (el término 'izquierda' tiene su origen en la disposición de los escaños que en el Parlamento francés del Antiguo Régimen ocupaban los que se oponían a la Sociedad Estamental). No sólo eso. Los liberales eran la derecha. El sistema de laissez faire era una nueva forma de opresión. Una clase -los propietarios capitalistas y burgueses- explotaba a otra -los trabajadores asalariados, a quienes Marx denominó proletariado. Así como la nobleza vivía de los tributos procedentes del resto de la sociedad y así como los señores feudales se alimentaban del trabajo de los siervos de la gleba, los capitalistas, según Marx, vivían merced al beneficio empresarial que no podía provenir de otro lado que del excedente sustraído al trabajador, al que le dio el nombre de plusvalía. Sobre esta base, Marx cimentó sus conclusiones acerca del futuro del capitalismo: creciente concentración de riqueza en pocas manos y tendencia al monopolio -la eterna cantinela de pobres más pobres y ricos más ricos-, tasa de beneficio decreciente conforme aumenta la acumulación de capital con las consiguientes crisis, de intensidad cada vez mayor, para desembocar finalmente en una dictadura del proletariado cuando los desposeídos, cada vez mayores en número, se apoderasen de la propiedad capitalista.

    La acusación era tan grave y la teoría tan tremendamente ambiciosa como intento de explicar la realidad, que no podía ser ignorada. Se hacía por tanto ineludible examinarla en profundidad, pues de su veracidad o falsedad podía depender el futuro de la humanidad. El insigne economista austríaco Eugen von Böhm-Bawerk (1850-1914) se dedicó a este esencial cometido. Examinemos cuales fueron los resultados.

    LA TEORÍA DE LA EXPLOTACIÓN REFUTADA

    Con el fin de no hacer excesivamente prolija la exposición, he optado por ir simultaneando la argumentación marxista contenida en el primer volumen de El Capital con la refutación de Böhm-Bawerk incluida en el capítulo número XII dedicado a La Teoría de la Explotación, dentro de su monumental Historia y crítica de las teorías del interés que es el primer volumen de la obra Capital e Interés. La controversia tiene dos partes, como veremos, puesto que el mismo Marx detectó contradicciones en su sistema. Marx prometió resolverlas en el tercer volumen de El Capital, y tras la publicación de este tercer volumen, Böhm-Bawerk, en La Conclusión del sistema marxiano, examinó las "soluciones" propuestas por Marx.

    EL PRIMER VOLUMEN DE EL CAPITAL Y LA CRÍTICA DE BÖHM-BAWERK

    Marx comienza a construir su teoría invocando la autoridad de Aristóteles: "No puede existir cambio sin igualdad, ni igualdad sin conmensurabilidad". Por tanto, según Marx, en las dos cosas intercambiadas tiene que existir "un algo común y de la misma magnitud".

    Aquí Böhm-Bawerk detecta el primer error: en realidad, el valor no es intrínseco a las cosas, sino algo subjetivamente apreciado por cada individuo según su situación y necesidades. En efecto, un intercambio tiene lugar sólo si ambas partes valoran en menor medida lo que ceden que lo que obtienen. Para poner a prueba la teoría marxista, Jim Cox planteaba la siguiente pregunta: ¿Cuántas veces ha ido el lector al mercado a cambiar un billete de un dólar por otro billete idéntico y luego otra vez y otra…? Desgraciadamente, la teoría de la igualdad de valor intrínseco de las cosas intecambiadas es pilar básico, tanto de la terrible teoría mercantilista -según la cual, en el intercambio, si alguien gana es porque el otro pierde-, como en el no menos pernicioso movimiento contemporáneo que denuncia el "comercio injusto" Norte-Sur.

    Un estudiante de lógica sabe que cualquier conclusión obtenida a partir de una premisa falsa o de un razonamiento falaz carece de valor científico. Pero no es que Marx deduzca coherentemente todo su sistema a partir de esta única falsedad, es que los errores y las falacias se multiplican en cada paso. Prosigamos.

    Para investigar ese "algo común" característico del valor de cambio, Marx repasa las diversas cualidades que poseen los objetos equiparados por medio del cambio. Eliminando y excluyendo aquellas que no resisten la prueba, se queda sólo con una que, según él, sí pasa el examen: "ser productos del trabajo".

    Sin embargo, Marx hace trampa y Böhm-Bawerk lo evidencia. En primer lugar, es falso que todos los bienes intercambiados sean productos del trabajo. Por ejemplo, los recursos naturales tienen valor y son intercambiados, pero no son producto de ningún trabajo.

    Certeramente objeta Knies a Marx: "Dentro de la exposición de Marx no se ve absolutamente ninguna razón para que la igualdad expresada en la fórmula: 1 libra de trigo= x quintales de madera producidos en el bosque no sea sustituida con igual derecho por esta otra: 1 libra de trigo = x quintales de madera silvestre = y yugadas de tierra virgen = z yugadas de pastos naturales".

    Pero no sólo eso. Es falso que esa sea la única característica común que pueda encontrarse en los bienes que son objeto de intercambio. "¿De veras estos bienes no tienen otras cualidades comunes como su rareza en proporción a la demanda?", es decir, la cualidad de presentarse en cantidades insuficientes para satisfacer todas las necesidades que de ellas tiene el ser humano, o "la de haber sido apropiadas por el hombre" precisamente por esa causa, o "la de ser objeto de oferta y demanda?", se pregunta Böhm-Bawerk. Decídalo el lector.

    Marx incide en el error: "si los bienes que son intercambiados sólo tienen en común la cualidad de ser productos del trabajo, entonces el valor de cambio vendrá determinado por la cantidad de trabajo incorporado en la mercancía". Marx descarta las "excepciones" como algo insignificante.

    Böhm-Bawek examina esas "pocas excepciones sin importancia". Al final vemos que éstas predominan de tal modo que apenas dejan margen a la "regla". Se incluirían, por ejemplo, los bienes que no pueden reproducirse a voluntad como obras de arte y antigüedades, toda la propiedad inmueble (¿cómo explica Marx que un piso de 150 metros cuadrados, construido por los mismos obreros con los mismos materiales, en la calle Serrano de Madrid valga veinte veces más que el mismo piso en una pedanía de la provincia de Teruel?), los productos protegidos por patente o derechos de autor o los vinos de calidad (las horas de trabajo empleadas para producir el vino Vega Sicilia son más o menos las mismas que se emplean en producir un vino peleón cien veces más barato). ¿Y qué decir de los productos objeto de trabajo cualificado, provenga esta cualificación de la preparación profesional o de las dotes innatas? Aunque Marx sostenga que ésta última no es una excepción, sino una variante pues según él, "el trabajo complejo es trabajo simple potenciado o multiplicado", Böhm-Bawerk advierte que para explicar la realidad no interesa lo que los hombres puedan fingir que es, sino lo que real y verdaderamente es. ¿Puede alguien en su sano juicio afirmar con toda seriedad que dos horas de trabajo de un cantante de opera tienen idéntica esencia que sesenta horas de trabajo de un enfermero?

    He dejado para el final la última gran excepción. Una excepción de tal calibre que en la actualidad incluye al 95 por ciento de los bienes. Se trata de todas aquellas mercancías producidas con el concurso de capital o, por mejor decirlo, aquellos bienes en los que el tiempo ha jugado un papel importante en el proceso productivo. Puesto que Marx construye su teoría de la plusvalía apoyándose sobre estos bienes -considera que no constituyen una excepción, sino la confirmación de la explotación capitalista- vamos a examinarlos con detalle.

    LA "PLUSVALÍA" CAPITALISTA

    Para Marx, tanto el beneficio, como el interés del capital provienen de la explotación del trabajador. Veamos como trata de probarlo. Como hemos visto, Marx mantiene por un lado que los bienes se cambian en el mercado según el trabajo que llevan incorporado -lo cual se ha probado que es falso-, pero como, según él, el trabajador no recibe el producto íntegro de su trabajo -la segunda tesis cuya falsedad también demostraremos-, sino tan sólo el salario mínimo de subsistencia, el capitalista puede apropiarse del excedente producido. Dice Marx: "El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de los medios de existencia de que tiene necesidad el obrero para seguir vivo como obrero. Por consiguiente, lo que el obrero recibe por su actividad es estrictamente lo que necesita para mantener su mísera existencia y reproducirla".

    Para respaldar esta segunda tesis, Marx apela al prestigio de la Escuela Clásica. Marx cita a Adam Smith:

    "En el estado original de cosas, que precede tanto a la apropiación de la tierra como a la acumulación de capital, el producto íntegro del trabajo pertenece al trabajador. No existen ni terratenientes, ni patrón con quienes compartir.

    Si hubiese continuado este estado de cosas, los salarios de los trabajadores habrían aumentado con todas las mejoras de la productividad a que la división del trabajo da lugar"

    Marx también invoca la "ley de hierro de los salarios" avanzada por David Ricardo y refrendada por Lasalle. Para Ricardo, los salarios no pueden elevarse permanentemente por encima del nivel de subsistencia, ya que en tal caso se produce un incremento de población. Esto obliga a cultivar tierras cada vez menos fértiles con lo que se eleva el coste de producción del cereal -medio de subsistencia por antonomasia del obrero y base de toda la teoría ricardiana de la renta.

    Finalmente Marx se refiere a la teoría clásica, según la cual el valor de cambio o precio, coincide con el coste de producción. Para Marx, el coste de producción del trabajo es el coste de subsistencia del trabajador. El origen de la plusvalía radicaría pues en "la diferencia entre el coste de la fuerza de trabajo y el valor que ésta puede crear". Es decir, el obrero trabaja diez horas, pero sólo cobra lo producido en dos. De las otras ocho se apodera el capitalista.

    CRÍTICA DE LA TEORÍA DE LA PLUSVALÍA

    Vamos a examinar a continuación las principales falacias incluidas en estos últimos argumentos.

    Aunque Böhm-Bawerk no se detiene a criticar la sentencia de Adam Smith -incluso aceptando este marco teórico, Böhm es capaz de demostrar la falsedad de la teoría de la explotación y explicar el verdadero fundamento del interés del capital-, nosotros sí vamos a mostrar la doble falsedad que se oculta en la tesis de que el salario sería la forma original y primaria de ingreso, emergiendo el beneficio posteriormente como diferencia entre ingreso y salario.

    Primero: si definimos el salario como la retribución al trabajo dependiente (la definición que Marx siempre utiliza), es imposible que éste exista en la etapa pre-capitalista. El salario surge con el capitalismo. Los ingresos que los "trabajadores" percibían anteriormente -por ejemplo en el caso de granjeros o artesanos- no eran salarios, sino beneficio empresarial en la terminología marxista, pues eran los propietarios de la producción quienes la vendían en el mercado, quienes organizaban el proceso productivo y quienes aportaban los instrumentos materiales que lo hacían posible. Lo mismo cabe decir de los comerciantes, que compraban mercancía para revenderla con beneficio. Es evidente que cuando se compra mercancía no se paga salario y que tampoco se cobra cuando se vende. Los comerciantes compraban lo que en la jerga marxiana se denomina capital constante, y éste, como veremos, no puede producir beneficio.

    Segundo: Smith, igual que Marx, desprecia e ignora absolutamente los efectos absolutamente decisivos que, para la división del trabajo y el incremento de la productividad, tienen la propiedad privada, la acumulación de capital y la función empresarial. En realidad la "época dorada" a la que parece referirse Smith sería el paleolítico, en donde hordas de salvajes subhumanos se dedicaban exclusivamente a la depredación -caza y recolección, sin que existiese nada parecido a una transformación de recursos en etapas sucesivas para lograr bienes distintos de los que ofrecía la naturaleza en estado salvaje. La revolución neolítica que introduce el cultivo agrícola y la ganadería y que eleva al primate a la condición de hombre, se basó en una institución fundamental: la propiedad privada.

    Por lo que a la ley de hierro de los salarios se refiere, ésta no se basaba tanto en el hecho de que los trabajadores son explotados (por tanto queda fuera del análisis de Böhm-Bawerk) y no perciben íntegramente el fruto de su trabajo -Ricardo no parece compartir esta tesis-, sino en la aplicación combinada de dos principios: la ley de los rendimientos marginales decrecientes en la agricultura y las ideas que sobre el crecimiento de la población había avanzado Thomas Malthus: "la población de los seres vivos tiende a expandirse hasta el límite en el que los recursos disponibles no pueden garantizar más que el mínimo de subsistencia". Estas ideas, que han sido refutadas por los hechos en todos los países de Occidente, también han sido contestadas en el campo teórico.

    La ley de los rendimientos marginales decrecientees establece que si se aumenta la cantidad empleada de un factor de producción, manteniéndose constantes las cantidades empleadas del resto de factores, la cantidad producida, aumenta, a partir de cierto momento, en proporciones cada vez menores. Es verdad que existe una ley de rendimientos marginales decrecientes, no sólo en la agricultura, sino en todos las áreas de la producción (si no existiese, o bien toda la producción se concentraría en un metro cuadrado, o bien no haría falta acumular capital, o todo el trabajo del mundo podría ser realizado por un solo operario), pero -y esto es lo importante- dicha ley convive con otras verdades económicas, como que la división del conocimiento y la acumulación de capital mejoran las técnicas de producción y, por tanto, incrementan la productividad. Hayek tenía mucha razón cuando decía que debemos optar entre ser pocos y pobres o muchos y ricos. Es difícil determinar cuál es el volumen óptimo de población en cada momento, aunque advertimos que los seres humanos son bastante racionales - a diferencia de los animales- a la hora de regular la población, mediante lo que se conoce como paternidad responsable, es decir, no traer al mundo hijos a los que no se tenga la oportunidad de proporcionar una vida tan cómoda, al menos, como la que disfrutan sus progenitores. ¡Si Marx creía que los trabajadores iban a comportarse como animales y no como humanos a la hora de reproducirse, no parece que les tuviera en muy alta estima!

    VALOR Y COSTE DE PRODUCCIÓN

    Es la idea de que el coste de producción determina el valor de cambio o precio del producto sobre la que Böhm-Bawerk recrudece sus críticas.

    Como decía Jim Cox, si el valor de los bienes estuviese determinado por su coste de producción, la foto de un ser querido tendría el mismo valor que la de un desconocido o la de un enemigo -abran sus carteras para comprobarlo. Me pregunto qué hacen dos marxistas después de ir al cine. Se supone que no podrán estar en desacuerdo sobre lo mucho o poco que les ha gustado la película, pues después de todo, la producción ha requerido igual cantidad de trabajo antes de que ambos la consuman.

    En realidad, ninguna actividad de tipo industrial o de cualquier otro orden puede conferir valor al bien o servicio producido. El valor brota posteriormente de las apreciaciones subjetivas de la gente. Es la intensidad de la apetencia del consumidor la que determina el valor de bienes y servicios. Es importante subrayar que lo que el consumidor valora, no es la totalidad de bienes que existen en el universo (todo el agua o el pan del mundo), sino solamente la unidad o unidades (una botella, una barra) sobre los que ha de decidir. Los que puede o no adquirir y los que puede o no ceder a cambio.

    A partir de esta genial observación -a nosotros nos parece evidente una vez presentada-, Menger y luego Böhm-Bawerk construyen una teoría completa de precios y costes. Si los bienes de consumo se valoran de acuerdo con la necesidad que satisface o deja de satisfacer la unidad de cada bien sobre la que tenemos que decidir, los factores de producción se valoran según su aptitud para proporcionarnos aquellos bienes, esto es, según su productividad. Aquí también hablamos de unidades concretas y "marginales" (están en el "margen" o umbral de ser o no adquiridas o cedidas) y no de la totalidad que de ese factor existe en el mundo. Cada unidad de factor es así valorada de acuerdo con su productividad marginal.

    La Ciencia Económica tradicionalmente había clasificado los factores de producción en tres grandes grupos: tierra, trabajo y capital. La genial aportación de Böhm-Bawerk consistió en descubrir la auténtica esencia del capital recurriendo al análisis de un factor ignorado: el tiempo.

    Veamos como el austríaco se sirve del tiempo para desarticular la teoría de la explotación. Una cosa es que deba pertenecer al obrero el producto íntegro de su trabajo o su valor correspondiente -lo cual Böhm-Bawerk y cualquiera acepta- y otra que el obrero deba percibir ahora todo el valor futuro de su trabajo. Los socialistas pretenden, si llamamos a las cosas por su nombre, que los obreros perciban a través del contrato de trabajo más de lo que producen, más de lo que obtendrían si trabajasen por cuenta propia. Böhm-Bawek ilustra el argumento con algunos ejemplos:

    "Imaginemos que la producción de un bien, por ejemplo de una máquina de vapor, cueste cinco años de trabajo, que el valor de cambio obtenido de la máquina terminada sea 5.500 florines y que intervengan en la fabricación de la máquina cinco obreros distintos, cada uno de los cuales ejecuta el trabajo de un año. Por ejemplo, que un obrero minero extraiga durante un año el mineral de hierro necesario para la construcción de la máquina, que el segundo dedique otro año a convertir ese mineral en hierro, el tercero a convertir el hierro en acero, que el cuarto fabrique las piezas necesarias y el quinto las monte y dé los toques finales a ésta. Según la naturaleza misma de la cosa, los cinco años de trabajo de nuestros obreros no podrán rendirse simultánea, sino sucesivamente y cada uno de los siguientes obreros sólo puede comenzar su trabajo una vez hayan culminado el suyo los obreros anteriores. ¿Qué parte podrá reclamar por su trabajo cada uno de los cinco copartícipes, con arreglo a la tesis de que el obrero debe percibir el producto íntegro de su trabajo?

    Si no existe un sexto elemento extraño que anticipe las retribuciones, deberán tenerse en cuenta dos puntos absolutamente seguros. El primero es que no podrá efectuarse el trabajo hasta pasados cinco años. El segundo es que los obreros pueden repartirse los 5.500 florines. Pero, ¿con arreglo a qué criterio? No por partes iguales, como a primera vista pudiera parecer, pues ello redundaría considerablemente a favor de aquellos obreros cuyo trabajo corresponde a una fase posterior del proceso productivo y en perjuicio de los que han aportado su trabajo en una fase anterior. El obrero que monta la máquina percibiría 1.100 florines por su año de trabajo inmediatamente después de terminado éste; mientras, el minero no obtendría su retribución hasta pasados cuatro años. Y como este orden de preferencia no puede ser en modo alguno indiferente a los interesados, todos ellos preferirían el trabajo final y nadie querría hacerse cargo de los trabajos iniciales. Para encontrar quien aceptase éstos, los obreros de las fases finales se verían obligados a ofrecer una participación más alta a sus compañeros encargados de los trabajos preparatorios. La cuantía de esta compensación dependería de dos factores: la duración del aplazamiento y la magnitud de la diferencia existe entre la valoración de los bienes presentes y futuros. Así por ejemplo si esta diferencia fuese del 5 por ciento anual, las participaciones se graduarían: 1.200 florines para el primer obrero, 1.150 para el segundo, 1.100 para el tercero, 1.050 para el cuarto y 1.000 para el quinto.

    Sólo podría admitirse la posibilidad de que los cinco cobrasen la misma suma de 1.100 florines partiendo del supuesto que la diferencia de tiempo les fuese indiferente."

    Pero, si realmente el tiempo fuera indiferente a la hora de determinar el valor y por tanto la cuantía de la retribución, a los obreros les daría igual cobrar el día siguiente a la terminación de su tarea que transcurridos cinco años y, si esto fuera así, les daría igual cobrar a los cinco años que pasados cincuenta, cien o mil. (No me cabe duda de que todos empresarios subirían muy generosamente los sueldos a quienes esperasen un largo tiempo para cobrar). En realidad, el interés no es la retribución por la abstinencia -la tesis de Nassau Senior ridiculizada por Lasalle-, ni la apropiación del trabajo del obrero -como dicen los socialistas-, sino la manifestación en el mercado de un presupuesto de la acción humana, a saber, que los seres humanos desean alcanzar sus fines cuanto antes. De no ser así, se optaría siempre por los procesos materialmente más productivos cualquiera que fuese el tiempo que éstos requiriesen hasta completarse, llegándose a un punto en que desapareciese la producción de bienes de consumo, pues toda los factores se emplearían en investigación, desarrollo y acumulación de capital.

    Seguimos con el ejemplo: "Supongamos ahora que los obreros, como ocurre en la realidad, no puedan o no quieran esperar para recibir su salario a que termine el proceso productivo y que entren en tratos con un empresario para obtener de él un salario a medida que vaya rindiendo su trabajo, a cambio de lo cual el empresario adquiere la propiedad del producto. Supongamos que este empresario sea una persona exenta de todo sentimiento egoísta. (…) ¿En qué condiciones se establecería el contrato de trabajo? No cabe duda de que el trato por los obreros sería absolutamente justo si el empresario les paga como salario exactamente lo mismo que recibirían como parte alícuota en el caso de organizar la producción directamente y por cuenta propia. En este caso 1.000 florines inmediatamente después de terminar su trabajo, que era lo que percibía el obrero que cobraba inmediatamente. Puesto que los cinco obreros aportan exactamente el mismo trabajo, lo justo será que perciban el mismo salario".

    Existen otros ejemplos aún más contundentes. Supongamos que un vino necesita madurar en la barrica durante veinte o cuarenta años para alcanzar una calidad extraordinaria. Los cultivadores, recolectores y pisadores de la uva, no pueden cobrar hasta pasadas decenas de años salvo que un capitalista les adelante su retribución. Si quieren cobrar inmediatamente después de finalizar su tarea, deberán hacerlo no conforme al valor del vino ya maduro, sino de acuerdo al valor del vino sin edad que es notablemente inferior. Si alguien les anticipa sus retribuciones y luego vende el vino pasados cuarenta años, ¿De verdad creen los socialistas que dicho empleador debe buscar a sus antiguos operarios y retribuirles con los intereses del capital? Y si el vino se malogra o cae de valor debido a cambios en el gusto de los consumidores, ¿tendría sentido que les persiguiese para exigirles el reembolso de lo cobrado?

    CAPITAL CONSTANTE Y CAPITAL VARIABLE

    Marx decía que el beneficio y el interés capitalista procedían del trabajo realizado y no retribuido. Por tanto la composición del coste de producción era determinante a la hora de determinar el rendimiento del capital. Si en el coste de producción había muchos salarios y poco aprovisionamiento de materiales habría más beneficio que si sólo se compraban y revendían éstos. Según Marx, sólo el capital empleado en pagar salarios a los trabajadores podía producir beneficio. Marx llamó a esta parte capital variable; era variable porque crecía merced a la explotación de los obreros. Por su parte, el dinero empleado en adquirir materiales y maquinaria no era capaz de generar plusvalía. Hay que recordar que ya se habrían vendido según el trabajo incorporado, dejando la plusvalía en poder del vendedor. Marx llamó a esta parte, capital constante.

    Por consiguiente, Marx se apartaba de la teoría económica clásica, la cual sostenía que la tasa de rendimiento del capital tendía a ser constante cualquiera que fuese su composición. Puesto que los clásicos -Smith, Ricardo, Mill- propugnaban la teoría del valor derivado del coste de producción, su fórmula determinante del valor de cambio o precio era: capital constante + capital variable + tasa de rendimiento medio. (En realidad Menger y Böhm-Bawerk habían demostrado que la causalidad iba en sentido inverso. Los costes de los factores se formaban a partir del precio que se esperaba obtener.)

    La gran innovación del primer volumen de El Capital era, pues, la nueva fórmula del precio de equilibrio: capital constante + capital variable + plusvalía, siendo ésta última mayor o menor según el porcentaje relativo de capital variable respecto del de capital fijo. Dicho de otra forma, cuantos más obreros y menos máquinas interviniesen en la producción mayor beneficio se obtenía y viceversa. De este principio Marx deducía su teoría de la crisis capitalista, más y más aguda conforme crece la acumulación de capital y caen los beneficios.

    Sin embargo, ya vimos que Marx se daba cuenta de que su fórmula no se veía respaldada por la realidad. En una huida hacia delante, calificó esta contradicción de "aparente" y prometió resolverla en el tercer volumen. Aunque Marx falleció sin publicarlo, Engels sí lo hizo a partir de su manuscrito. Como dice Böhm-Baweerk, la aparición de este volumen era esperada con cierta expectación en los círculos teóricos de todos los partidos, para ver como Marx se las iba a arreglar para resolver un problema que en el primer volumen ni siquiera había abordado.

    Pues bien, en el tercer volumen, Marx reconoce expresamente que en la realidad, gracias a la acción de la competencia, las tasas de ganancia del capital, cualquiera que sea su composición, se mueven sobre la base de un porcentaje igual de ganancia media. Marx dice: "En la vida real las mercancías no se cambian de acuerdo con sus valores (sic), sino con arreglo a sus precios de producción". Es decir, las mercancías equiparadas por medio del intercambio contienen real y normalmente cantidades desiguales de trabajo. ¿Cabe mayor retractación? La fórmula en el tercer volumen vuelve a ser la de los clásicos: capital constante + capital variable + tasa media de beneficio. Por tanto, aunque Marx no lo diga, carece ya de sentido la fantasmagórica distinción entre capital constante y variable. De igual modo, no queda sitio para el supuesto colapso debido a la excesiva acumulación de capital no rentable. ¿Y como justifica Marx tal contradicción? Simplemente la niega:

    Marx dice más o menos: "Es cierto que las distintas mercancías se cambian unas veces por más de su valor y otras veces por menos, pero estas divergencias se compensan o destruyen mutuamente, de tal modo que, tomadas todas las mercancías cambiadas en su conjunto, la suma de los precios pagados es siempre igual a la suma de sus valores. De este modo, si nos fijamos en la totalidad de las ramas de producción tenemos que la ley del valor se impone como 'tendencia dominante."

    La respuesta de Böhm-Bawerk merece ser reproducida con cierta extensión, pues nos da una idea de su brillantez intelectual: "¿Cuál es, en realidad, la función de la ley del valor? No creemos que pueda ser otra que la de explicar las relaciones de cambio observadas en la realidad. Se trata de saber por qué en el cambio, por ejemplo, una chaqueta vale veinte varas de lienzo, por qué diez libras de té valen media tonelada de hierro, etc. (…) Tan pronto como se toman todas las mercancías en su conjunto y se suman sus precios se prescinde forzosamente de la relación existente dentro de esa totalidad. Las diferencias relativas de los precios entre las distintas mercancías se compensan en la suma total. (…) Es exactamente lo mismo que si a quien preguntara con cuantos minutos o segundos de diferencia ha llegado a la meta el campeón de una carrera con respecto a los otros corredores se le contestara que todos los corredores juntos han empleado veinticinco minutos y treinta segundos. (…) Por ese mismo procedimiento podría comprobarse cualquier "ley", por absurda que fuera, por ejemplo, la "ley" de que los bienes se cambian de acuerdo a su peso específico. Pues aunque en realidad una libra de oro, como "mercancía suelta", no se cambia precisamente por una libra, sino por 40.000 libras de hierro, no cabe duda de que la suma de los precios que se pagan por una libra de oro y 40.000 libras de hierro tomadas en su conjunto, corresponden exactamente a 40.000 libras de hierro más una libra de oro. La suma de los precios de las 40.001 libras corresponderá pues, exactamente al peso total de 40.001 libras materializado en la suma de valor, por donde, según aquel razonamiento tautológico, podremos llegar a la conclusión de que el peso es la verdadera pauta con arreglo a la cual se regula la relación de cambio de los bienes.

    La realidad es la siguiente. Ante el problema del valor, los marxistas empiezan contestando con su ley del valor, consistente en que las mercancías se cambian en proporción al trabajo materializado en ellas. Pero más tarde revocan esta respuesta -abierta o solapadamente- en lo que se refiere al cambio de las mercancías sueltas, es decir, con respecto al único campo en que el problema del valor tiene un sentido, y sólo la mantienen en pie, en toda su pureza, respecto al producto nacional tomado en su conjunto, es decir con respecto a un terreno en el que aquel problema no tiene sentido alguno. Lo cual equivale a decir tanto como reconocer que, en lo tocante al verdadero problema del valor, la "ley del valor" es desmentida por los hechos."

    CONCLUSIÓN

    La refutación de Böhm-Bawerk a la teoría de la explotación constituye, como decía Rothbard, la vacuna que, por excelencia, inmuniza contra el marxismo. Sobre ella lanzaron los marxistas, primero sus más furibundos ataques, -en realidad contra su "lógica burguesa" ya que los argumentos son incontrovertibles -ahí están, expuestos a la vergüenza pública, los trabajos de Hilferding, Bujarin o Sweezy para quien quiera reír, por no llorar. Más adelante, simplemente la silenciaron. Ese silencio ha hecho posible, desgraciadamente, que cientos de millones de personas hayan sufrido y sigan sufriendo la opresión de tiranos comunistas que venden humo, engendran odio y fabrican miseria. Esperemos que este trabajo aporte su grano de arena para revertir esa tendencia.
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    Mensaje por Jordi de Terrassa Mar Mayo 21, 2013 8:57 am

    alvaro4356;

    En su mensaje EL FIASCO DE LA TEORÍA MARXISTA DE LA EXPLOTACIÓN, da la impresión que la teoría que usted defiende, dentro del subjetivismo marginal, es la antidemocrática teoría subjetiva austríaca.

    El subjetivismo marginal propugna una sociedad con una estructura económica en la cual las relaciones de producción están basadas en la división social del trabajo, donde unos son propietarios de los medios de producción y otros solo poseen su fuerza de trabajo para vender.

    La teoría subjetiva austríaca es una ideología política fundada sobre una filosofía mitológica antidemocrática. La utilidad marginal, su principal mito, es un plagio de una categoría filosófica del socialismo utópico y una tergiversación de conceptos de la economía política; la utilidad, el valor de uso y el valor de cambio.

    La base de pensamiento del subjetivismo marginal es acientífica, es una corriente filosófica de idealismo subjetivista. La ausencia de una base de pensamiento científico hace que carezca de una teoría económica sobre el capital, lo que imposibilita a sus seguidores explicar el origen del modo de producción capitalista sin recurrir a ficciones. Defienden el capitalismo, pero al carecer de ciencia económica, consideran a los capitalistas unos estafadores y al mercado el escenario de la estafa, y como justificación se han visto en la necesidad de crear nociones míticas como; la preferencia temporal por el consumo presente y la valoración subjetiva de la utilidad marginal. La teoría subjetiva austríaca solo reconoce un tipo de ciclo económico, el que provoca la banca de reserva fraccionaria, ciclo que es ajeno al régimen capitalista de producción, pero ignora los ciclos económicos que son propios del régimen capitalista de producción; el ciclo comercial y el ciclo industrial. Los principales mitos y nociones del subjetivismo marginal son;

    • La utilidad marginal es el uso menos productivo de un bien. El precio de las mercancías está determinado por la utilidad marginal.
    • La preferencia temporal es la predisposición que hace al ser humano valorar siempre más, a igualdad de circunstancias, los bienes presentes que los bienes futuros.
    • La función empresarial es la aptitud para alcanzar el fin del lucro personal, hace que los seres humanos se doten de los medios necesarios para conseguirlo.
    • El beneficio capitalista se obtiene de comprar insumos más baratos y venderlos más caros en el libre mercado.

    En su mensaje aborda diferentes cuestiones sobre la que manifiesta un profundo desconocimiento sobre la ciencia de la economía política, teoría objetiva del valor, entre otras;

    1. Capital, acumulación original de capital y función empresarial
    2. Utilidad, valor de uso, valor de cambio y subjetivismo marginal
    3. Tendencia a la igualación de la tasa de ganancia. Ciclo económico comercial
    4. Fuerza de trabajo y subjetivismo marginal
    5. Leyes de productividad de la fuerza de trabajo
    6. Tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Ciclo económico industrial
    7. Distribución de bienes y subjetivismo marginal
    8. Consumo de mercancías y preferencia temporal

    Para debatirlas ordenadamente creo que es conveniente abordarlas de una en una y comenzando por el principio;

    Capital, acumulación original de capital y función empresarial

    El capital es una relación social de producción. El capital no son los medios de producción ni tampoco un determinado grado de su desarrollo, el capital no es el trabajo muerto. Los medios de producción solo se transforman en capital cuando la fuerza de trabajo que los utilizan tiene la forma de trabajo asalariado, es decir, cuando los propietarios del trabajo muerto utilizan trabajo vivo bajo la forma de trabajo asalariado. La misma hacienda puede ser el capital de un terrateniente, el dominio de un señor feudal, la villa de un esclavista, estar sometida a tributo o ser el territorio de caza de una tribu primitiva. Si analizamos químicamente cualquier máquina o herramienta, una imprenta en el ejemplo que usted utiliza, no encontraremos molécula alguna de capital, el capital no es una sustancia, por lo tanto no forma parte de la naturaleza de ningún objeto. De igual manera, un trabajador dependiendo de las relaciones sociales de producción será esclavo, siervo o trabajador asalariado, no porque esté en su genotipo. El capital es una forma de relacionarse los seres humanos en la producción de valores de cambio.

    En las sociedades capitalistas es necesaria la existencia de dos tipo de ciudadanos que se caracterizan; los unos por ser propietarios de medios de producción y de consumo, haber acumulado en sus manos trabajo muerto y los otros por ser propietarios de un valor de uso su fuerza de trabajo, pero que carecen de medios de producción, por lo que su fuerza de trabajo para ellos no tiene valor de uso. El capitalista hace uso de la fuerza de trabajo comprada, teniendo en cuenta que su propietario está en la obligación de cambiarla por un valor inferior al de su uso, el capitalista en la producción de mercancías obtiene una ganancia o plusvalía, que se materializa para él en la venta de esas mercancías.

    Pero la naturaleza no produce por un lado a poseedores de capital y por otro lado a poseedores exclusivamente de su fuerza de trabajo. No existe el genotipo que predestine a unos seres humanos a ser poseedores de medios de producción y a otros a estar privados de ellos. Desde Marx se sabe que toda acumulación originaria de capital, que todo capital tiene en su origen en el engaño, o en la estafa, o en el tráfico de influencias, o en la apropiación indebida, o en el robo, o en el expolio, o en el atraco, o en la piratería, o en el tráfico de esclavos, o en la guerra de conquista, o la explotación entre otros medios o en una combinación de algunos o todos ellos, y que el único medio que seguro que no sirve al fin de crear capital es cualquier forma de trabajo. Estos fenómenos no son cosa del pasado, de las fases del capitalismo manufacturero o industrial, en la actualidad en la fase del dominio de la usura de la banca de reserva fraccionaria, también la expropiación de las clases populares se producen de forma igual o más violenta, aunque mucho más sibilina. Junto a la tradicional deuda pública, han aparecido nuevas formas de acumulación de capital como el robo de las acciones preferentes, o la no dación en pago de las hipotecas.

    Este conocimiento lo han puesto en cuestión los ideólogos del subjetivismo marginalista con las categorías de función empresarial y preferencia temporal que se definen como;
    Jesús Huerta de Soto en Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial, página 41 escribió:“En un sentido general o amplio la función empresarial coincide con la acción humana misma. En este sentido podría afirmarse que ejerce la función empresarial cualquier persona que actúa para modificar el presente y conseguir sus objetivos en el futuro”.
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    Un cazador-recolector bosquimano cuando produce un arco y flechas está modificando el presente para conseguir unos objetivos futuros, pero solo la escuela austríaca afirma que un cazador-recolector bosquimano ejerce de empresario en un sentido amplio. Los trabajadores asalariados modifican el presente, con su trabajo, para conseguir sus objetivos en el futuro, mediante el salario. Solo a los seguidores del subjetivismo marginal de la escuela austríaca, se le ocurre decir que la función empresarial de los trabajadores y la búsqueda del máximo beneficio personal les convierten en trabajadores asalariados.
    “El ser humano, siempre y en todo caso prefiere la satisfacción más próxima a la más remota, es decir, prefiere consumir en el presente a hacerlo en el futuro, o dicho de otra forma, valora más los bienes presentes que los futuro.
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    Dicho en Román Paladino; vale más pájaro en mano que ciento volando. La función empresarial y la preferencia temporal por el consumo presente no son hechos biológicos, la especie humana y muchas otras almacenan en un presente de relativa abundancia para tiempos futuros de escasez. La función empresarial y la preferencia temporal son “hechos económicos” que como todas las categorías filosóficas del subjetivismo marginal no requiere demostración teórica ni de evidencia histórica. Es una verdad “prexeológica” que basta enunciarla para demostrarla, y en todo caso su demostración es mitológica, no es en el mundo de la realidad histórica analizando hechos objetivos, sino en su mundo de ideal subjetividad adaptando conocidas novelas de ficción. Así explica la escuela austríaca como la función empresarial crea el capital;
    Jesús Huerta de Soto en Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos, capítulo VII escribió:“Supongamos que Robinson Crusoe se encuentra recién llegado en su isla y que, como único medio de subsistencia, se dedica a la recolección de moras, que recoge de los arbustos directamente a mano. Dedicando todo su esfuerzo diario a la recolección de moras, cosecha frutos en tal cantidad que puede subsistir e incluso tomar algunas más de las estrictamente necesarias para sobrevivir cada día. Después de varias semanas a ese régimen, Robinson Crusoe descubre empresarialmente que si se hiciera con una vara de madera de varios metros de largo, podría llegar más alto y lejos, golpear los arbustos con fuerza y conseguir la cosecha de moras que necesita con mucha más rapidez. El único problema es que calcula que en buscar el árbol del que pueda arrancar la vara y luego en prepararla, quitándola sus ramas, hojas e imperfecciones, puede tardar cinco días completos, durante los cuales tendrá forzosamente que interrumpir la recolección de moras. Es preciso, pues, si es que quiere proceder a elaborar la vara, que durante una serie de días reduzca algo su consumo de moras, dejando apartado el remanente en una cesta, hasta que disponga de una cantidad suficiente como para permitirle subsistir durante los cinco días que prevé que durará el proceso de producción de la vara de madera. Después de planificar su acción, Robinson Crusoe decide emprenderla, para lo cual, con carácter previo, debe, por tanto, ahorrar una parte de las moras que cosecha a mano cada día, reduciendo en ese importe su consumo. Es claro que esto le supone un sacrificio ineludible, pero piensa que el mismo sobradamente le compensa en relación con la ansiada meta que pretende lograr. Y así durante diez días decide reducir su consumo (es decir, ahorrar) acumulando moras de sobra en una cesta hasta alcanzar un importe que calcula será suficiente para sustentarle mientras produce la vara”.
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    Este ejemplo de la aparición del capitalismo, es la forma que tiene el subjetivismo marginal de la escuela austríaca de explicar las categorías filosóficas de las que parte, una preciosa historia novelada con una completa ausencia de fenómenos objetivos, en este caso hechos históricos. Con esta explicación, el profesor Jesús Huerta de Soto, no tiene la obligación de explicar la necesidad que conjuntamente al surgimiento del capital es necesario el trabajo asalariado. El profesor omite la presencia de Viernes, personaje que debido al descubrimiento y cálculos empresariales de Robinson Crusoe, ses el que con toda seguridad verá reducida su ingesta de moras durante los cinco días, mientras busca, arranca y fabrica la vara. Moras que antes se ha encargado de recoger para él y para Robinson Crusoe. Fenómeno que el profesor puede explicar debido; a la función empresarial de Robinson, junto a una mayor preferencia temporal por el consumo presente por parte de Viernes, y a la menor preferencia de consumo presente por parte de Robinson Crusoe. [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

    Para explicar el beneficio empresarial el profesor Huerta de Soto utiliza una ilustración naíf, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ilustración que omite una circunstancia; una vez que la función empresarial de C ha descubierto el beneficio en comprar el recurso a B y venderlo a A, y el libre mercado ha generado la información, que impide a la función empresarial tanto de A como de B para ponerse en contacto directamente, comprar A más barato en 3’5 u. m., vender B más caro en 3’5 u. m., repartiéndose el beneficio empresarial que obtiene C.

    Frente al subjetivismo marginalista de la escuela austríaca, la economía política explica la acumulación capitalista de forma objetiva. Marx estudia en Inglaterra el proceso histórico de acumulación de capital y la creación del trabajo asalariado y publica sus conclusiones en EL CAPITAL, CAPÍTULO, XXIV: "LA LLAMADA ACUMULACIÓN ORIGINARIA".
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    Saludos.
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por LaTetaDelEstado Mar Mayo 21, 2013 3:07 pm

    Dimitri Kalashnikov escribió: Todo el mundo sabe lo que es la utilidad, como también sabe lo que es el amor o el aburrimiento. Pero igual de absurdo es hablar del "amor marginal" o del "aburrimiento marginal" que de la "utilidad marginal". Sencillamente porque lo de "marginal" alude a la derivada matemática de lo total (es decir, de la variable cuantitativa en términos absolutos a la que se aplique). La utilidad marginal del consumidor es por tanto la derivada de la utilidad total. Es decir, el incremento cuantitativo de utilidad que experimenta un consumidor gracias a consumir una unidad adicional (infinitesimal o, como aproximación, finita) del bien consumido.

    Ahora bien: hay miles de críticas adicionales a esta teoría, pero la fundamental es que la derivada del amor o del tedio o del odio... es una estupidez. Lo mismo, la derivada de la utilidad.
    ¿En serio? El amor no es una propiedad de un bien, y por tanto claro que no pude hablarse de un incremento de amor al consumir una unidad adicional de un bien, de «amor marginal». La utilidad sí es una propiedad de un bien (la capacidad de satisfacer una necesidad o deseo) y sí puede hablarse de utilidad marginal.

    Como él mismo explica, la utilidad se aplica a unidades de un bien. Si tengo mucha sed, una primera botella de agua tendrá una utilidad enorme para mí. Después de haber consumido esa botella, otra botella más, exactamente igual a la primera, «una unidad adicional», tendrá mucha menos utilidad, y una tercera botella, una vez estoy ya saciado de agua, me será completamente inútil. ¿Es esto falso? No. Pues esto es la utilidad marginal.

    El primer argumento es descaradamente falaz.

    Dimitri Kalashnikov escribió: Ahora bien: ¿por qué X2/X1 = 3? Es decir, ¿por qué el precio relativo de las mercancías x1 y x2 es 3? Sólo hay dos respuestas posibles:

    1ª. La de Böhm y demás neoclásicos y liberales, que dicen "porque sí" (o sea, no explican nada);
    2ª. La de Marx.
    Böhm y demás por supuesto que tienen una teoría de precios, pero mejor ni mencionarla no vaya a ser que tengan razón, ¿o qué?
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    Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo - Página 16 Empty Re: Falacias del neoliberalismo y anarco-capitalismo sobre el marxismo

    Mensaje por Jordi de Terrassa Mar Mayo 21, 2013 4:33 pm

    Resulta que los austríaco son subjetivos cuando les interesa y objetivos cuando les conviene.
    LaTetaDelEstado escribió:¿En serio? El amor no es una propiedad de un bien, y por tanto claro que no pude hablarse de un incremento de amor al consumir una unidad adicional de un bien, de «amor marginal». La utilidad sí es una propiedad de un bien (la capacidad de satisfacer una necesidad o deseo) y sí puede hablarse de utilidad marginal.
    La primera premisa es falsa la fuerza de trabajo es un bien y se enamora, en consecuencia el amor es una propiedad de un bien, aunque el capitalista no pueda aprovechase de esa propiedad para aumentar la plusvalía. En cuanto a la segunda premisa es la posición de la teoría objetiva, la que Marx defiende. Posición que Eugen von Böhm-Bawerk pretende refutar, en contra de la posición que usted manifiesta en este párrafo, con los argumentos falaces del tipo que emplea en el siguiente párrafo.
    Karl Marx en El Capital, tomo I, capítulo I escribió:"La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. Pero esa utilidad no flota por los aires. Está condicionada por las propiedades del cuerpo de la mercancía, y no existe al margen de ellas. El cuerpo mismo de la mercancía, tal como el hierro, trigo, diamante, etc., es pues un valor de uso o un bien. Este carácter suyo no depende de que la apropiación de sus propiedades útiles cueste al hombre mucho o poco trabajo. Al considerar los valores de uso se presupone siempre su carácter determinado cuantitativo, tal como docena de relojes, vara de lienzo, tonelada de hierro, etc. Los valores de uso de las mercancías proporcionan la materia para una disciplina especial, la merceología. El valor de uso se efectiviza únicamente en el uso o en el consumo. Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, sea cual fuere la forma social de ésta. En la forma de sociedad que hemos de examinar, son a la vez los portadores materiales del valor de cambio.
    En primer lugar, el valor de cambio se presenta como relación cuantitativa, proporción en que se intercambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra clase, una relación que se modifica constantemente según el tiempo y el lugar. El valor de cambio, pues, parece ser algo contingente y puramente relativo, y un valor de cambio inmanente, intrínseco a la mercancía (valeur intrinsèque) es exactamente tanto como lo que habrá de rendir”, pues, sería una contradictio in adiecto [contradicción entre un término y su atributo]".
    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
    Para el subjetivismo marginal es en la circulación de las mercancías donde el capitalista obtiene la ganancia, aunque para explicarlo recurren a ficciones y mitos como; la función empresarial, del subjetivismo marginal austríaco. La definición clásica de mercancía es de Marx;
    “La mercancía es, en primer lugar, un objeto exterior, una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran. La naturaleza de esas necesidades, el que se originen, por ejemplo, en el estómago o en la fantasía, en nada modifica el problema. Tampoco se trata aquí de cómo esa cosa satisface la necesidad humana: de si lo hace directamente, como medio de subsistencia, es decir, como objeto de disfrute, o a través de un rodeo, como medio de producción.
    Toda mercancía es en primer lugar un valor de uso, bien material que satisface necesidades humanas ya sean reales o imaginarias.
    Toda mercancía es un gasto de fuerza de trabajo humana sin consideración a la forma en que se gastó la misma. Una mercancía nos hacen presente que en su producción se empleó fuerza humana de trabajo, se acumuló trabajo humano. En cuanto cristalización de esa sustancia social común a ellas, es valor de cambio.
    Una cosa puede ser valor de uso o bien y no ser valor de cambio o valor. Es éste el caso cuando su utilidad para el hombre no ha sido mediada por el trabajo.
    Una cosa puede ser útil, y además producto del trabajo humano, y no ser mercancía. Quien, con su producto, satisface su propia necesidad, indudablemente crea un valor de uso, pero no una mercancía. Para producir una mercancía, no sólo debe producir valor de uso, sino valores de uso para otros, valores de uso sociales. {F. E. --Y no sólo, en rigor, para otros. El campesino medieval producía para el señor feudal el trigo del tributo, y para el cura el del diezmo. Pero ni el trigo del tributo ni el del diezmo se convertían en mercancías por el hecho de ser producidos para otros. Para transformarse en mercancía, el producto ha de transferirse a través del intercambio a quien se sirve de él como valor de uso.}
    Ninguna cosa puede ser valor de cambio si no es un valor de uso. Si es inútil, también será inútil el trabajo contenido en ella; no se contará como trabajo y no constituirá valor alguno”.
    Para el subjetivismo marginal el valor de cambio de una mercancía está determinado por la valoración subjetiva de la utilidad marginal que tiene la mercancía para el consumidor. El subjetivismo marginal para justificar que el precio de mercado de una mercancía lo determina la apreciación subjetiva de la utilidad marginal del demandante, ha creado la función matemática de la utilidad en los siguientes términos; dado un consumidor cuyas preferencias sean completas, reflexivas, transitivas y monótonas en sentido fuerte, debe decidir gastar su ingreso disponible entre n bienes con algún criterio de optimización. Existe una función escalar (U) definida para cada consumidor sobre el conjunto de combinaciones de n bienes, que mide la utilidad o satisfacción total (Ut) que obtendrá el demandante después de haber consumido una combinación de bienes dada por las cantidades (q1,..., qn):

    U: R(n)→R U(t)=U(q(1),… q(n))

    Se define la utilidad marginal asociada a un bien como el aumento de la utilidad total al consumir una unidad adicional de dicho bien. La utilidad marginal (u) es igual al incremento de la satisfacción total (∂U) que produce el consumo de n unidades de una mercancía, o combinación de mercancías, dividida por el aumento de unidades consumidas (∂qi):

    u=∂U(q(1),…,q(n))/∂q(i)

    Donde U es siempre, por definición, desconocido. La función de utilidad no es directamente medible, depende de la forma subjetiva de los gustos y deseos de cada demandante, ni indirectamente ya que no existe unidad (¿X?) de medida de la utilidad, es decir, no se puede comprobar de forma objetiva si los precios de mercado de los valores de cambio se forman en base a esta función. Con lo cual, la función matemática escalar U no tiene utilidad, ni marginal ni total. Si no existe unidad de medida de la utilidad es, tal vez, porque no hay nada que medir y la utilidad total y la utilidad marginal no son conceptos científicos, no interpretan de forma objetiva la realidad, son categorías filosóficas.

    Cuando el subjetivismo marginal trata de explicar la formación de los precios de mercado por las distintas funciones individuales de utilidad, acaba explicando las diferentes funciones de utilidad por los distintos precios de mercado. Sobre estas bases las grandes escuelas subjetivas del utilitarismo marginal, tanto keynesianos, monetaristas como austríacos, pretenden haber construido una ciencia. Los "economistas" de la escuela austríaca, ante esta evidencia, postularon la imposibilidad de hacer cálculos matemáticos en economía, es decir, que las matemáticas, el lenguaje de la ciencia, no se pueden utilizar en la ciencia de la economía. La escuela austríaca explica su concepción con el siguiente ejemplo imaginario, siguiendo la tradición del subjetivismo marginal como, por otra parte, no podía ser de otra forma. El razonamiento es;
    Si alguien posee un bien, lo usará para satisfacer alguna necesidad o deseo. ¿Cuál? La que tenga más prioridad. Eugen von Böhm-Bawerk ilustró esto con el ejemplo de un granjero que tiene cinco sacos de grano. Con el primero, hará pan para sobrevivir. Con el segundo, hará más pan, suficiente para trabajar. Con el próximo, alimentará a sus animales de la granja. El próximo se usará para hacer el whisky, y el último lo dará a las palomas. Si roban una de esas bolsas, él no reducirá cada una de sus actividades en un quinto; en cambio él dejará de alimentar a las palomas. Así el valor de una bolsa de grano es igual a la satisfacción que él recibe de alimentar las palomas. Si él vende esa bolsa y olvida las palomas, el uso menos prioritario del grano restante es hacer el whisky, y así el valor de una bolsa más de grano es el valor de su whisky. Solo si pierde cuatro bolsas de grano comenzará a comer menos; ése es el uso más productivo del grano. La última bolsa valdría su vida.

    La productividad del uso menos productivo de un bien es su utilidad marginal. De lo que se deduce que la ganancia capitalista proviene del intercambio en el mercado de valores subjetivamente desiguales, de la compra de insumos más baratos y su posterior venta más caros.

    En el ejemplo los sacos de grano tienen distintas utilidades, son distintos valores de uso pero no son mercancías, no son valores de cambio, ya que el granjero no los ha producido para venderlos en el mercado. Se supone que el granjero es el propietario de los medios de producción con los que ha cosechado los sacos de grano, ya que si ha comprado los sacos de grano en el mercado cada saco le ha costado lo mismo, independientemente del uso subjetivo que después les quiera dar, justo lo contrario que el ejemplo pretende ilustrar. Es exactamente lo mismo si son de producción propia para vender, cada saco tendrá al mismo precio en el mercado, no regalará el primero e irá subiendo el precio de los sacos conforme los venda, todas las mercancías tienen para su productor el mismo valor de uso, que es nulo. El valor de cambio de cada saco es igual al valor de producción total, el valor del trabajo socialmente necesario en la producción del grano dividido por la cantidad de sacos producidos, en este caso X/5. Si el año hubiera sido peor el valor de cambio sería X/4 o X/3, de la misma forma si el año hubiera sido mejor el valor de cambio sería X/6 o X/7. En los años de buena cosecha los sacos valen menos no por la mayor cantidad de grano, sino porque cada saco contienen menor cantidad de fuerza de trabajo, de forma directa y de forma indirecta.

    Por más veces que se intercambien los sacos de grano por diferentes cantidades de dinero, no aumenta la cantidad de grano ni la cantidad de dinero que existen en la sociedad, y en consecuencia no puede aumentar el capital social, aunque a base de intercambiar las mercancías un cambista se haga con todo el grano y todo el dinero, esto es independiente de la información que pueda transmitir el mercado. Francamente, sostener que la ganancia del capital proviene del intercambio es considerar a los capitalistas poco más que unos cambistas “trileros”. La realidad es que en el modo de producción capitalista se multiplica, salvó los períodos de crisis, la riqueza social como en ningún otro modo de producción hasta ahora. Es en la producción de valores de uso y en su distribución donde el capitalista obtiene la ganancia, no engañando en el intercambio de mercancías, aunque al engaño se le llame; diferente valoración subjetiva de la utilidad marginal.

    Saludos.

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